domingo, 2 de febrero de 2014

JAVIER VICEDO ALÓS




Tríptico de la caída



I

No hace falta, no intentemos la palabra
ni los gestos hacia el ánimo,
sólo podéis acompañarme
como yo os acompaño a vosotros.

Que ya nadie prometa una mano junto a otra,
el universo es una mano que tiembla a solas.


II

Demos presencias a la intimidad
como se llena un abismo.
Demos los pájaros en fuga de los significados,
la mirada oscura de lo que aguarda.
Demos a lo cercano nuestro perfil de roca.
Precipitemos promesas, ecos, turbulencias.
Abramos la mano y cifremos el mundo.


III

Una mano escribe su soledad de hombre,
la igual caída de sus distintos,
el vértigo de ser
en otros.




ISABEL CADENAS CAÑÓN



  
AF 5962



i.

en 15 horas he dejado mi vida
en 2 aviones
1 coche
algunas cajas

no tengo llaves


ii.

me rodean en este París-Bilbao
miradas  extraviadas
en el estertor de unos auriculares
préstamos a plazo fijo
ancianos prematuros
seguridad gregaria seguridad

nada
nunca
me parece tan gris
como esto que a lo que fielmente
pertenezco


iii.

estoy aterrizando

a esta hora la plaza Serrano
está llena de europeos que se quieren australes
como yo
San Telmo espera al domingo
los teatros empiezan a abrirse
alguien ceba un mate en  una vida recién estrenada en Caballito
ahí abajo está el Cantábrico que explica tantas cosas
que sin embargo ahora carecen de importancia

estoy volviendo a casa

mi hermana y mi padre
me hacen gestos de bienvenida
detrás del cartel de llegadas

ellos probablemente no entiendan que ésta no es mi casa
que estoy caminando por Rivadavia y es invierno y está anocheciendo
y la luz naranja baña los edificios altos.


JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ




Margull


Hace el amor gran villanía al no enlazarte a ti
Jacopo da Lentino


Como un desnudo con alhajas
la noche de Verano languidece
en este bar junto a las aguas.
Desazón del calor. Una música ingrata
que impide hablar. Y esos seres
(en los que nada reconoces)
ofrendando a la madrugada su vacío
de alcohol y drogas…

Y de pronto, en medio de esos rostros,
el tuyo. Esa mirada alegre,
ese gesto risueño, esa
vitalidad deslumbrante que
como dando saltitos
se exhibe ante mí.

Una vez más, la vida
ha sido generosa; me permite
contemplar la delicia de una juventud
en su esplendor, imaginar mis manos
acariciando esa piel suave,
y a mis labios besando ese pelo salvaje,
esas sienes, esa boca, ese vientre,
soñando el calor y el olor de ese cuerpo.

Sí. Y este viejo corazón,
como si no estuviera hastiado,
como si aún tuviera diecisiete años,
se alboroza, tiembla.

Y estos viejos ojos
de los que se ha borrado la vileza de este sitio,
el sinsentido de esta noche,
agradecen vivir -¿A quién, a qué? Al Deseo.
Que como ciertos libros, como algunas
obras de Arte
es lo único ya
que hace soportable la existencia.



MIGUEL HERNÁNDEZ




Las abarcas desiertas


Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.


Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

FÉLIX LOPE DE VEGA




Canción



¡Oh libertad preciosa,
no comparada al oro,
ni al bien mayor de la espaciosa tierra,
más rica y más gozosa
que el precioso tesoro
que el mar del sur entre su nácar cierra;
con armas, sangre y guerra,
con las vidas y famas,
conquistado en el mundo;
paz dulce, amor profundo
que el mar aparta y a tu bien nos llamas;
en ti sola se anida
oro, tesoro, paz, bien, gloria y vida!

Cuando de las humanas
tinieblas vi el cielo
la luz, principio de mis dulces días,
aquellas tres hermanas
que nuestro humano velo
tejiendo, llevan por inciertas vías,
las duras penas mías
trocaron en la gloria
que en libertad poseo,
con siempre igual deseo,
donde verá por mi dichosa historia
quien más leyere en ella
que es dulce libertad lo menos della.

