martes, 1 de enero de 2013

LÊDO IVO






El trapiche



Quieres que guarde para ti el rocío. 

Mas cómo puedo guardar lo que se disuelve
al sol, como el viento, el amor y la muerte?
Cómo guardar los sueños que soñamos
al paso que caminamos despiertos
en lo oscuro y sin nadie a nuestro lado?
Y los susurros de labios encantados
en el otro lado del muro? Y la hierba que se
esparce
en la pista del aeropuerto? Y la mancha que
aparece
en la cáscara del mango maduro?
Cómo guardar la brisa sibilante
en el combés del navío? Y el vuelo del pájaro?
Y la barca abandonada que atraviesa el río
y para bajo la cubierta?
Cómo y por qué guardar un arreo herrumbroso
y la ceniza "de la hoguera"
y la lluvia que llovía y el viento que venteaba?
La nada guardaremos, nosotros que somos
el depósito de todo, el baúl y el trapiche.
El rocío; que es eterno, se evapora
llegada su hora Y nuestros sueños
nos guardan fielmente en sus sepulcros.





CHARLES BUKOWSKI





Zapatos



cuando eres joven
un par
de zapatos
femeninos
de tacón alto
inmóviles
solitarios
en el ropero
pueden encender
tus huesos;
cuando estás viejo
son sólo
un par de zapatos
sin
nadie
en ellos
y
también. 

Versión de Rafael Díaz Borbón


JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN






Rosa Kessler



Ahora soy más feliz. ¿Importa eso?
Sé que mientras te quise estuve vivo.
"Rosele, meine Rosele..." En sueños
todavía sigo pronunciando tu nombre,
la única oración que no he olvidado.
Ya sé que ahora eres dichosa
como nunca lo fuiste conmigo.
Yo también soy feliz. ¿No te lo dije?
Se acabaron los bruscos
viajes al hospital, los juegos con la muerte
sólo para saber si aún me querías.
Todo pasó, ya nada importa nada.
No es tan difícil el juego de la vida
cuando se aprenden unas pocas reglas.
Yo las aprendí tarde, pero bien.
Ahora soy feliz como nunca lo he sido.
Pero déjame confesarte un secreto:
en sueños todavía vuelvo a ver
tu rubio pelo iluminando el día.



De "Principios y finales" 1997



ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ






Sobremesa



Una mancha de vino en el mantel me
recordó París, unas horas que nadie
me podrá disputar mientras viva.


LUIS GARCÍA MONTERO




  
Cabo Sounion



Al pasar de los años,
¿qué sentiré leyendo estos poemas
de amor que ahora te escribo?
Me lo pregunto porque está desnuda
la historia de mi vida frente a mí,
en este amanecer de intimidad,
cuando la luz es inmediata y roja
y yo soy el que soy
y las palabras
conservan el calor del cuerpo que las dice.

Serán memoria y piel de mi presente
o sólo humillación, herida intacta.
Pero al correr del tiempo,
cuando dolor y dicha se agoten con nosotros,
quisiera que estos versos derrotados
tuviesen la emoción
y la tranquilidad de las ruinas clásicas.
Que la palabra siempre, sumergida en la hierba,
despunte con el cuerpo medio roto,
que el amor, como un friso desgastado,
conserve dignidad contra el azul del cielo
y que en el mármol frío de una pasión antigua
los viajeros románticos afirmen
el homenaje de su nombre,
al comprender la suerte tan frágil de vivir,
los ojos que acertaron a cruzarse
en la infinita soledad del tiempo.


JORGE GAITÁN DURAN





Canto XIII



La dulce tolvanera del silencioso otoño
va anegando tu imagen en su vaga humareda,
encendiendo en el tiempo la hoguera del olvido
para borrar la última ceniza de la ausencia.

Nadie sabrá que vivo para ti, que defiendo
contra las llamas trémulas tu desnudo recuerdo,
que lucho en el otoño de vientos desolados
y en sus ondas sombrías te reclaman mis sueños.

Nadie sabrá que fuiste mía bajo el otoño
de estrellas delirantes y crepúsculos vagos,
que llenaste mis labios con tu fuego de siempre,
que cayó mi tristeza sobre ti como un canto.

Porque nada resiste la invasión del olvido
cuando llega a mi alma su humareda de otoño.
Todo se va de mí, se fuga de mi vida,
tú también te me vas y permanezco solo.