"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 30 de septiembre de 2018
ALICIA CAMPOS CERVERA
Teléfono
Esta
quieto y mudo como un tigre al acecho
ondula
su respiración imperceptible y calla.
Es como
si la voz no fuese a salir nunca
por ese
tuvo de boca anhelante
insaciable
de palabras duras
Este
artefacto vivo
que
vomitó insultos cruentos y también
delicadas
palabras de tu reina de Escocia.
Ese
tubo a través del cual nos hemos herido
en
caleidoscópicos matices de profundidad
también
reconciliado
balbucientes
de ternura como pichones puropico,
sorbido
los mocos del arrepentimiento,
comentando
banalmente sobre la vida de los demás
Ese
tubo por el que nos hemos misericordiado
recíprocamente.
Esta
allí.
Siento
sus latidos que golpean, inflaman
las
venas de mi frente
delatándolo
como a un miserable mercader
de
odios y alegrías
No
vuelvas a llamar nunca.
Romperé
a dentelladas ese cable-cordón umbilical
porque
no quiero oírte
Solo
quiero verte
con
unos ojos que no tengo.
AMANDA BERENGUER
La invitación
Un
adónde de sombra, un pozo vivo
graznando
como un pájaro violento,
a veces
me aparece a la hora incierta,
al alba
fría, espantadora de otras
criaturas,
y me empuja de nuevo.
Porque
yo estoy demás entre los seres
que
usan la alborada, estoy de sobra,
triste
junto a la mesa recién puesta
de la
resurrección. ¡Ah! no podría
a mi
antojo domesticar la angustia,
hasta
hacerle sangrar la alternativa
de una
estrella brillando sobre el día.
Acaso
voy entre soñada y muerta,
arrastrando
una historia donde tiembla
la
cabeza muriente de la luna,
pero
llevo el anillo, esa corona
del
otro reino, para no olvidarme.
ARISTÓTELES ESPAÑA
El otro invierno
Las voces
de mis primas arden en dirección a un enero que se fue.
Todas
reencarnadas, pequeñas leyendas,
ubicándose
en el agua donde eran más duendes que mujeres:
Imitaciones
vagas, un cuadro de Renoir,
carreras
en el patio donde devorábamos el asado navideño.
Vuelve
a repetirse el mismo sol en sus muslos
después
de doce años,
esa
lucha por parecernos a parientes remotos
como si
nada hubiera sucedido.
Y eso
de usar siempre los mismos disfraces.
También
una danza que ya no recuerdo y afiches religiosos,
con los
magos que regresan de una historia diferente cada día,
con
imágenes de leones muertos
y ese
bombardeo en los órganos sexuales,
y el
mismo final en boca de hijos imaginarios;
fotografías
viejas que empiezo a destrozar en el cuarto
de una
húmeda pensión en Diez de Julio, reteniendo el aire,
mientras
miro, inmóvil, los huesos en la pared.
ARTURO ARCÁNGEL
Ya la vida
no tiene
una vuelta de regreso
lo que pasó
pasó
asistimos ilusos al momento en que todos
edificamos sueños
y luego fue el derrumbe
desgobernando el alma
lo que pasó
pasó
a llorar si es consuelo
o a morir
si no queda
ya un posible remedio
ya la vida
no tiene
una vuelta de regreso
ni los ángeles alas
ni el corazón su vuelo
ni el amor hecho pájaro
hace un nido de nuevo…
CARLOS MARZAL
El origen del mundo
A Felipe Benítez
Reyes
No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal;
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.
No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde
detrás de los trabajos amorosos
y de las efusiones de la literatura.
El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.
Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen, cuando lamen
la herida más antigua, cuando palpan
la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de su hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio,
un conjuro ancestral.
Nos dirigimos
sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes cómo crece
la flor de carne abierta.
La pretérita flor.
Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.
