viernes, 25 de julio de 2014

LUIS PALÉS MATOS


 

Matices
 
 

I

Una risotada
En todas las cosas...
Sobre la enramada
De las pomarrosas;

En el océano
Que tiembla de gozo,
Bajo el beso sano,
Tibio y amoroso

De la luna llena,
Que se muestra plena
De anhelos febriles,

Cuando los celajes
Pasan, cual mirajes
De cosas sutiles.

II

Anhelo de agua
Cristalina y pura,
Bajo de la fragua
Que da calentura

Del sol irritante
Que en el cenit brilla
Como centelleante,
Pupila amarilla.

Un hálito de horno
Agranda el bochorno
Que en todo se siembra,

Y brilla el desmayo
Al canto de un gallo
Llamando a su hembra.

III

Las hojas muriendo
Pálidas y mustias
Van al alma hiriendo
Como haces de angustias,

Y la brisa queda
En sus blandos giros
Un tropel remeda
De amantes suspiros.


Mariposa blonda
Silenciosa ronda
El jardín exiguo,

Mientras la memoria
Recorre la historia
De un recuerdo antiguo.

IV

Desprovistos de hojas
Los árboles viejos
Dan al viento dejos
De ocultas congojas.

Lentos los salterios
Vierten su tristeza
Entre la pereza
De los monasterios...

Bajo la nevada
Parece que nada
De vida palpita,

Y fulge la luna
Como el alma de una
Nostalgia infinita.

 

BEATRIZ BERROCAL


 

Llegas a mí

 

Llegas a mí
como los barcos que regresan al puerto:
circundado de peces y de algas,
envuelto en la fragancia
de maderas antiguas,
transportando racimos y semillas,
acosando vacíos silenciados.
Inquieto colibrí,
cuando con mi cuerpo te penetro
abarcándote.
la bahía encuentra su nivel exacto,
y el astro que se mira en los espejos
sube hasta su invencible cenit capilar.
No te vayas muchacho,
cervatillo de mi bosque de estrellas.
Inúndame con la clara corriente de tus aguas,
ánclame entre la espuma
de tus nieblas extrañas,
haz que vuelva a nacer
en el secreto de tu llama.

 

 

CARMEN ALICIA CADILLA


 

Gradación

  

La tarde se deshoja en golondrinas.
Sonámbulo, el paisaje
recuesta los pinceles de sus árboles
sobre los horizontes de anilina.

El mar parece un cielo desnacido
en que transitan ángeles volcados.

Erizada de voces
se agiganta la noche
con su dolor de cigarro apagado.

 

 

PEDRO JUAN ÁVILA JUSTINIANO


 
 

Ella

 

La negra resguardada del Caserío
la que te parió solita en el Municipal
la que recicla afanes en el día
la que incinera culpas en la noche
te lleva cada semana
el aliento de esas cenizas
para que desafíes tus rebeldías.
Porque muy pronto
crujirán los goznes tu salida.
Detrás quedarán los muros de azufre
que aprietan el aire emplastado que respiras.
Te moverás entre vampiros y fogonazos.
Volverás a cruzar esa arrugada pestilencia
asfixiando la escalera.
Pero la negra resguardada que te parió solita
sembrará de veleros tu caldo de mar
para que te recubras de audacias
desde la insolencia de la nueva huella.

 

 

 

CLARA CUEVAS


 

Diálogo con las estrellas

 

Ciudad rosada. Estrellas frescas.
Horizontales nuevos,
y las luces del parque dormidas
en la arena.
Las luces tiemblan...
cuando cae la tarde
me saturo de tus venas,
corre savia por mis venas inquietas,
por mis palpitantes venas nuevas.
Estreno besos frescos,
como amapolas cargadas de rocío.
Tiemblo. Tiemblas. El mundo tiembla.
Crepita una galaxia
se oculta una nube vieja,
cientos de nubes
se forman en el cielo.
Trepidan las estrellas,
se enfrían las azucenas
y dentro de mi alma nace
una luz nueva.
Que salgan, que hablen,
que dormiten las estrellas.

 

 

 

VICENTE PALÉS MATOS


 

La negra que me crió

 

La vida entera he de acordarme
de la negra que me crió:
sus dulces ojos compasivos
inclinados sobre el fogón,
el gordo seno que me daba,
y el delantal de calicó.

Reía con risa de melaza
y enseñaba los dientes de arroz;
mi niñz halló asilo en su falda
como en un nido de algodón.

Allá en la adea calcinada
(alguna cabra y mucho sol)
era la negra sombra grata:
ceiba de tronco amparador.

Aún la recuerdo, la cabeza
envuelta en rojo pañolón,
paseando su aire de tortuga
de la cocina al comedor.

De noche el sueño me rendía
bajo la magia de su voz,
o sus cuentos de aparecidos
despabilaban mi terror.

Pasó de una vida a la otra.
No recuerdo cómo pasó.
La encontraron acurrucada
como un perro, contra un rincón.

Todo el día estuve llorando
a la negra que me crió,
temiendo siempre que dijera
al ver mi llanto en el salón,
con su pastoza voz de madre:
–¡Niño, por Dioj!...