lunes, 15 de febrero de 2016


MARIO BENEDETTI




212



a este desierto
le hacen falta un oasis
y diez camellos



MIGUEL FLORIANO TRASEIRA




My Gal



Dime: ¿a qué esperar con mano insomne
los dones que el amor tenga en cuidado,
el beso de algún río de aguas fértiles,
la enigmática ofrenda del destino,
el glauco renacer, la paz definitiva,
la hermosura de la claudicación?
Dime: ¿a qué esperar, a qué aguardar?
Desciende hasta mi cuerpo una vez más.
Conquista estas palabras verdaderas.
Que despedace tu voracidad
los hábitos del tiempo y el dolor,
reflejos en la hondura de la muerte.
A qué esperar. No se halla espera si tenemos
pactada ya una cita con la Historia.


(Inédito en libro)


RAQUEL LANSEROS



  
En ocasión de todos los finales



Yo nunca resistí las despedidas
   con su mezcla de muerte y precipicio
      con el aroma amargo de la finitud
                                     empalagando el ánimo
         con esa luz de hielo matutino
                      que penetra debajo de los párpados.

Yo nunca resistí las despedidas
      pero no sé por qué.
Me lo pregunto porque no ha supuesto
una sorpresa súbita casi ninguna de ellas.
He solido saber
con esa exactitud de los relojes
el lugar, el momento
   la documentación y el escenario
                                      en que sobrevinieron.

No hay engaño. El jueves diecinueve
era un jueves sin ti. Estaba escrito
mucho antes que las lágrimas
anunciasen el fin
          y todo fin es único.

Las despedidas son como el otoño
inevitables pérdidas
     vienen puntuales con aviso previo.
Nadie puede acusar de su tristeza
a la pequeña hoja tiritando dormida
                               en medio del camino.

De repente esa hoja me recuerda
los hoteles pintados de naranja.
Son dos cosas que llegan de otra época
                         igual que llega la bruma de noviembre.
Traen una carga de nostalgia limpia
sin traición ni sorpresa.
     Y sin embargo el alma
     no logra acostumbrarse en una vida.

Yo nunca resistí  las despedidas
porque en cada una de ellas se marchita la voz
de todas las personas que yo he sido
                                       y ya no puedo ser.


RENÉ MORALES HERNÁNDEZ



  

14.2



muchos años después Melusina
vos sabrás lo que tendrás que hacer

vendrás dejándolo todo

y yo estaré aquí
en casa pensando en como hacer
que arda este maldito mundo de mierda

en donde solo debimos de haber nacido
vos y yo



JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO




La fuente perdurable



Se estremeció al contacto de las manos
y ofrecía su cuerpo al alfarero
que ella siempre anheló: primero el rostro
después el talle luego las rodillas.

¡Oh sí! Mujer de barro que se vuelve
cántaro de aguamiel vasija húmeda
copa de vino para los desmayos
maceta de albahaca taza honda

cáliz de olor jofaina regalada
pila bajo la fuente perdurable
lamparilla de aceite que alumbrara

noches sin sueño y páginas de un libro
que está por escribir. ¡Oh sí; ser barro!
Barro que ha descubierto a su alfarero.
 



JORGE GUILLÉN




Pasa el tiempo y suspiro porque paso...



Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
nunca es la mía bajo el cielo raso.

Calculo, sé, suspiro, no soy caso
de excepción y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.

Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.

Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.