DAVID ESCOBAR GALINDO
Las
grandes espinas disfrazadas de lágrimas
que nos enterraron en el corazón los años,
muelas impúdicas de la mentira organizada,
invasión -desde el subsuelo- de ecuménicos cuarzos;
hacia dónde se dirigen... hacia la rutina y el decreto,
aplanando calles y personas,
y ellas tan aparentemente prósperas, bronceadas por un sol enemigo
jurado del misterio,
en un apiñamiento de sombrillas y vestidos de moda;
caminando vamos, entonces, por la ciudad de costillaje azul,
hija de la aritmética, nieta del laberinto,
y en ella gastamos el suero transparente de la virtud,
el líquido seminal que palpita como un planeta en el vacío;
yo no soy nadie para decir las edades del puente,
para sacar de la alcantarilla al ladrón de legumbres,
sólo me voy mascullando una viejísima lección entre dientes,
y no me da pena abandonar este reino de edificios inútiles.
De: "Destino manifiesto"
que nos enterraron en el corazón los años,
muelas impúdicas de la mentira organizada,
invasión -desde el subsuelo- de ecuménicos cuarzos;
hacia dónde se dirigen... hacia la rutina y el decreto,
aplanando calles y personas,
y ellas tan aparentemente prósperas, bronceadas por un sol enemigo
jurado del misterio,
en un apiñamiento de sombrillas y vestidos de moda;
caminando vamos, entonces, por la ciudad de costillaje azul,
hija de la aritmética, nieta del laberinto,
y en ella gastamos el suero transparente de la virtud,
el líquido seminal que palpita como un planeta en el vacío;
yo no soy nadie para decir las edades del puente,
para sacar de la alcantarilla al ladrón de legumbres,
sólo me voy mascullando una viejísima lección entre dientes,
y no me da pena abandonar este reino de edificios inútiles.
De: "Destino manifiesto"
sábado, 29 de septiembre de 2018
EVARISTO CARRIEGO
Aquella vez que vino tu recuerdo
La mesa estaba alegre como nunca.
Bebíamos el té: mamá reía
recordando, entre otros,
no sé qué antiguo chisme de familia;
una de nuestras primas comentaba
-recordando con gracia los modales,
de un testigo irritado- el incidente
que presenció en la calle;
los niños se empeñaban, chacoteando,
en continuar el juego interrumpido,
y los demás hablábamos de todas
las cosas de que se habla con cariño.
Estábamos así, contentos, cuando
alguno te nombró, y el doloroso
silencio que de pronto ahogó las risas,
con pesadez de plomo,
persistió largo rato. Lo recuerdo
como si fuera ahora: nos quedamos
mudos, fríos. Pasaban los minutos,
pasaban y seguíamos callados.
Nadie decía nada, pero todos
pensábamos lo mismo. Como siempre
que la conmueve una emoción penosa,
mamá disimulaba ingenuamente
queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!
¡Bien que la conocemos!... Las muchachas
fingían ocuparse del vestido
que una de ellas llevaba:
los niños, asombrados de un silencio
tan extraño, salían de la pieza.
Y los demás seguíamos callados
sin mirarnos siquiera.
La mesa estaba alegre como nunca.
Bebíamos el té: mamá reía
recordando, entre otros,
no sé qué antiguo chisme de familia;
una de nuestras primas comentaba
-recordando con gracia los modales,
de un testigo irritado- el incidente
que presenció en la calle;
los niños se empeñaban, chacoteando,
en continuar el juego interrumpido,
y los demás hablábamos de todas
las cosas de que se habla con cariño.
Estábamos así, contentos, cuando
alguno te nombró, y el doloroso
silencio que de pronto ahogó las risas,
con pesadez de plomo,
persistió largo rato. Lo recuerdo
como si fuera ahora: nos quedamos
mudos, fríos. Pasaban los minutos,
pasaban y seguíamos callados.
Nadie decía nada, pero todos
pensábamos lo mismo. Como siempre
que la conmueve una emoción penosa,
mamá disimulaba ingenuamente
queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!
¡Bien que la conocemos!... Las muchachas
fingían ocuparse del vestido
que una de ellas llevaba:
los niños, asombrados de un silencio
tan extraño, salían de la pieza.
Y los demás seguíamos callados
sin mirarnos siquiera.
CARLOS CASTRO SAAVEDRA
De
verde te amo más, con el vestido
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
Ataviada de selva, de árbol joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
Pienso que te sembré, que soy labriego,
que tu seno es el fruto de mi arado,
y que te salen hojas de la vida,
y ramas del costado.
