viernes, 13 de agosto de 2021

FELIPE FLORES

 



 

II.

 

 

Tener el sentimiento del mundo
acariciar la noche y su fin, la luz y su principio
tener la primera mirada y el vaho de las cosas
y luego lanzar la saliva desde lo alto

 

 

ROBERTO VALLARINO

 

 

 

 

Líquen

 



Hongo
            y
              alga
copulan:
criptofagia.

 

 

MICHAEL AUGUSTIN

 

 

  

 

Delante de la Gewandhaus*

 



Cuando en el treinta y seis
sacaron por la noche
el monumento a Felix Mendelssohn
de su pedestal
y prohibieron su música

 
se dice que los pájaros de Leipzig
seguían trinando sus melodías
como sus representantes
por algunos años más

 
para alegría de unos
para furia de los otros

 
Pero después ya solo hubo
el ulular de las sirenas en el aire
y el estruendo de timbales.                    .

 
Wagner, decía la gente,
eso es de Wagner. 

 

 

*Gewandhaus: la famosa casa de conciertos de Leipzig

De: El hombre más fuerte del mundo

 

 

FRÉDÉRIC FORTE

 

 

 

 

 
pero aquí estás diciendo que no se puede
contar con la lluvia/y cada vez
que doy con una palabra
que me conviene la pongo ahí-no es
complicado o a veces sí
realmente no sé por qué/siempre
hay vacíos que llenar
-alguien en otra parte despeja el camino
para que aquí llueva algo

 

LUIS VIDALES

 

 



El teléfono

 

 

El teléfono es un pulpo que cae sobre la ciudad. Sus tentáculos se

enredan en las casas. Con las ventosas de los tentáculos se chupa las

voces de las gentes. De noche —se alimenta de ruidos.

 

LUIS FELIPE VIVANCO

 

 


 

Presentación a los pájaros

 

 

Con mi niñita nueva bajo el brazo

salgo a la primavera,

nuestra niña de invierno aún empañada

de calor tuyo y vaho de tu cueva.

Salgo al volar travieso de los pájaros

con mi niñita nueva,

nuestra cachorra acariciada por la

nocturna vecindad de tus riberas.

Bajo el brazo la traigo y no me olvido,

al contemplaros, de ella;

¡oh juventud del cielo!, ¡oh campo verde

y recuestos en flor como una fiesta!

La traigo blanca y rubia y no la cambio

por la menuda yerba,

ni por la más silvestre forecilla

que un delantal, en vez de un traje, estrena.

¡Cuántas veces los dos hemos salido

prolongando la espera

tan frecuentada ya por sus pisadas

y andada, con su ritmo, hacia la sierra!

Su ritmo entre los surcos, con el denso

crecer de la cosecha,

y en el pujar suave de los árboles,

y en la dulce estrechez de las veredas.

Su ritmo en tu cintura, y en tus húmedas

mejillas con ojeras

de la tarde que se apaga, su caricia

de fresco viento matinal que empieza.

Gorjeos matinales nos descubren

otra vez, pero aquella

éramos, los dos solos, nuestro abrazo,

y ahora somos, también, su mies pequeña,

su pelusilla rubia, su puñado

de sol, de agua despierta,

¡cortejadla, mis pájaros, y amadla!

¡mi ruiseñor, y mi mirlo, y oropéndola!

¡Mi urraca que a saltitos desmenuzas

tu fama de usurera!

¡Mis golondrinas de hace un año, dentro

del viejo portalón con sus macetas!

¡Mis huéspedes celestes, tan asiduos

cantores, tan cerca,

tan de huerto cerrado y pobres tapias,

tan de lluvia y celindas, tan de veras!

Piad como esta vez, como sois siempre

de alados, como cuelgan

vuestras voces y juegos bulliciosos

en el aire que huele a lila y menta.

Tú, ruiseñor, el trino entreverado

de magnolia y estrella.

Y tú, mirlo, tus silbos casi azules.

Tú, urraca, tu cascada voz de tierra.

Vosotras, golondrinas, vuestra albórbola

cotidiana y obrera.

Tú, oropéndola, el eco espejeante

de un interior sonoro de colmena.

Con mi niñita nueva bajo el brazo

llego a la primavera,

¡mirad que os la presento aún con escarcha,

recién hecha de amor, y nuestra y vuestra