martes, 26 de agosto de 2014

JUAN JOSÉ DOMENCHINA




Una vez más tu piel...

(31 de diciembre/1 de enero de 1944)

 
...camisa de culebra en el camino...

J. J. D.

 


Una vez más tu piel, tu desprendida
piel de reptil, se pudre en el sendero,
junto al descamisado pordiosero
que nos viene a vender la nueva vida.

Con plantas sin raíces, mal prendida
a la derrota de su derrotero,
va el paso peregrino del romero
extático en su punto de partida.

El curso —intemporal, intempestivo—
de este tiempo que pierde su andadura
queda absorto en instantes sin motivo.

...Tu amanecer difuso nos augura
otro permanecer, otro cautivo
tiempo en espera, por la noche oscura.

 

 

PEDRO GARFIAS



Epitafio a Antonio Machado

Qué cerca de tu tierra te has sabido quedar.
Así el viento de España te cantara al oído
a poco que desborde su vuelo circular
y el sol mirarte, cuando en el mediodía
frene su impulso fiero, antes de resbalar.

 

 

 

JOSÉ MARÍA HINOJOSA


 

Huyendo del destino

  

En medio de este hueco redondo y transparente
que me persigue siempre a través de la tierra
retumban los hachazos que separan las ramas
brotadas en el tronco de mármol patinado
por el humo de pólvora y la luz de la luna
filtrada entre los dedos de tus manos de nieve.

Tus brazos recogían en sus siete colores
la lluvia de mi frente y la espuma del agua
perdiéndose en las aguas tu cabellera rubia
mientras que tu cabeza flotaba entre las olas
verde entre verdes algas con los labios abiertos
por la caricia última de mis labios de fuego.

 

 

RAFAEL ALBERTI

 

Canción de amor

 
Amor, deja que me vaya,
déjame morir, amor.
Tú eres el mar y la playa.
Amor.
Amor, déjame la vida,
no  dejes que muera, amor.
Tú eres mi luz escondida.
Amor.
Amor, déjame quererte.
Abre las fuentes, amor.
Mis labios quieren beberte.
Amor.
Amor, está anocheciendo.
Duermen las flores, amor,
y tú estás amaneciendo.
Amor.

 

 

 

FEDERICO GARCÍA LORCA




La monja gitana
 


Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.

Vuelan en la araña gris
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.

¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.

¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas
en el mantel de la misa!

Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería

Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,

y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.

¡Oh, qué llanura empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!

Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.

 

 

VICENTE ALEIXANDRE


 

El olvido

 

No es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.

Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.

Con dignidad murió. Su sombra cruza.