martes, 7 de agosto de 2012


INGRID VALENCIA




Ouroborus


Hoy
Se vive así
con el fuego en casa
sin más

Los muros blancos de mi calle
y las reproducciones de Goya
entre los dientes

La roja ausencia del espejo

Allá, el ruido impreso
del vaivén de los hombres

Aquí, el silencio roto
la flor evaporada
y la ceniza caída de la boca

ALFONSINA STORNI





¡Aymé!



Y sabías amar, y eras prudente,
y era la primavera y eras bueno,
y estaba el cielo azul, resplandeciente.

Y besabas mis manos con dulzura,
y mirabas mis ojos con tus ojos,
que mordían a veces de amargura.

Y yo pasaba como el mismo hielo...
Yo pasaba sin ver en dónde estaba
ni el cruel infierno ni el amable cielo.

Yo no sentía nada... En el vacío
vagaba con el alma condenada
a mi dolor satánico y sombrío.

Y te dejé marchar calladamente,
a ti, que amar sabías y eras bueno,
y eras dulce, magnánimo y prudente.

Toda palabra en ruego te fue poca,
pero el dolor cerraba mis oídos...
Ah, estaba el alma como dura roca.


MARÍA SANZ




Al filo del alba



La cal de las paredes
resbala por el aire.
El azulejo enmarca
peregrinos destellos.
Todo está en calma ahora.
Una extraña tiniebla
envuelve los perfiles
nocturnos. Cada instante
que pasa, resucita
convertido en recuerdo.

Pero toca a su fin tanta dulzura
cuando, al filo de alba,
me desatas de ti calladamente

PABLO NERUDA





El amor



Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.

LINA ZERON





Déjalos que hablen



Del color que sean,
déjalos que hablen.
Que hablen
rojos o azules,
verdes o canarios.
¿Qué saben ellos de mí
salvo que soy un cuerpo?

Déjalos que de mí coman
que me pudra entre sus dientes,
que sirva de alimento a esta banda
de gusanos que se adherirán
a mi piel cuando por fin descanse.

¿Qué saben ellos de mí,
salvo que soy un dócil cuerpo?

De "Vino Rojo"