Te quiero más así, toda de verde
olorosa a madera, esperanzada,
como recién salida de la tierra
con la cara mojada.
Déjame recostar sobre tu falda,
soñar que me he perdido en tu follaje,
y que un hijo me busca como loco
debajo de tu traje.
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
Ataviada de selva, de árbol joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
Pienso que te sembré, que soy labriego,
que tu seno es el fruto de mi arado,
y que te salen hojas de la vida,
y ramas del costado.
Te quiero más así, toda de verde
olorosa a madera, esperanzada,
como recién salida de la tierra
con la cara mojada.
Déjame recostar sobre tu falda,
soñar que me he perdido en tu follaje,
y que un hijo me busca como loco
debajo de tu traje.
PEDRO CASARIEGO
Amiga del camino
c.
1984
Amiga del camino
endiablada lealtad de amapolas
y yo granizo
encima de esa procesión de sangres
granizo una siembra elemental de piedras vivas
que todo lo aniquila.
Amiga del camino
endiablada lealtad de amapolas
y yo granizo
encima de esa procesión de sangres
granizo una siembra elemental de piedras vivas
que todo lo aniquila.
ALAIN BOSQUET
Ave
No eres
más que la coma
de una frase en el cielo.
¿No es en verdad ridículo
este mundo fingido:
la palmera con alas,
el desierto elocuente,
la cascada que bala,
el tigre hecho volcán?
¡La riqueza es penuria!
Las lunas regordetas
siempre están mal nutridas.
Tú vuelves a mis versos
donde naciste, coma
hecha águila demente
que da vueltas y vueltas
y cae sobre mi cuello.
De: "Segundo testamento"
de una frase en el cielo.
¿No es en verdad ridículo
este mundo fingido:
la palmera con alas,
el desierto elocuente,
la cascada que bala,
el tigre hecho volcán?
¡La riqueza es penuria!
Las lunas regordetas
siempre están mal nutridas.
Tú vuelves a mis versos
donde naciste, coma
hecha águila demente
que da vueltas y vueltas
y cae sobre mi cuello.
De: "Segundo testamento"
Versión de Enrique Moreno Castillo
MARIO BOJÓRQUEZ
Adenda
Yo soy
aquél
Que en
otro tiempo
Estuvo
aquí
Para
dejar constancia
De su
paso en el mundo
Pero el
frescor antiguo
La
sombra de estos árboles
Y la
tenebra húmeda
Que
salpica de oscuro
El
templado adoquín
No
saben ya mi nombre
Ni mi
rostro
Cómo si
aquél que fui
Se
desdoblara y no
No
fuera yo si no otro
El que
surcó estos aires
Con su
proa de vidrio
El que
surcó y zarpó
Para
enfrentar sin ojos
-ojos
desdibujados-
Una
tenue memoria
Yo soy
aquél
Que
nuevo encuentra todo
Que
sabe
Que
cuanto ha dicho en libros
Y
ciudades
Vano
reflejo es
De lo
que permanece
Más
allá de los días
Y aquél
también
Que no
supo de sí
Que se
perdió en abismos
En
disputas inútiles
Que
pulieron su corazón
Y
afilaron su lengua
¡Pero
qué pobre canto
Para
tanto artificio
De este
fuego!
¡Qué
lejos quedan
Del
acento mis manos
Frías
para tus muslos tibios!
Yo soy
el mismo y digo
Que no
puede nombrarse
Tanta
esquirla en el borde
Serrín
de limadura
En piel
desencantada
Y digo
Alta la
voz
De
afilados torreones
Que no
puede decirse
Ni una
parte pequeña
Un
murmullo inaudible
De esa
fatal mecánica
Que
todo lo conmueve
Y
ahonda el pecho
Con
opresión de losa
En
blandos catafalcos
Y sigo
siendo yo
Éste
aquél
Desmadejado
ovillo
En el
fondo de tabla
Sobre
el papel de cera
El que
montó su catre
De
jarcias inflexibles
El que
tosió y aulló
En su
carne y sus huesos
Él
mismo hueso ya
Mondo e
incorruptible.
