miércoles, 13 de mayo de 2020


ANDRÉ BRETON





La casa de Yves



La casa de Yves Tanguy
Donde se entra sólo de noche
Con la lámpara-tempestad
Afuera el país transparente
Un adivino en su elemento
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Y la tela estampada del cielo
-Vamos, lo sobrenatural al suelo
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Hecha de lazos y jambajes
Color de cangrejo en el oleaje
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
El espacio encadenado, el tiempo disminuido
Ariana en su aposento-cofrecillo
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
Con las crines sin fin del argonauta
El servicio está a cargo de falenas
Que se cubren los ojos con telas
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
Con las crines sin fin del argonauta
Con el moblaje fulgurante del desierto
Allí se mata allí se cura
Y sin tapujos se conspira
Con la lámpara-tempestad
Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve
Con todas las estrellas del infierno
Con los tranvías delirantes retenidos sólo por sus cables
Con las crines sin fin del argonauta
Con el moblaje fulgurante del desierto
Con las señales que intercambian los amantes desde lejos
Ésa es la casa de Yves Tanguy.



EDGAR LEE MASTERS





Jones el violinista



La tierra mantiene una vibración
por las venas de tu sangre y eres tú.
Y si la gente se entera de que tocas el violín,
pues tienes que tocarlo, y toda la vida.
¿Qué ves, un agosto de trébol,
una pradera que lleva al río?
El viento sopla por los maizales; o te frotas las manos
por las reses que irán al mercado
o escuchas el rumoreo de faldas
como de muchachas cuando bailan en La Arboleda.
Para Cooney Potter una polvareda
o un torbellino de hojas siempre fue sequía;
pero para mí eran como el Pelirrojo Sammy
en un zapateado de "Turalú".
¿Cómo trabajar mis cuarenta acres
—de comprar más ni hablar—
cuando una orquesta de cuernos, fagotes y flautines
se alborotaba en mi cabeza por el canto de los pájaros
y el crujir de un molino, nada más?
Y nunca pude arar sin que alguien,
parado en el camino, me invitara a un baile o barbacoa.
Me quedé con mis cuarenta acres,
terminé con un violín quebrantado...
quebrantada la risa y mil recuerdos,
y jamás me arrepentí.


MASAOKA SHIKI







La luciérnaga,
Su brillo
Es frío en la mano.

De: “Verano”



SARA DE IBAÑEZ




  
No puedo cerrar mis puertas...



No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas:
he de salir al camino
donde el mundo gira y clama,
he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.

He de salir a mirar
cómo crece y se derrama
sobre el planeta encogido
la desatinada raza
que quiebra su fuente y luego
llora la ausencia del agua.

He de salir a esperar
el turbión de las palabras
que sobre la tierra cruza
y en flor los cantos arrasa,
he de salir a escuchar
el fuego entre nieve y zarza.

No puedo cerrar las puertas
ni clausurar las ventanas,
el laúd en las rodillas
y de esfinges rodeada,
puliendo azules respuestas
a sus preguntas en llamas.

Mucha sangre está corriendo
de las heridas cerradas,
mucha sangre está corriendo
por el ayer y el mañana,
y un gran ruido de torrente
viene a golpear en el alba.

Salgo al camino y escucho,
salgo a ver la luz turbada;
un cruel resuello de ahogado
sobre las bocas estalla,
y contra el cielo impasible
se pierde en nubes de escarcha.

Ni en el fondo de la noche
se detiene la ola amarga,
llena de niños que suben
con la sonrisa cortada,
ni en el fondo de la noche
queda una paloma en calma.

No puedo cerrar mis puertas
ni clausurar mis ventanas.
A mi diestra mano el sueño
mueve una iracunda espada
y echa rodando a mis pies
una rosa mutilada.

Tengo los brazos caídos
convicta de sombra y nada;
un olvidado perfume
muerde mis manos extrañas,
pero no puedo cerrar
las puertas y las ventanas,
y he de salir al camino
a ver la muerte que pasa.


