"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 4 de septiembre de 2016
CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE
En mitad del camino había una piedra...
En mitad del camino había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
había una piedra
en la mitad del camino había una piedra.
Nunca olvidaré la ocasión
nunca tanto tiempo como mis ojos cansados permanezcan abiertos.
Nunca olvidaré que en la mitad del camino
había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
en la mitad del camino había una piedra.
En mitad del camino había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
había una piedra
en la mitad del camino había una piedra.
Nunca olvidaré la ocasión
nunca tanto tiempo como mis ojos cansados permanezcan abiertos.
Nunca olvidaré que en la mitad del camino
había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
en la mitad del camino había una piedra.
Versión de Rafael Díaz Borbón
LUIS DE CAMÖENS
"Tanto de meu
estado..."
De
cómo estoy me hallo tan incierto
que en vivo ardor temblando estoy de frío;
sin causa alternamente lloro y río;
abarco el orbe pero nada advierto.
Es todo mi sentir un desconcierto;
un fuego el alma, la mirada un río;
de pronto espero, al punto desconfío;
ora divago, de repente acierto.
Estando en tierra al Cielo me levanto;
milenios son mis horas; ningún .día
he podido vivir sólo una hora.
¿Pregúntasme el por qué de este quebranto?
Responderlo no sé... Tal vez sería
sólo porque os miré, dulce Señora.
Versión de Carlos López Narváez
que en vivo ardor temblando estoy de frío;
sin causa alternamente lloro y río;
abarco el orbe pero nada advierto.
Es todo mi sentir un desconcierto;
un fuego el alma, la mirada un río;
de pronto espero, al punto desconfío;
ora divago, de repente acierto.
Estando en tierra al Cielo me levanto;
milenios son mis horas; ningún .día
he podido vivir sólo una hora.
¿Pregúntasme el por qué de este quebranto?
Responderlo no sé... Tal vez sería
sólo porque os miré, dulce Señora.
Versión de Carlos López Narváez
MARÍA SANZ
Hombres al natural
Son seres grises,
inequívocamente masculinos,
que lo mismo me envían
algún ramo de rosas
con cuatro plenilunios de retraso,
que intentan sorprenderme
al llegar en su lata
(léase coche) último modelo
donde se sienten mágicos.
Seres brillantes,
portadores de un agua de colonia
que anuncia su presencia
con cuatro primaveras de adelanto;
hombres al natural, de calle y riesgo,
que buscan evadirse
llevándome a cenar. Puedo ingerirlos
antes de que caduquen,
pero se me indigestan
media hora después, y no merece
la pena estropear esa velada.
Madre Naturaleza,
los pones a mi alcance, y agradezco
tus sabias intenciones.
Pero yo siempre he sido
inequívocamente femenina,
y declaro ante ti que cada vez
es mayor la distancia que nos une.
Son seres grises,
inequívocamente masculinos,
que lo mismo me envían
algún ramo de rosas
con cuatro plenilunios de retraso,
que intentan sorprenderme
al llegar en su lata
(léase coche) último modelo
donde se sienten mágicos.
Seres brillantes,
portadores de un agua de colonia
que anuncia su presencia
con cuatro primaveras de adelanto;
hombres al natural, de calle y riesgo,
que buscan evadirse
llevándome a cenar. Puedo ingerirlos
antes de que caduquen,
pero se me indigestan
media hora después, y no merece
la pena estropear esa velada.
Madre Naturaleza,
los pones a mi alcance, y agradezco
tus sabias intenciones.
Pero yo siempre he sido
inequívocamente femenina,
y declaro ante ti que cada vez
es mayor la distancia que nos une.
VICTORIA LOVELL
De
espaldas un kimono de seda blanca
hace
girar un abanico negro
conjura
a los espíritus
en el
centro del recinto
donde
mi padre ateo
trazó
un templo sintoísta
diciendo
que era un garaje.
De: “Los noctiluca”
RAÚL ORLANDO ARTOLA
Y un golpe, no de mar, sino de guerra,
que destierra los ángeles mejores.
Blas de Otero
Aquéllos que alguna vez tuvimos la ilusión
de haber sido felices,
los que fuimos a misa los domingos,
los que nos manifestamos en la Plaza,
aquellos que amábamos a una sola mujer
y nos parecía bien,
éstos que somos,
éstos que cuando nos preguntan la edad
decimos treinta y cinco
como si fueran veinte
o cincuenta,
ahora escuchamos Chopin
por la mañana
y escribimos poemas
cuando Ella se deja.
Mataron a compañeros muy queridos,
sabemos que la vida enloquece noche a noche
entre insurreciones y agonías
y nos enamoramos sin pudores
aunque sea en silencio.
Somos los desterrados del caos,
el pato de la boda
que no se dejó comer,
la resaca de los viejos sueños,
nuestra única propiedad privada
sobre la que fundamos los nuevos,
más lúcidos,
más personales,
para no morir
sin haber visto
nada.
MARÍA ZAMBRANO
Para Edison Simons
El agua ensimismada
piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?
El agua ensimismada
piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?
1950. Roma (antes de abril).
Albergo d'lnghilterra.
La Pièce, 2 de febrero de 1978
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