De: “El deseo postergado”
SULLY PRUDHOME
Cadenas
Queriendo amarlo todo creció mi desventura,
y así de mi martirio multipliqué las fuentes.
De mi ser parten lazos frágiles y dolientes
hacia todas las cosas, para toda criatura.
Mi corazón atraen con igual atractivo
la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus velos;
por un rayo de oro van al sol mis anhelos;
voy, en la blonda red de una estrella, cautivo.
La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;
encadenan mi mano los pétalos que toca;
a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,
cadena es en mis labios el roce de una boca.
De tan caducos lazos mi existencia va uncida;
ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;
a su menor quebranto suspensa está mi vida
cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.
Versión de Carlos López Narváez
viernes, 28 de septiembre de 2018
ADELFA MARTIN
Esa poesía
Esa
poesía que roza la piel sin penetrarla.
Que duele profundamente, cual herida certera.
Es la que me gusta, la que me hace temblar,
recordar... Maldecir a veces.
Que duele profundamente, cual herida certera.
Es la que me gusta, la que me hace temblar,
recordar... Maldecir a veces.
Es la
poesía del camino, la que llevamos al hombro
colgada en bandolera. La de siempre, la eterna,
la poesía sin la cual no hay vida.
La de la juventud y de la vejez,
la poesía del que canta mientras trabaja,
del que llora mirando la cosecha perdida.
colgada en bandolera. La de siempre, la eterna,
la poesía sin la cual no hay vida.
La de la juventud y de la vejez,
la poesía del que canta mientras trabaja,
del que llora mirando la cosecha perdida.
Es la
poesía de la novia abandonada,
del soldado en batallas ajenas.
Del emigrante en ciudades inhóspitas,
de aquel que quiere ser blanco,
y del blanco que quiere ser rico.
del soldado en batallas ajenas.
Del emigrante en ciudades inhóspitas,
de aquel que quiere ser blanco,
y del blanco que quiere ser rico.
Es la
poesía de la chica inocente,
de la viuda solitaria,
del tendero libidinoso,
y del canallita del barrio.
de la viuda solitaria,
del tendero libidinoso,
y del canallita del barrio.
Es la
poesía de todos,
la mía, la tuya, la de él.
Es... esa forma especial,
de decir las cosas
más simples o complicadas.
De retar al intelecto,
y de confundir el alma.
la mía, la tuya, la de él.
Es... esa forma especial,
de decir las cosas
más simples o complicadas.
De retar al intelecto,
y de confundir el alma.
ALEYDA QUEVEDO ROJAS
Cielo
Sobre
los hemisferios
el peso
del dolor
está en
uno mismo
nada
tiene que ver la cirugía
experimento
nuevas cicatrices
y
agrego sufrimientos pasados
para
alcanzar
la
condición de santa vaciada en la tierra.
ALVARO FIERRO
Nocturno
ENTRE LAS páginas
y páginas
en blanco
de mi silencio
encuentro la palabra
que yo decía por las noches
cuando los ojos ya
se me cerraban,
cuando la noche joven era
todavía
como un reinado incierto.
Palabra
que pasabas
de puntillas
por esa zona tartamuda
que hay entre los recuerdos
y el olvido,
frágil palabra
que entre mis labios
quietos
desanudó tu nombre.
ENTRE LAS páginas
y páginas
en blanco
de mi silencio
encuentro la palabra
que yo decía por las noches
cuando los ojos ya
se me cerraban,
cuando la noche joven era
todavía
como un reinado incierto.
Palabra
que pasabas
de puntillas
por esa zona tartamuda
que hay entre los recuerdos
y el olvido,
frágil palabra
que entre mis labios
quietos
desanudó tu nombre.
ALBERTO AVENDAÑO
Nostalgia
Un
suspiro bajo tierra.
Donde
la huella del presagio cortó los cabellos de mi alma,
he ahí
la epopeya del recuerdo
que
jala las cadenas del último vagón
prófugo
de alas del amanecer.
El
cadáver de la memoria
divide
veredas
que
ahora están a oscuras bajo los arboles
como
olas que separan himnos de sollozos
y
horizontes de crepúsculos.
