sábado, 10 de junio de 2017


PABLO GARCIA CASADO



  
La edad del automóvil



ahora estás en el mercado lleva tus ojos
hacia un cuerpo y un volante pruébalo úsalo
y rompe el contrato verás qué rápido aparecen

futuros arrendatarios tú pregunta por la marca
el modelo y la amplitud del asiento de atrás
no te reprimas déjate llevar por la erótica
del negocio


De: "Las afueras"



JOSE MANUEL ARCE



  
Hola



Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu reino,
tu victoria, tu conquista.


ALAÍDE FOPPA




Oscuro canto



Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.


Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde en la sombra.


  

JORGE GAITÁN DURÁN




El regreso



El regreso para morir es grande.
(Lo dijo con su aventurar el rey de Ítaca).
Mas amo el sol de mi patria,
El venado rojo que corre por los cerros,
Y las nobles voces de la tarde que fueron
Mi familia.
Mejor morir sin que nadie
Lamente glorias matinales, lejos
Del verano querido donde conocí dioses.
Todo para que mi imagen pasada
Sea la última fábula de la casa.



EFREN REBOLLEDO




De Hoffmann



Tengo miedo a ese murciélago con las alas extendidas
Que en el blanco cielo raso pone un triángulo luctuoso,
Produciendo escalofríos en tus formas ateridas
Y llenando nuestras almas de terror supersticioso.
Tengo miedo de la noche, tengo miedo hasta del brillo
De la luna y del reflejo de ese agudo rayo blanco
Que desgarra el cortinaje como una hoja de cuchillo
Y se entierra en la blancura transparente de tu flanco.
Me acobarda ver la mata de tu pelo tumultuoso
Que desata sus crespones enlutando tu belleza,
Y en tus hombros se divide cual si un cuervo tenebroso
Extendiera sus dos alas al posarse en tu cabeza.
Todo excita mis temores: ese lívido destello
Que te alumbra, y ese soplo que sacude tu cortina,
Y esa angosta cinta roja que da vuelta por tu cuello
Cual señal de haberte herido la sangrienta guillotina.
Ya el murciélago agorero del plafón se ha deslizado
Temeroso de la llama que agoniza bajo el dombo
De la lámpara, y ahora representa estar bordado
Con estambres funerarios en la seda de tu biombo.
Cuál me espanta ver tu cuerpo que semeja el de una
muerta,
Cuál me asustan los rumores que perciben mis oídos,
Y el enorme mastín pardo que vigila ante tu puerta
Y estirándose en la alfombra lanza lúgubres aullidos.
Están pálidos tus Miembros, está yerta tu sonrisa,
Tu garganta con nervioso sobresalto se conmueve,
Y tus senos, bajo el lino virginal de tu camisa,
Están gélidos y blancos cual los copos de la nieve.
Manchan dos gotas de sangre la blancura de tu pecho,
Tus pies se unen cual si un clavo se tuviera en ellos fijo,
Y al abrir tus finos brazos retorciéndote en tu lecho
Reproduces la figura de un exangüe crucifijo.
En la calle lanza el viento su gemido de amargura,
Tus tapices se conmueven con extrañas sacudidas,
Y en la esfera de tu vientre, profanando su blancura,
Está el fúnebre murciélago con las alas extendidas.


De: “Hilo de Corales”



MIGUEL ÁNGEL FLORES




Regreso



Volvemos con el peso de la noche
             sobre los fardos de la isla.
Apoyado en el puente un rumor de sombras teje la
        conversación de los espectros.
La espuela de espuma rasga la seda del mar.
Nada vemos sino lo que imaginan las miradas en la
        robusta oscuridad, la inmensa oscuridad en agonía.

¿Con qué lengua hablamos? (También los signos son
          impuros)
¿De qué hablamos en la noche poblada de testigos?

Algunos parten sobre la levedad de una tentativa,
              contra la ferocidad de los elementos,
Y caen en el pozo del veneno, tragados por ese mar
              donde otros son los piratas.

¿Y qué nos arrastra en este regreso?

Remamos hacia el piélago de amargura con las velas
         desplegadas.

¿Nos alimenta el morbo? Atestiguamos cómo colocan
         una piedra en los aljibes del hambre.

Y a media voz evocamos los años de epopeya cuando
          se acariciaban los frutos

             dorados de la Utopía.

Entonces en la navegación de esas aguas el buzo sacaba
          de las profundidades sirenas

             de pechos turgentes o perlas de marfil o los
          colores del arco iris.

¿Por qué en lugar de aire y sol construyeron ruinas?

¿Podrían acaso ellos adivinar o preguntar por su destino
          en voz alta?

El inventario de quebrantos y penurias quedó inscrito en
          los informes del alba.

Las aljabas han quedado vacías.

Los dardos fueron certeros en el corazón y el sueño:
          no cazaban insectos.

Esos rudos hombres dormían sobre las espaldas del
          verdugo después de elaborar la

               oscura miel de la reeducación.

Para ellos la historia cayó como lluvia de ácido que
          come el más duro metal de las

               espadas en vilo.

No invoquemos sólo sus nombres para edificar el
          pabellón de las víctimas,

Busquemos dar algo más que no sea sólo piedad.
Está la isla durmiendo

        sobre la vigilia de las aguas.

El barco navega con el silencio del cisne.


De: “Pasajero de sombras”