viernes, 13 de septiembre de 2013

AMADO NERVO





Los niños mártires de Chapultepec


I

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

Allí fue… Los sabinos, la cimera
con sortijas de plata remecía;
cantaba nuestra eterna primavera
su himno al sol; era diáfana la esfera;
perfumada la flor… ¡y ellos morían!

Allí fue… Los volcanes, en sus viejos
albornoces de nieve se envolvían,
perfilando sus moles a lo lejos;
era el avalle una fiesta de reflejos,
de frescura, de luz… ¡y ellos morían!

Allí fue… Saludaba el mundo el cielo,
y al divino saludo respondían
los árboles, la brisa, el arroyuelo,
los nidos con el trino del polluelo,
las rosas con su olor… ¡y ellos morían!

Morían cuando apenas el enhiesto
Botón daba sus pétalos precoces,
privilegiados por la suerte en esto:
que los que aman los dioses mueren presto
¡y ellos eran amados de los dioses!

Sí, los dioses la linfa bullidora
cegaban de esos puros manantiales,
espejos de las hadas y de Flora,
y juntaban la noche con la aurora,
como pasa en los climas boreales.

Los dioses nos roban el tesoro
de esas almas de niños que se abrían
a la vida y el bien, cantando en coro…
Allí fue…La mañana era de oro,
Septiembre estaba en flor.. ¡y ellos morían!

II

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

No fue su muerte conjunción febea
ni puesta melancólica de Diana,
sino eclipse de Vésper, que recrea
los cielos con su luz, y parpadea
y cede ante el fulgor de la mañana.

Morir cuando al tumba nos reclama,
cuando la dicha suspirando quedo,
“¡Adiós!”, murmura, y se extinguió la llama
de la fe, y aunque todo dice: ¡Ama!
responde el corazón: “¡Si ya no puedo…!”,

cuando solo escuchábamos dondequiera
del tedio el gran monologar eterno,
y en vano desparrama primavera
su florido caudal en la pradera,
porque dentro llevamos el invierno,

bien está… Mas partir en pleno día,
cuando el sol glorifica la jornada,
cuando todo en el pecho ama y confía,
y la vida Julieta enamorada,
nos dice: “¡No te vayas todavía¡”

y forma la ilusión mudo de encajes,
y los troncos de savia están henchidos,
y las frondas perfumaban los boscajes,
y los nidos salpican los frondajes,
y las aves arrullan en los nidos,

es cruel… Mas, entonces, ¿por qué ahora
muestra galas el bosque y luce aliños?
¿Por qué canta el clarín con voz sonora?
¿Por qué nadie está triste, nadie llora
delante del recuerdo de esos niños?

Porque más que la vida, bien pequeño;
porque más que la gloria, que es un sueño;
porque más que el amor, ale, de fijo,
la divina obligación, y en una losa
este bello epitafio: “Aquí reposa;
dio su sangre a la Patria: ¡era buen hijo!”

III

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

Descansa, juventud, ya sin anhelo,
serena como un dios, bajo las flores
de que es pródigo siempre nuestro suelo;
Descansa bajo el palio de tu cielo
Y el santo pabellón de tres colores

Descansa, y que liricen tus hazañas
las voces del terral en los palmares,
y las voces del céfiro de las cañas,
las voces del pinar en las montañas
y la voz de las ondas en los mares.

Descansa, y que tu empleo persevere,
que el amor al derecho siempre avive,
y que en tanto que el pueblo que te quiere
murmura en tu sepulcro: “¡Así se muere!”,
la fama cante en él: “¡Así se vive!”.

IV

Como renuevos cuyos aliños
un viento helado marchita en flor,
así cayeron los héroes niños
ante las balas del invasor.

Señor, en cuanto a ti, dos veces Bravo,
que aquí defiendes el hollado suelo
tras haber defendido el suelo esclavo,
y hoy en el sitio dormirás al cabo
donde el águila azteca posó el vuelo;
Señor, en cuanto a ti, que, noble y fuerte,
llegaste del perdón al heroísmo,
perdonando en tu triunfo a quien la muerte
dio a tu padre infeliz, y de esta suerte
venciéndote dos veces a ti mismo:

ven, únete a esos niños como hermano
mayor, pues que su gloria fue tu gloria,
y llévalos contigo de la mano
hacia el solio de Jove soberano
y a las puertas de bronce de la historia.




MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA




¿Sabes lo que es un suspiro?



¿Sabes lo que es un suspiro?
Un beso que no se dio...
¡Con cadena y cerrojos
los aprisionan severos,
y apenas los prisioneros
se me asoman a los ojos!

¡Pronto rompen la cadena
de tan injusta prisión,
y no mueren más de pena
que ya está de besos llena
la tumba del corazón!

¿Qué son las bocas? Son nidos.
¿Y los besos? ¡Aves locas!
Por eso, apenas nacidos,
de sus nidos aburridos
salen buscando otras bocas.

¿Por qué en cárcel sepulcral
se trueca el nido del ave?
¿Por qué los tratas tan mal,
si tus labios de coral
son los que tienen la llave? 

Besos que, apenas despiertos,
volar del nido queréis
a sus labios entreabiertos
en vuestra tumba, mis muertos,
dice: ¡Resucitaréis!




JOSÉ JUAN TABLADA





Nocturno invierno


Mi inconsolable soledad se asombra,
pues no sé en la ansiedad con que deliro
si no te puedo ver por tanta sombra
o si es de noche porque no te miro...

¡Pues siempre que tú llegas, la tiniebla
disipas, ya tu voz ya tu mirada
el silencio de músicas se puebla
y cae sobre la noche la alborada!

Pasas, y al agitarse tu vestido
entre rumores y fragancia, exhalas
tibios aromas de jardín florido,
brisas que soplan invisibles alas.

Y tu voz impregnada de misterio
evoca con sus cálidos murmullos
musicales sollozos de salterio,
gargantas de torcaz llenas de arrullos,

fugitivo gemir de una fontana
que detenerse en su correr quisiera
en un remanso, al pie de una ventana
adonde sufre un alma prisionera...

Así es tu voz, que trémula y vibrante
prolonga la tristeza que me inspira,
y por mística y dulce es la distante
campana donde un Ángelus suspira...

O bien cuando la anima la alegría,
tu boca en flor convierte en un tesoro
y sus palabras cambia en pedrería
la Sultana locuaz Boca-de-Oro.

¡Surge en la noche mi Sheherazada,
y ante el milagro que su voz destella,
parece que en la bóveda estrellada
cada palabra suya es una estrella!

¡Y cuando al fin suspiras y te miro
suspensa en lo infinito de tu duelo,
pasa sobre mi alma tu suspiro
como una estrella errante por el cielo!



SILVIA CARBONELL



Como ave sin regreso


Hasta donde llegue el tope de tu viento,
que me traiga tus palabras de regreso.
Que no olvido eso es cierto,
pero al mismo tiempo también muere lo que siento.

Que nunca nos llegue el silencio,
pero si llegase, que llegue con nuestros murmullos por dentro.
Y mientras tanto, no me quiero cerca porque duele,
ni lejos porque no puedo tocarte.

Por eso vuelo como ave sin regreso,
cuando la pena envuelve el sentimiento.
Por eso vuelo y no volteo,
porque voltear es no emprender el vuelo.



RUBÉN BONIFAZ NUÑO




Cuando duermo… 


Cuando duermo —lejos—, cuando la carne
no es más que una costra débil de niebla
sobre los endebles huesos,
y atrás de los dientes enmudece
contra el paladar la lengua, temblando;

cuando todo es blando y sin forma, espeso
—tal como si el sueño viniera
por los secretísimos caminos
que ha de recorrer la muerte algún día—,
siento que me llamas, y en tu boca
llega la canción que cantaste a oscuras
una vez, delante de mí.

Cantabas.

Y yo que te escucho paso en silencio.
Lloro encadenado al sueño triste
como al pie del mástil solo de un barco.

Imágenes, 1953



RAMÓN LÓPEZ VELARDE




Tenías un rebozo de seda



Tenías un rebozo en que lo blanco
iba sobre lo gris con gentileza,
para ser a los ojos que te amaban
un festejo de miel en la maleza.

Del rebozo en la seda me anegaba
con fe, como en un golfo intenso y puro,
a oler abiertas rosas del presente
y herméticos botones del futuro.

En abono de mi sinceridad,
séame permitido un alegato:
Entonces era yo seminarista
sin Baudelaire sin rima y sin olfato;

¿guardas flor del terruño aquel rebozo
de maleza y de nieve, en cuya seda
me dormí, aspirando la quintaesencia
de tu espalda leve?