Veo la
noche desde mi balcón.
El
umbral de la historia;
exhibición
de la tumba en donde caerán los tiesos dorsos
como
pétalos secos sobre fotografías mojadas por el llanto.
Coronada
de alcatraces la tórtola tragajaulas nos espera
sobre
una estrella caída en las arenas de la nostalgia.
La
luna, vómito de la noche,
nos
arrulla con suspiros
en los
túneles del espectro de la nada.
Clarines
y tambores para no olvidarte,
MARCIA RAMOS
Oficio de poeta
La
calavera alumbra el asiento mortal
de
sentarse a soñar con los ojos descalzos
intentar
sobresalir por una luna etérea.
Imaginar
dos mundos cayendo en el pecho,
al
mirar las casitas de colores.
Sísifo
arde.
Mis
vísceras son arrojadas bajo la vía del tren,
dicen
el poeta es un dios indigno.
ISABEL RODRÍGUEZ BAQUERO
Inútil
Es inútil soñar aquellos besos.
Inútil evocar aquellas horas,
aquel agonizar los dos, obsesos
de soledad, de sed devastadora.
Inútil demandar a nuestros huesos
alzarse sobre el tiempo y nuestro ahora;
que tú ya no eres tú, ni yo, ni esos
instantes volverán. Inútil. ¿Lloras...?
Pero no. Tú no lloras. Tú, sombrío.
Inútil esperar una palabra.
Inútil ensanchar el llanto mío.
Inútil ya el vivir. Tu mano labra
-qué impiadoso el buril de tu sentencia-
mi muerte, sobre el barro de tu ausencia.
jueves, 27 de septiembre de 2018
VICENTE GAOS
No sabe
qué es amor quien no te ama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama.
No sabe qué es amor quien no te mira.
Tú arrancaste a su alma y a su lira
el son más dulce, la más fiera llama.
¿Qué
fue de tanto amor por tanta dama?
Sólo cenizas de la inmensa pira.
Se nubla la mirada, el cuerpo expira,
y el alma quiere asirse a la alta rama
Sólo cenizas de la inmensa pira.
Se nubla la mirada, el cuerpo expira,
y el alma quiere asirse a la alta rama
de
Dios, que con sus silbos amorosos
te hechiza en la honda calma del verano.
Madrid, a mil seiscientos treinta y cinco.
te hechiza en la honda calma del verano.
Madrid, a mil seiscientos treinta y cinco.
Pasaron
ya los años venturosos
y los amargos. Todo pasó en vano.
Y a Dios te entregas con mortal ahínco.
y los amargos. Todo pasó en vano.
Y a Dios te entregas con mortal ahínco.
OBED GONZÁLEZ MORENO
Canto IX
Del
trueno un quejido y en mi respiración la disnea. Contrariada la tarde ¿Son
horas de dormir?
Música
danza en mi cabeza valsa en mi desvarío.
El
calor se aloja en mi tronco, me inflama, algo carcome mis párpados. Las paredes
se achican, capullo de imágenes y ruidos.
Las
ventanas desaparecen y el techo se pega a mis ojos. Un torbellino aparece, se
abre y jala, gancho ardiente de varillas que rasga la siesta.
El
cubre-polvo de las casas en mi vista, zapatos desfilan presurosos a la
velocidad de la indiferencia, levanto la mirada y veo a las personas de pies a
cabeza, al final el cielo gris, mancha de vómito que se estrella en la
consistencia de mi nombre.
Una canción
con ritmo de trópico se escucha lenta, pesada, lejana, aletargada como mi
cuerpo sobre la barda. Mis pasos se escuchan a ritmo de ciudad: perezosos,
largos, cansados, aletargados, lejanos, muy lejanos…
en la lejanía de la disnea y el
espejo.
