II.
Tener
el sentimiento del mundo
acariciar la noche y su fin, la luz y su principio
tener la primera mirada y el vaho de las cosas
y luego lanzar la saliva desde lo alto
"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
II.
Tener
el sentimiento del mundo
acariciar la noche y su fin, la luz y su principio
tener la primera mirada y el vaho de las cosas
y luego lanzar la saliva desde lo alto
Delante
de la Gewandhaus*
Cuando en el treinta y seis
sacaron por la noche
el monumento a Felix Mendelssohn
de su pedestal
y prohibieron su música
se dice que los pájaros de Leipzig
seguían trinando sus melodías
como sus representantes
por algunos años más
para alegría de unos
para furia de los otros
Pero después ya solo hubo
el ulular de las sirenas en el aire
y el estruendo de
timbales.
.
Wagner, decía la gente,
eso es de Wagner.
*Gewandhaus:
la famosa casa de conciertos de Leipzig
De:
El hombre más fuerte del mundo
pero aquí estás diciendo que no se puede
contar con la lluvia/y cada vez
que doy con una palabra
que me conviene la pongo ahí-no es
complicado o a veces sí
realmente no sé por qué/siempre
hay vacíos que llenar
-alguien en otra parte despeja el camino
para que aquí llueva algo
El
teléfono
El
teléfono es un pulpo que cae sobre la ciudad. Sus tentáculos se
enredan
en las casas. Con las ventosas de los tentáculos se chupa las
voces
de las gentes. De noche —se alimenta de ruidos.
Presentación
a los pájaros
Con
mi niñita nueva bajo el brazo
salgo
a la primavera,
nuestra
niña de invierno aún empañada
de
calor tuyo y vaho de tu cueva.
Salgo
al volar travieso de los pájaros
con
mi niñita nueva,
nuestra
cachorra acariciada por la
nocturna
vecindad de tus riberas.
Bajo
el brazo la traigo y no me olvido,
al
contemplaros, de ella;
¡oh
juventud del cielo!, ¡oh campo verde
y
recuestos en flor como una fiesta!
La
traigo blanca y rubia y no la cambio
por
la menuda yerba,
ni
por la más silvestre forecilla
que
un delantal, en vez de un traje, estrena.
¡Cuántas
veces los dos hemos salido
prolongando
la espera
tan
frecuentada ya por sus pisadas
y
andada, con su ritmo, hacia la sierra!
Su
ritmo entre los surcos, con el denso
crecer
de la cosecha,
y en
el pujar suave de los árboles,
y en
la dulce estrechez de las veredas.
Su
ritmo en tu cintura, y en tus húmedas
mejillas
con ojeras
de
la tarde que se apaga, su caricia
de
fresco viento matinal que empieza.
Gorjeos
matinales nos descubren
otra
vez, pero aquella
éramos,
los dos solos, nuestro abrazo,
y
ahora somos, también, su mies pequeña,
su
pelusilla rubia, su puñado
de
sol, de agua despierta,
¡cortejadla,
mis pájaros, y amadla!
¡mi
ruiseñor, y mi mirlo, y oropéndola!
¡Mi
urraca que a saltitos desmenuzas
tu
fama de usurera!
¡Mis
golondrinas de hace un año, dentro
del
viejo portalón con sus macetas!
¡Mis
huéspedes celestes, tan asiduos
cantores,
tan cerca,
tan
de huerto cerrado y pobres tapias,
tan
de lluvia y celindas, tan de veras!
Piad
como esta vez, como sois siempre
de
alados, como cuelgan
vuestras
voces y juegos bulliciosos
en
el aire que huele a lila y menta.
Tú,
ruiseñor, el trino entreverado
de
magnolia y estrella.
Y
tú, mirlo, tus silbos casi azules.
Tú,
urraca, tu cascada voz de tierra.
Vosotras,
golondrinas, vuestra albórbola
cotidiana
y obrera.
Tú,
oropéndola, el eco espejeante
de
un interior sonoro de colmena.
Con
mi niñita nueva bajo el brazo
llego
a la primavera,
¡mirad
que os la presento aún con escarcha,
recién
hecha de amor, y nuestra y vuestra