martes, 1 de marzo de 2016


ANA ISTARÚ




El hambre ocurre



el hambre
su alquimia pertinaz

transmutación violenta
en la costilla

tener un hombre vivo entre los dedos
tirárselo a la muerte

el hambre es una muerte
que se hace la olvidada
se demora

finge buscar su cita en la libreta

pero al final te toca
y es una brea
inarrancable

no deja cicatriz

o sustrae al más pequeño de la casa
lo convida
al baile helado

el hambre ocurre
esto lo escribo en Costa Rica
estamos en setiembre ochenta y cinco

pero resulta
la muerte aquí es católica apostólica
el sueño en que moramos no resiste
este grillete
así nadie comenta
el hambre queda en rasgo de mal gusto

la paz

aquí la paz se nutre con la sangre



EUGENIO DE NORA




Carmen de las manos maravillosas



¡Versos de amor! Qué pronto queda
dicho todo, sin empezar.
Es igual que mirar al cielo
iluminado alguna vez.

Tan honda en lejanía, tan puro
lo que quisiéramos cantar.
Pero qué decir de una rosa
en la mano, en el corazón.

( Sentarse al borde de una fuente,
sedientos, y verla temblar
en el junco verde, en el pájaro
que alegra la onda de la luz.

Tan indecible y sin palabras
como adorar, quedar, sentir
al aire en flor de una sonrisa
toda nuestra felicidad. )

Yo no sé bien por qué, tentado
de imposible, quiero decir
cómo la dicha excede al hombre,
cómo es tan inefable ser;

¡ser, solamente, ser, completos,
esto que somos al amar!
Una lira sonora, ebria,
en manos...
             ah, ¿de quién, de quién?


HUMBERTO JARRIN




Argumento contrario



Si los ojos y los espejos
alimentándose de una misma claridad
acusan en sus adentros
un haz de rayos invertidos
detrás de ellos
no puede haber más que oscuridad.


De: Breviario de amor oscuro.


CONSTANTINO KAVAFIS




El Dios abandona a Antonio



Cuando, de pronto, a media noche oigas
pasar una invisible compañía
con exquisitas músicas y voces,
no lamentes en vano tu fortuna
que cede al fin, tus obras fracasadas,
los ilusorios planes de tu vida.
Como dispuesto de hace tiempo, como valiente, dile
adiós a Alejandría que se aleja.
Y sobre todo no te engañes: en ningún caso pienses
que es un sueño tal vez o que miente tu oído.
A tan vana esperanza no desciendas.
Como dispuesto de hace tiempo, como valiente, como
quien digno ha sido de tal ciudad, acércate
a la ventana. Y ten firmeza. Oye
con emoción, mas nunca
con el lamento y quejas del cobarde,
goza por vez final los sones,
la música exquisita de la tropa divina,
despide a Alejandría que así pierdes.


Versión de José Ángel Valente



OMAR SANTOS




Donde nace el olvido.



Donde nace el olvido aparece tu piel,
el memorable descanso de tus rodillas,
la tibia madrugada de tus senos,
geografías milagrosas, adorables
que ofrecen preocupación y laberinto.
Donde nace el olvido recobra sus
pertenencias la estatua,
viene la caravana de espectros
a venderme sus temores, sus espinas.
Viene el ave de los castigos
como soplo de burla, mirada de verdugo,
y yo me quedo con la corona
en el fango,
como atribulado
rey de las preguntas.


VICENTE GERBASI




Amanecer



Siento llegar el día como un rumor de animales,
a la orilla del pantano, de la fiebre, del junco,
más allá, entre las colinas de viento oscuro,
donde la luz se levanta con desgarradas banderas,
como resplandor lejano de una montaña de cuarzo.
He aquí la sombra en torno a mi existencia, el búho,
el río que arrastra oro, la serpiente de coral,
el esqueleto del explorador, el fango de mis pies.
La noche ha quemado el maíz, ha apagado los metales,
ha dado reposo a la adormidera, ha refrescado la sangre,
ha libertado los reflejos azules de la selva, de la hoja.
Una resonancia, una resonancia oscura es mi corazón:
eco en el abismo, piedra que rueda por el monte,
brillo en la puerta de la cueva, fosforescencia del hueso.
En la infancia, al pie del arco iris o del relámpago,
junto al cabrito que saltaba en torno a la madre,
jugaba con un pequeño tigre de cálida voz ronca,
de suave pelambre estrellada, como un signo del zodíaco,
de rabia lenta y tensa, como el despertar de la furia.
Ahora siento en el aire límpido del bambú y el helecho,
surgir las formas de las doncellas, bajo la fronda,
en la selva de árboles aromáticos, coronadas de orquídeas
descendiendo al río, a la cascada de transparente curva,
que resuena en sus diamantes como una leyenda.
Formas de la gracia, sus perfiles abandonan sus melenas
a la brisa; formas de la vida y de la muerte,
sus senos tiemblan en las penumbras de los juncos;
formas del oscuro delirio, sus muslos se suavizan
como una fruta partida; formas del tiempo humano,
sus pies hacen temblar las flores silvestres.
Como el venado tras de su compañera en la colina,
persigo a una joven diosa desnuda, bajo el sol.
Viene el olor agrio de los árboles destrozados
por la ira de la noche; viene el olor de la sangre,
del animal devorado, el olor de los minerales,
el olor del río entre las raíces y las flexibles lianas.
El día derrama su transparente maravilla, como un vuelo,
como el color innumerable, como la crisálida
de herméticos destellos, como el insecto plateado,
como el hechizo en las formas relucientes,
como el vuelo de mariposas que salen de una gruta incendiada
y comienzan a temblar en el ardiente cristal.
Acerco mis labios al claro manantial de íntima música,
junto a la sardina y a la piedra limpia y pulida como una joya;
mientras la nube pasa y el ave sale de su nido,
y la serpiente muestra su lengua maldita, y se enrosca,
y espera o avanza por la espalda sudorosa del día.
Me hundo en las palpitaciones reverberantes, en las ondas,
en el temblor divino, donde se abre la rosa de montaña,
en los brillos fugaces, en la imagen insondable de Dios,
que ha creado los cielos y la tierra, con esta geografía de fuego,
y ha dado a mi corazón la forma del día y de la noche,
mientras oigo correr los animales, persiguiéndose, amándose,
devorándose, ensangrentando las yerbas, las flores y las peñas.
Soy el día, y el viento levanta sus ramajes en mi alma.