De: “En medio”
JUAN MANUEL ZERMEÑO POSADAS
¿qué tan cierto es que Dios nos machaca con los codos
como si fuéramos nueces? ¿quién dijo que en el norte sin tetas no hay paraíso?
pertenezco a una generación de poetas con bigote a medias
y fotos de fellini y gatitos por todo facebook
a blanco y negro y en collage
en
donde la vida es una corta carrera de perros pug
-pero de pequeños pony en definitiva no-
y coger un amor con palillos chinos peca de complejo
y anticuado
(publicar poemas sigue siendo un desfile de feas)
-pero de pequeños pony en definitiva no-
y coger un amor con palillos chinos peca de complejo
y anticuado
(publicar poemas sigue siendo un desfile de feas)
andar a
ciegas y resolver un cubo de rubik con los dedos de los pies
no es ofrenda: es ayuno
no es ofrenda: es ayuno
gastar
los centavos en luz por no abrir las ventanas
ya sea que pase el sol de largo
o el dolor nos doble las pestañas
ya sea que pase el sol de largo
o el dolor nos doble las pestañas
en un
dos por tres se vacían las esperanzas
y en la nariz nos sube un polvo de hadas
y en la nariz nos sube un polvo de hadas
coca
con helado vainilla cortesía de la casa
y la casa siempre gana
y la casa siempre gana
soy
discípulo de un homero norteamericano editado por fox
tengo de tradición a vaqueros italianos disparando
endecasílabos hacia indios que apenas y bailan el trompo
en una revuelta que cabe dentro del tazón de cereal
tengo de tradición a vaqueros italianos disparando
endecasílabos hacia indios que apenas y bailan el trompo
en una revuelta que cabe dentro del tazón de cereal
soy el
vecino incómodo de los poetas del vacío que construyen
sus garabatos en el absurdo y son perritos en tutú
a los que les da pena ir a la esquina sin papá de la mano
sus garabatos en el absurdo y son perritos en tutú
a los que les da pena ir a la esquina sin papá de la mano
se
creen bukowski a las tres minervas
y no reparan en mover su trasero a otra vanguardia
y no reparan en mover su trasero a otra vanguardia
soy el
hospitalario virgilio que devuelve los
poetas al infierno
poetas al infierno
y me
encanta
ver
como entran y salen mis palabras de sus bocas
YVES BONNEFOY
Hic est locus patriae
Los árboles
llenaban el lugar de tu sangre;
el
cielo se rasgaba, demasiado cercano
para
ti; otros ejércitos vinieron, oh Casandra,
y nada
pudo ya resistir a su abrazo.
Aquel
que regresaba se apoyó sonriendo
en la
copa de mármol que adornaba el umbral.
Cae la
luz en el sitio que llaman La Arboleda.
Era luz
de palabra, fue noche de huracán.
BENJAMÍN VALDIVIA
Revelación del verdadero ser de Wanda
1
Wanda
está inmóvil como Ofelia flotando por el río.
Sus facciones iluminadas,
sus ojos tranquilos igual que la corteza sobre el árbol.
La interrumpen tan sólo mis latidos
confesados a la fuerza junto a su curvatura ensimismada.
Sólo siente ya a solas la sola soledad que compartimos.
Ondulamos en la húmeda tibieza intacta.
En Wanda está la paz, la calma de todo vuelta nudo.
En Wanda, junto a mí -inmóvil yo también flotando sobre el río-,
todo es un punto de luz y todo el universo
es algo ajeno.
Sus facciones iluminadas,
sus ojos tranquilos igual que la corteza sobre el árbol.
La interrumpen tan sólo mis latidos
confesados a la fuerza junto a su curvatura ensimismada.
Sólo siente ya a solas la sola soledad que compartimos.
Ondulamos en la húmeda tibieza intacta.
En Wanda está la paz, la calma de todo vuelta nudo.
En Wanda, junto a mí -inmóvil yo también flotando sobre el río-,
todo es un punto de luz y todo el universo
es algo ajeno.
2
Wanda
lleva tres días junto a mí,
prisionera de esperarse a sí misma,
excelente como los antiguos jardines del Éufrates,
erguida en un talle tal vez renacentista,
atenta a cualquier signo del agua celeste.
Afuera no llueve:
una palmera solitaria demuestra lo imposible del viento.
Erguido árbol, vigía en el ojo vigilante de Wanda
sin enviar todavía señales de la lluvia.
