domingo, 1 de junio de 2014

MIGUEL ARTECHE SALINAS


 

Amargo amor

 

Teje tu tela, teje de nuevo tu tela;
Deja que el mes de junio azote el invierno de mi patria;
Teje la tela de acero y de cemento;
Junta tus hilos uno a uno, oh hermoso tejedor;
Forma tu tela con fuertes lazos,
Con orgullosos rastros de sueño.

Toda la tierra está en las colas del amor;
En las ciénagas del amor podridas están las manzanas.
Cada día tiene un eco, un paso, un rastro, gemido;
Cada día la estancia recibe la visita del cuerpo en el lecho;
Cada día hay una mano que desnuda;
Cada día descansa la ropa en las sillas brillantes por el polvo.
Teje tu tela, oh hermoso tejedor;
Teje los restos de los cuerpos que se unieron.

Entre tus hondos pechos de relámpagos quietos,
Entre tu vientre oculto de cesto dividido,
En la cálida ráfaga que viene de tu abrazo,
Fui un día tu sombra, el "cuándo" entristecido,
El "adónde" que lleva hacia una muerte cierta.
Ya moriré algún día sin preguntar qué pasa,
Qué pasa entre tus hombros, en el temblor de espiga
De tu escorzo de nieve,
Qué viene por los ecos que acarician tu pelo,
Qué flechas encendidas acumulan tus manos,
Qué enamorado encuentro ha de tocar tu beso.

No es para volver, no es para cantar
Sino tu verde corazón transfigurado,
La melodiosa sombra que duerme en tus pupilas,
El afán escondido que tenía tu ausencia.

Recógeme, amor mío, con tus cálidas plumas;
Recógeme y húndeme tu ternura llagada;
Colócame en tu olvido, recógeme cantando.
No es para que preguntes, no es para que indagues
El sitio donde puse mi corazón hundido;
Recógeme, ahora, para estar en lo ausente,
Sin preguntar qué ocurre, qué pasa, por qué vuelves
Tu cabeza de ausente firmamento.

Cae ahora hacia mi lado; vuelve
A dividir tu cuerpo, a derramar tu furia,
Hasta que te estremezca el nombre del combate
Que a muerte libraremos, esa pasión a muerte
Entre tú y yo: un huracán de manos
Nos hallará apretados en los dones sin término
De una tierra total.

 

 

CRISTINA CHAIN


 

1

  

Amo la explosión
de los coros
al alba
de todos los pájaros
en esta ciudad.

Cuando los sueños
aún no se evaporan.
Yo amo esa hora
de la tarde
en que ellos
lloran a la luz.

 

 

 

ELÍAS HIENAM


 

Cloroformo

 

Yo no formo parte del círculo,
negro,
yo tomo la cerveza sólo en una plaza,
cualquiera,
con versando con un perro ninguno,
que pasa,
y pregunta por el whisky escondido
en la maleza.

Yo no formo parte del círculo,
hermano,
mi filosofía es de tablón,
de cuneta solitaria;
mucho más tarde,
tras la noche que se aclara.

Yo no formo, amigos
la forma muere en cada palabra
el círculo tiene tantos lados
¡como defenderle!
no formo parte y que más queda,
si el anfiteatro es hoy un mall,
si el liceo está tan "bien ubicado",
si ese poema merece el nobel,
si pavimentaron la cancha y la vida,
si aquel rebelde estará bien muerto,
esta noche,
por estos mundos.

Yo no formo parte del círculo negro,
hermano.

Yo me junto con los canes atareados en la tarde
tan sin agua,
ateridos tras los autos de una esquina,
en la ciudad que deja de ser
el lugar en que crecimos antes.