Yo, pues, señor exento
desta montaña y prado,
gozo la gloria y libertad que tengo.
Soberbio pensamiento
jamás ha derribado
la vida humilde y pobre que sostengo.
Cuando a las manos vengo
con el muchacho ciego,
haciendo rostro embisto,
venzo, triunfo y resisto
la flecha, el arco, la ponzoña, el fuego,
y con libre albedrío
lloro el ajeno mal y canto el mío.

Cuando la aurora baña
con el rocío
de aljófar celestial el monte y prado,
salgo de mi cabaña,
riberas de este río,
a dar el nuevo pasto a mi ganado,
y cuando el sol dorado
muestra sus fuerzas graves,
al sueño el pecho inclino
debajo un sauce o pino,
oyendo el son de las parleras aves
o ya gozando el aura
donde el perdido aliento se restaura.

Cuando la noche oscura
con su estrellado manto
el claro día en su tiniebla encierra,
y suena en la espesura
el tenebroso canto
de los nocturnos hijos de la tierra,
al pie de aquesta sierra
con rústicas palabras
mi ganadillo cuento
y el corazón contento
del gobierno de ovejas y de cabras,
la temerosa cuenta
del cuidadoso rey me representa.

Aquí la verde pera
con la manzana fermosa,
de gualda y roja sangre matizada,
y de color rosa
la cermeña olorosa
tengo, y la endrina de color morada;
aquí de la enramada
parra que el olmo enlaza,
melosas uvas cojo;
y en cantidad recojo,
al tiempo que las ramas desenlaza
el caluroso estío,
membrillos que coronan este río.

No me da descontento
el hábito costoso
que de lascivo el pecho noble infama;
es mi dulce sustento
del campo generoso
estas silvestres frutas que derrama;
mi regalada cama,
de blanda pieles y hojas,
que algún rey la envidiara,
y de ti, fuente clara,
que, bullendo, el arena y agua arrojas,
estos cristales puros,
sustentos pobres, pero bien seguros.

Estése el cortesano
procurando a su gusto
la blanda cama y el mejor sustento;
bese la ingrata mano
del poderoso injusto,
formando torres de esperanza al viento;
viva y muera sediento
por el honroso oficio,
y goce yo del suelo,
al aire, al sol y al hielo,
ocupado en mi rústico ejercicio;
que más vale pobreza
en paz que en guerra mísera riqueza.


Ni temo al poderoso
ni al rico lisonjero,
ni soy camaleón del que gobierna,
ni me tiene envidioso
la ambición y el deseo
de ajena gloria ni de fama eterna;
carne sabrosa y tierna,
vino aromatizado,
pan blanco de aquel día,
en prado, en fuente fría,
halla un pastor con hambre fatigado,
que el grande y el pequeño
somos iguales lo que dura el sueño.

BÁRBARA BUTRAGUEÑO




Abres la boca y miras dentro
con la firme voluntad
de entender algo. Debe
de estar allí escondido
el sordo repicar
de tanta angustia un reloj
una máquina de ritmo
impertinente
que te ata con esta
extraña fuerza
a la cordura.

Desde hace algún tiempo
visitas con frecuencia
la mentira y su oscura
catedral. Y sería
faltar a la verdad decir
que no te has familiarizado
poco a poco casi
sin saberlo
con esa falta de exigencia
hacia ti misma
con ese rumor constante
que brota fieramente
de la grieta
que ahora llevas en la cara.

Te has dejado ir como
quien baila con delicadeza
una música indescifrable
y de pronto
advierte
que se encuentra
en la otra punta de la sala.

Ahora
con el cuerpo aborrecido
con la piel
transida de inminencia
contemplas con pavor
y en ángulo perfecto
de setenta y cinco grados
esa última fisura
que queda por colmar.

La culpa es una forma de avaricia
un modo agotador de atesorar virtud.

Ya no sé qué es máscara
y qué es rostro.