miércoles, 2 de julio de 2025


 

EMILY BRONTË

 


  

A la imaginación

 


Cuando agotados de la extensa jornada,
Y del terrenal cambio del dolor por el dolor,
Perdida, dispuesta a la desesperación,
Tu cálida voz me convoca de nuevo;
Mi sincero amigo, nunca estoy sola
Si tu presencia y ese tono me acompañan.

Sin esperanzas descansa el mundo sin tí,
El mundo sin este doble de mí;
Tu mundo de astucias, odios y duda,
De frías sospechas sin lugar,
Donde tú, yo y la Libertad
Disfrutan una soberanía muda.

Lo que importa es que todo alrededor,
Peligro, angustia y oscuridad,
No rompen las cadenas de nuestra soledad
Donde habita el cielo en su esplendor,
Alimentado por diez mil rayos eternos
De soles que no han conocido el invierno.

La Razón sin dudas habrá de objetar
Por la triste realidad de la naturaleza,
Explicando que el sufrimiento del corazón es vano,
Y que sus preciados sueños deben perecer;
La Verdad con rudeza busca asolar
Las flores de la fantasía que tímidas asoman.

Pero tú siempre serás el que trae
Las cerradas visiones que retornan,
El aliento de nuevas glorias caídas en primavera,
Llamando a la vida de la muerte,
Susurrando con la divina voz
De un mundo real y brillante como tú.

No confío en la dicha de tu fantasma,
Pero en las horas quietas de la noche,
Con un incesante agradecimiento
Te doy la bienvenida, bendito aliento,
Fiel asistente de los humanos deseos,
La más brillante esperanza
Allí donde la esperanza muere.

 

ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA

 

 

Hacedor de laberintos

 


El hombre siempre se detiene ante las puertas,

escruta alrededor

con silenciosa verticalidad,

sin más sabiduría

que un manojo de llaves y sus manos.

 

Su rostro oculta

la cara y el revés de una misma moneda.

 

Presiente al mundo

y en él se sostiene,

respirando fuerte hasta llenar sus pulmones

como dos habitaciones vacías sin ventanas.

 

Así pasa la vida, puerta tras puerta,

descifrando un horizonte

que secretamente lo acompaña.

 

 

De: “Al margen de las hojas”

 



JUAN CERVERA

 

 

 

VI

 

 

Hay que volver a cantar

como la alondra y el río:

de manera natural.

 

De: “Coplas proverbiales”

 

MELISSA SAUMA VACA

 

  

 

El vuelo de los fresnos

 



Los fresnos cuando vuelan eligen ser semilla

despliegan a sus costados finas plumas

alas traslúcidas, naves efímeras

que se lanzan en espirales al vacío.

 

Los fresnos cuando vuelan elevan blancas velas

planean entre las trémulas ramas de otros fresnos

buscando en el paisaje una señal de permanencia

el espacio luminoso en que su sueño germine.

 

Cuando deciden volar, los fresnos visitan sus raíces

beben de la humedad de la tierra el impulso

para el gran salto final, para el inicio

de su nueva travesía más allá del infinito.

 

Algunos viajan apenas a unos metros

y en cuanto caen se clavan presurosos en el suelo

satisfechos por la proximidad del linaje

estallan de alegría en blancos pétalos.

 

Otros viajan de forma indefinida

perdidos en la batalla de los vientos

tan lejos que no renuncian nunca

al deleite de ser siempre semilla.

 

Lo cierto es que ya casi

nadie cultiva fresnos

se sabe que los fresnos

se cultivan a sí mismos.

 

Un poco de luz y lluvia bastan

un suelo firme

para desplegar entre sus flancos

su promesa de futuro.

 

Quizás los fresnos no lo sepan

pero poseen una fuerza

latente, contenida

en un espacio diminuto.

 

Todo el poder de un bosque

condensado en la semilla

la intensidad del sol

en cada brote.

 

Años después quizás los fresnos

verán volar veleros desde sus latitudes

recordarán el primer salto

evocarán su semejanza con las nubes.

 

Son indistintos los frutos de los fresnos

intacta fresnitud ser bosque o ser semilla

lo único vital es que los fresnos

recuerdan, ejecutan y replican

la técnica de vuelo de los fresnos.

 

 

 

IVÁN TREJO

 

 


 

En el jardín nadie nos oye/

pasamos los días al vuelo y nombramos

las pequeñas cosas para que existan/ para que nos habiten/

salimos a cazar palabras dormidas y las juntamos

en el huequito que tenemos en el pecho/ en esa entrada

al más cálido de nuestros templos/ ya satisfechos

ronroneamos mientras se acicala la noche.

 

En esta orilla del jardín somos posibles.

 


De: “Hay un jardín”

 

ROBERT CREELEY

 

 


Algún Eco

 

Algún eco,
pedacitos,
cayendo, un polvo,

rayo de luz, en la
ventana, en
los ojos. Tu

pelo mientras
te lo peinas,
la luz

detrás
de los ojos,
es lo que queda.