FANOR TELLEZ





El diálogo, la paz



Con las manos desnudas
y sus muertos, nuestros muertos,
los pequeños derribaron los muros de la ciudad
y entraron para sentarse frente al príncipe
y sus comparsas,
llenos de fuerza en equilibrio,
actuando como quienes unen el cielo
y la tierra
y son uno adentro y afuera,
iluminados por esta conciencia de la acción ecuánime,
apartidista, de ayuda al común.

Los pequeños, sin miedo de ser sinceros
ni de ser compasivos con los afligidos
ni desmemoriados, exigieron justicia
por cada nombre ardiendo en la noche.

Allí los tiranos frente a este espejo
vieron la imagen de lo que alguna vez fueron
o quisieron ser
y ya no son,
sino el polo contrario de las nobles causas
y de la poesía.
Vimos bajar una sombra de su cabeza a sus pies.

¿Ahora, qué vamos hacer?.
Readecuamos conforme el orden de la vida
el país donde queremos respirar
y dormir.

Habiendo paz se va lo mezquino.
Nadie más impondrá un orden inventado por él
desde su propia casa. Habrá tiempos venturosos.
El pueblo dará cada vez un hombre sabio
aunque parezca ordinario como nosotros.

La sabiduría hace crecer lo pequeño.


RAMON DE CAMPOAMOR





Para tu boca



Para formar tan hermosa
esa boca angelical,
hubo competencia igual
entre el clavel y la rosa,
la púrpura y el coral.

Mintiendo sombras del bien,
en ella el mal se divisa,
por lo que juntos se ven
ya la apacible sonrisa,
ya el enojoso desdén.

Y en los senos abrasados
engendra con doble holganza,
o con tormentos doblados,
cada risa una esperanza,
cada desdén mil cuidados.

Cual las conchas orientales
en tu boca, y por vencerlas
muestra en riquezas iguales,
cuando desdeña, corales,
y cuando sonríe, perlas.

Y si con sombras de bien
tal vez el mal se divisa,
es porque en ella se ven
guardar la miel de su risa
las flechas de su desdén.

Si a mí su rigor alcanza,
al ver su hermosura, siente
el corazón doble holganza;
y aunque un desdén me atormente,
déme una risa esperanza.

¡Bien haya la dulce boca,
que sólo sus frescos labios
el aura pasando toca;
que haciendo el ámbar agravios,
su miel a gustar provoca!

¡Oh, bien haya cuando ufana
dando enojos a la rosa,
muestra su cerco de grana,
fresca como la mañana,
como el azahar olorosa!

Y si acaso dulcemente
suelta plácida congojas,
ya es el rumor del ambiente,
ya el susurro de las hojas,
ya el murmurar de la fuente.

Si alegres sones respira,
las aves del prado encanta;
y si a vencerlas aspira,
con las que gimen, suspira;
con las que gorjean, canta.

Tu miel, aroma y colores,
rinde en amante oblación,
flor, ante cuyos primores,
mustias é inútiles flores
las flores del valle son.

El néctar más regalado
deja que de amores loco
beba en tu labio abrasado;
para una abeja es sobrado
lo que para muchas poco.

¡Mas ah!, que vertiendo quejas,
me esquivas tu dulce miel;
en vano de una te alejas
si ves que miles de abejas
poblando van el vergel.

¡Ay de la rosa encarnada,
que en su seno de carmín
niega a una abeja la entrada!
Tantas la acosan al fin,
que queda sin miel, y ajada.

¡Ay de las cándidas flores,
si alzan su capullo tierno
del estío a los ardores!
¡Ay del panal si el invierno
lo hiela con sus rigores!

Dame los gustos sin tasa,
pues ves que el sol estival
las tiernas flores abrasa;
mira que amarga el panal
cuando de sazón se pasa.

Ríndete a mí placentera:
no te rinda con agravios
de abejas la turba fiera:
que herir esos dulces labios
herirme en el alma fuera.

De ese tesoro las llaves
dame, y sus dones ardientes
libaré en besos suaves,
sin que lo canten las aves,
ni lo murmuren las fuentes