 

 

PEDRO ANTONIO ARAYA


 

Como una oración el alba

  

esta como agua vertical, este filo de piedra pura
a bolsillos llenos; un golpe de tu dedo sobre
las sombras de los libres, el trágico desvelo allá
abajo en la hora bella en que fui otro.
este instante a tus dolores y tus amores descarnados,
tus pasos de alma a alma.
el aire y el mundo no buscados.
la vida más terrible y hermosa, la primera aventura
dónde se lanzan las noches, los jadeos de
sufrimiento y placer -detrás de las fachadas
de los palacios-, y los pálidos destellos de los
ojos.

cuando todo quede reducido a una estrella,
a una única estrella mendiga
tibia y viviente con un día dentro
la transfiguración agazapada    profunda     ardiente
sobre las silenciosas tejas
el torbellino de las formas    los labios
el reposo sobre el lecho o sobre el prado
la viga maestra     los muros
investiremos las ciudades      las nuestras

sólo el mar y el fuego mezclados
emergiéndonos uno a uno los velos

 

De: Arcosanto

 

 

NICOLÁS MARÉ



 
Recién te fuiste
 

 
Te escribo esta ausencia como una langosta
en el jardín donde escupí sangre por no estar lo suficientemente despierto.
Recuerdo que los calendarios siempre estaban atrasados
mientras bajo varias luces yo transparentaba mi acertijo:
los otros dos o tres que me acompañaban
jugaban a limpiarse de entendimiento.

Te escribo esta ausencia como contándote mi vida.
Ayer tuviste una preclara belleza
y hoy día te fuiste como con lágrimas
a bautizar la tierra un poco más al sur
donde tu cuerpo sintió frío la primera vez.

Era especialmente sensible a las palabras despiertas
pero toda la farra y la velocidad
me llenaban los ojos de cruces ceremoniales.
En invierno severo recorría la lluvia por montones.
Abajo de cualquier edificio bebía con mis amigos
que ahora se los tragó la tierra.

Una vez conseguí burlar al enemigo.

Yo no tengo soledad lo suficientemente rápido.
Un par de días me desbarandé por casas extrañas
y al final de la oscuridad alguien dijo mi nombre
como para estamparme en la vida:
Aquí me ves haciendo cabriolas que nadie entiende
a pesar de que traduzco mi mirada al idioma de los bares.

Te escribo esta ausencia demasiado pronto
pero el cáncer y todo lo demás.

Cuando empecé a conocer poetas
fui consciente de la agricultura.
Un caballo más un pez son una musa.
Una herramienta menos la musa es lo inútil
que ciertamente es un poema
que ciertamente es el poeta.
Millones de estrellas para no decir nada.

Después mi vida se fue volviendo interesante
con todas esa cicatrices en la cabeza
en las manos y en mis platos de comida.
Incluso el truco de hacer desaparece el ombligo.
Cuando no podía cantar el réquiem
cazaba lagartijas manchándome las manos con lo reptil de la congoja.
Pero nunca pude dejar de defecar
a pesar de haber leído tantos libros.

Varias veces la pretendida tristeza
y el miserable corazón
para después tener que echar a la broma
esta ausencia que te escribo.

Es cierto que existen animales mortales
tanto como lo insecto que somos.
Hay tantas cosas ciertas
que ya no sé cómo lograr que me creas el abismo.

Te escribo esta ausencia para podar los árboles
y no para venderte la religión de los fantasmas.
Te la escribo para acotar espacios
para no botar más flema
para contarte un poco de eso
que nunca te podré contar.

 

 

ALEJANDRA DEL RIO


 
 

Yo cactus

 

I

 

Yo no soy moderna
o tal vez lo soy. Vivo con mi sangre puesta
goteando encima de las cosas
en una absurda imitación del universo.
Yo no llevo guantes ni ropa blanca
cuando toco metales
cuando escarbo en las miradas
y me seduce el olor cuando fermenta.
La palabra es una viga
donde posan su alma los muertos
el verbo una cornisa en movimiento
y mi oscura vitalidad
el camino que no cesa.
Acaso me hablaré de ese silencio.
Acaso alguna vez poder vestirme del vacío
sonreír desde la mueca.
Acaso cegar el mundo con los ojos abiertos.
Ser siempre lo que no soy
-muriendo en cada intento-
a espaldas del reloj que avanza