Es todo irreflexivamente cruel
en la grisácea ciudad con un calor impertinente.
Sigue el árbol en pie. Wanda persiste aquí con esas formas
de la ceiba del Éufrates.
Y mi esperanza sigue siendo, para tenerla junto a mí,
que la lluvia en estos parajes nunca vuelva.
prisionera de esperarse a sí misma,
excelente como los antiguos jardines del Éufrates,
erguida en un talle tal vez renacentista,
atenta a cualquier signo del agua celeste.
Afuera no llueve:
una palmera solitaria demuestra lo imposible del viento.
Erguido árbol, vigía en el ojo vigilante de Wanda
sin enviar todavía señales de la lluvia.
Es todo irreflexivamente cruel
en la grisácea ciudad con un calor impertinente.
Sigue el árbol en pie. Wanda persiste aquí con esas formas
de la ceiba del Éufrates.
Y mi esperanza sigue siendo, para tenerla junto a mí,
que la lluvia en estos parajes nunca vuelva.
3
Wanda
está inmóvil sintiendo en la pupila
la persistencia vertical de la palmera ínsita.
Afuera no llueve pero hay nubes oscuras atisbando el balcón.
Son muchos días en los que ando detenido
y el movimiento cada instante me es más necesario.
Me muevo, un poco un mucho, cuando Wanda
pierde tranquilidad.
Tomo como si fuera mío.
Subo y bajo, la aprieto junto a mí, debajo, arriba,
agitados los dos por la respiración de las nubes.
Tirada en esa espera, su pulsación agita;
la cabeza hacia un lado y hacia otro de otro vértigo:
el pelo revuelto con el aire que remueve al girar.
La beso en todas partes: en Guinea y en Júpiter
(y hasta en Madagascar).
Wanda es el mapa y es el cielo raspado por un día sin afeite.
Wanda no se conoce, nada sabe de sí:
yo la revelo ante sí misma, la educo en su calor, instruyo para ella
el movimiento que ella misma me ha enseñado.
Las nubes se agolpan ávidas en el dintel del balcón.
Una palmera erguida se agita con un viento de tormentas.
Wanda no reconoce un solo punto en su visión y gira
ondulando la cabellera al viento,
arqueando esos huesos y rompiendo los tres días
que pasaron inmóviles ahítos de nosotros.
Tirada Wanda, tendida y extensa como un mapa o como un cielo.
Ya todo es viento, movimiento, movimiento.
Wanda es una nube, el aire es una nube, la palmera es una nube.
Por eso en el siguiente giro, por adentro y por afuera,
en todas partes, todo empieza a llover.
la persistencia vertical de la palmera ínsita.
Afuera no llueve pero hay nubes oscuras atisbando el balcón.
Son muchos días en los que ando detenido
y el movimiento cada instante me es más necesario.
Me muevo, un poco un mucho, cuando Wanda
pierde tranquilidad.
Tomo como si fuera mío.
Subo y bajo, la aprieto junto a mí, debajo, arriba,
agitados los dos por la respiración de las nubes.
Tirada en esa espera, su pulsación agita;
la cabeza hacia un lado y hacia otro de otro vértigo:
el pelo revuelto con el aire que remueve al girar.
La beso en todas partes: en Guinea y en Júpiter
(y hasta en Madagascar).
Wanda es el mapa y es el cielo raspado por un día sin afeite.
Wanda no se conoce, nada sabe de sí:
yo la revelo ante sí misma, la educo en su calor, instruyo para ella
el movimiento que ella misma me ha enseñado.
Las nubes se agolpan ávidas en el dintel del balcón.
Una palmera erguida se agita con un viento de tormentas.
Wanda no reconoce un solo punto en su visión y gira
ondulando la cabellera al viento,
arqueando esos huesos y rompiendo los tres días
que pasaron inmóviles ahítos de nosotros.
Tirada Wanda, tendida y extensa como un mapa o como un cielo.
Ya todo es viento, movimiento, movimiento.
Wanda es una nube, el aire es una nube, la palmera es una nube.
Por eso en el siguiente giro, por adentro y por afuera,
en todas partes, todo empieza a llover.
De: “Paseante solitario”
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