"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 19 de octubre de 2023
ANA ROMANO
Abril
Amapolas
Estremecidas
en el estallido
En
un crujido de voces
gente
deshabitada
En
el bullicio atrapado
de
este abril quieto
el
viejo seco
con
ojos de lapacho
retoca
su maquillaje.
AIXA RAVA
Estancia
Mi casa es otro cuerpo
y yo aprendo de su respiración
de su descanso, de su trabajo
mientras la habito.
El ruido de los órganos que se acomodan
el pitido del lavarropas, la cortina
golpeando el marco de aluminio,
el hielo de la heladera
y su crack —mi casa tiene ritmo.
Funciona
mecánicamente en paralelo
a las corridas tempestuosas sobre la escalera,
a las bisagras y los golpes de la madera,
la urgencia del baño y el llamado
del horno y la comida.
Encastra
su engranaje a nuestra estancia
al flujo constante de vida, mirá
cómo se agita cuando abrimos la ventana
y entran con el viento
revoltijos de hojas; así
dejémosla ligeramente abierta
por unas horas, todo cuerpo
precisa del reposo.
De: “La
luz no se corta como el papel” (2016)
ALFREDO HERRERA FLORES
Poema
arrebatado al viento
Este poema ha sido rescatado
del viento.
No ha sido fácil
arrebatárselo, desprender de sus
fuertes brazos de aire
cada palabra, cada letra;
aún más difícil ha sido
ordenar nuevamente
las palabras húmedas, arrugadas,
hechas casi hilachas.
No estoy seguro si este poema
es el que estaba secando al sol
cuando nos sorprendió la tormenta,
tal vez no tenga más remedio
que arrojarlo al mar.
EDUARDO MOGA
La
luz oída
Qué
dentro hay un sol. Cómo grana en el ataúd
invisible del cuerpo. Cómo arraigadamente
brilla, con qué penumbra de asombrado meteoro,
con qué óptima quietud. Bosques en vilo esperan,
junto al acantilado, que se vacíe el fuego
que impregna la noche. Es la tea, cerrada,
que regresa; es el rayo inverso que revela
con su voz seminal las posibilidades
del hielo. La ceniza se desangra. El cereal,
acercándose, busca gargantas donde hurtarse
a las ardientes lluvias, cimientos para el puente
que sólo han de pisar los vivos, los inermes,
los que han sanado. Toros que respiran como arcos
tensados: aún no. Acérrimos caballos
que optan por el seísmo: no. Agua que se vertebra,
como un súbito cuello, o clavos que la hieren:
todavía no. Tierra sin sexo que ofrece
su vuelo, su lentísima energía, a los árboles
impacientes; penínsulas faltas de sol y omóplatos,
donde vertiginosos peces, inacabados
todavía, ignoran el fluir de los sudarios.
Es demasiado pronto para el tiempo. Los líquenes
crecen en las saetas disparadas. Los fetos
brotan como cardumen y esbozan fidelísimos
músculos, pero encuentran, antes de concluirse,
su cadáver exacto. Los galápagos son
jóvenes como el frío. La carne es un minúsculo
tren. El cielo se va. Los ojos, detenidos,
son jazmines sin ímpetu. Sólo un viento de huesos
que protestan agita los cuerpos indecisos
para que vean cuántas ruinas en el latido,
con qué germinación los sombras cristalinas
vuelven a su semilla. El silencio contiene
silencio de mar, pétalos de explosiones, eclipse
de volcanes, fusiles que relinchan, cerveza
inaudible; designa los sonidos, los piensa
con paciencia de miel, con terquedad de proa,
como si fueran, ay, el aire de un insólito
cadáver o las ígneas mieses en cuyas simas
se enamoran las águilas.
BALBINA PRIOR
La
celebración de la palabra
Desde
esta pelliza de toro tan angosta a veces,
gran bazar de la droga, según los diarios,
portaviones de sol, vehemencia y gozo,
preñada de inquilinos que bailan
-y qué remedio- con el alegre subsidio de la palabra,
sólo se puede aceptar una contienda de juego y paz,
aunque la mancha de petróleo en el océano
siga ahogando pateras
y sus inagotables fuegos de artificio
iluminen haciendas y solares encalados.
Pero
una gota de lluvia en ese océano
bastaría para recordar que somos
una nimia inmensidad indivisa,
una frontera única en el presente de los pueblos,
y no se debe sucumbir,
pues queda demasiado cerca el zéjel y la moaxaja,
hace pocos siglos que importamos el soneto,
y parece que fuimos ayer cuando Breton,
Artaud, Aragon, Soupault, Tzara,
cambiaron a este bajel pirata su rumbo.
También
dijeron que no era arma poderosa;
por si acaso, me tomo cada mañana la molestia,
de acudir a la fuente donde manan las palabras,
apartar residuos tóxicos, bolsas de plástico,
y exprimidas latas de Coca Cola, que maldigo fríamente,
para poder sobrevivir sin DNI reglamentario,
y como si de un anuncio de 15 segundos se tratara
devolver bien condenso un mensaje alto, claro,
y evónimo de celebración del verso,
unida ya a esta grey, artificiera de pasiones,
y sin más escudo que cualquier semipoema.
DORI GÓMEZ
Arrebol
El
cielo rojizo va entrando
en
el alma de mis deseos,
recuerdos
de ocasos de mar,
de
rayos de sol iluminando
tú
ruborizada mejilla.
MI
corazón sereno
camina
por la orilla,
me
vienen suavemente
aromas
a salitre, a sal,
a
tarde ardiente.
Etérea
y leve como un poema,
eres
como de agua
mujer
ingrávida que como
los
rayos de sol en la tarde
iluminas
mi crepúsculo.