miércoles, 11 de abril de 2018


ALFONSO COSTAFREDA





Yo pregunto



Ha muerto mi padre.
Se repite su ausencia cada día
en el hogar vacío.
Yo pregunto,
y además de la ausencia y además
de perder los caminos de esta tierra,
¿qué es la muerte?

Yo te pregunto, padre, ¿qué es la muerte?
¿Has hallado la paz que merecías?
¿Encontraste cobijo en nueva casa
o vas errante, y sufres bajo el frío
del invierno más grande, del total
desamor?

Yo te pregunto, padre, si son algo
los muertos, o si la muerte es sólo
una inmensa palabra que comprende
todo lo que no existe.
 

ÁLVARO SOLÍS





Otro reino

Me deslumbro en mis manos cuando logran
la efímera certeza de tocarte.
Rubén Bonifaz Nuño



Bailar, besarnos,
variar el nuestro abrazo al ritmo de la música,
al ritmo de la noche la primera.
Bailar como en esos días en que de pronto no dueles
y es posible salir a la calle
sin recordar tu nombre,
sin encontrarlo mal escrito en las pequeñas sastrerías,
en las tiendas de abarrotes, en las angostas fondas
donde se come mal, pero se come siempre.
Cuando es posible deambular en la calle
como cualquiera de los que ahí andan,
esos que ya, desde hace tiempo,
evitan los encuentros, se miran sin mirarse porque no hace falta,
porque reconocen el paso,
el ritmo llorón de la viuda,
de la muchacha del departamento de abajo,
la que por muerte ha sido destinada a la soledad.

Aún es tiempo de bailar ebrios de júbilo y alcohol,
bailar a media noche afuera de un bar
donde el ruido es tanto,
que sólo nos queda besarnos, y bailar,
bailar besándonos, las lenguas bailando también,
y toda esa gente sin mirarnos,
como si no fuéramos nadie,
como si no estuviéramos ahí,
cada vez más ebrios y menos noche,
amaneciendo casi la ciudad y nosotros bailando.
Luego el amor. El sueño y un par de miradas.

Bailar aunque las sillas ya estén sobre las mesas,
¿te irás, subirás a un autobús?
Antes deberemos besarnos como novios y no como amantes.
Luego fingir, y desde lejos, oculto entre la gente,
mirar la ventanilla donde sabré que estás sentada,
luego las luces rojas alejarse del autobús,
contigo adentro y tú sin caminar,
pero más y más lejos cada vez,
lejos, lejísimos…caminar sin prisa, sabiéndote ya inalcanzable.

Sin recordar tu nombre, amanezco con un paso en el sueño
y el otro en cualquier parte, pero lejos,
sin ganas de salir, pero poniendo el seguro a la puerta,
para que nadie pueda robar
lo que aún de ti quedó en la casa.
Sin encontrarlo mal escrito
en las pequeñas sastrerías,
aun más silencioso tu nombre
que el silencio de la ciudad de madrugada.

Bailar, besarnos,
variar el nuestro abrazo al ritmo de la música,
al ritmo de esta noche última donde no dueles todavía
y es posible salir a la calle,
sin encontrar tu nombre mal escrito en las pequeñas sastrerías,
en las tiendas de abarrotes,
en las angostas fondas donde se come mal pero se come siempre.



ESTHER DE CACERES





La fuente



Entre árboles extáticos
y flores soñolientas,
cuando todos los astros del verano
caen sobre los jardines con ardiente cadencia
tus surtidores cantan
sobreviviendo!

Remotas aguas, columpiados barcos
descansan en tu dulce cara quieta.
Tus tranquilos mármoles
se dan al aire y sueñan
y la gran noche mágica
del jardín se levanta
para ver nuestro encuentro.

La muchedumbre de las fuentes canta
por esta sola boca tuya ¡Fuente!

Ya puedo amar sin vértigos
este espejo de sombras, este canto;
porque ciñes los mares de mi ser en la noche
y detienes el Tiempo!


RICARDO MOLINARI





Casida de la bailarina

                                                     A Federico García Lorca




1

Quiero acordarme de una ciudad deshecha
junto a sus dos ríos sedientos;
quiero acordarme de la muerte de los jardines, del
agua verde que beben las palomas,
ahora que tú bailas, y cantas con una voz áspera de
     campamento;
quiero acordarme de la nieve que vuelve con la lluvia
para humedecer su boca de viento dormido, su luna
     abierta entre la yedra.
Quiero acordarme de mis amigos, ay, de cómo
     dormirá una mujer
que he querido.

Baila, aliento triste, alarido oscuro. Lleva tus pies
de acero sobre los alacranes
que tiemblan por las hojas de la madera,
golpeando sus tenazas de polvo
cerca de tu piel.
Baila, amanecida; empuja el aire con el calor del
     cuello, con la serpiente que conduces rota
en la mano enamorada y dura.

Yo estoy pendiente de ti, ensombrecido: tu canto
     me enfría la cara, me envenena el vello.
Qué haría para poder estar quieto,
abierto en tu garganta llena de barro,
hasta resbalarme por tu pecho, como una llama de rocío.

Baila sobre el desierto caliente,
Nilo de voz, delta de aire perecible.


2

Quisiera oír su voz que duerme inmensa con su narciso
     de sangre en el cuello,
con su noche abandonada en la tierra.

Quisiera ver su cara caída, impaciente sobre el amanecer,
junto a su viola de luz insuperable, a su ángel tibio;
su labio con su muerte, con su flor deliciosa sumergida.

Así, ofrecido; luna de jardín, perfume de fuente,
     de amor sin amor;
ah, su alto río encerrado, vagando por la aurora.


3

Rosa de cielo, de espacio melancólico;
Orfeo de aire, numeroso solo. Quien verá
su sombra cubriendo los árboles
o volviendo del agua, desnuda. Quién verá
la tarde que contuvo su cara de hombre muerto.
su soledad esparcida entre los ríos.


4

Baila, que él tiene el cuerpo cubierto de verguenza
y la lengua seca saliéndole por la boca dulce,
como una vena perdida.

Yo pienso en él, y ya no me duele el silencio,
porque nunca estará más cerca de la luz
que en su muerte. Su pobre muerte
encadenada.
¡Ya ve su sueño en el desierto!

Las altas tardes que van naciendo del mar, los pájaros
     con los árboles de las colinas; las gentes aún pegadas
     a las sombras,
a los ríos oscuros de la carne-

Su muerte, sí, su muerte, un poco de la nuestra;
de nuestra muerte sin premura. Ya estás ahí, solo
como alguno de nosotros en la vida.

Duerme, triste mío, perdido, que yo estoy oyendo
el canto del adufe que viene del desierto.


Enero 18 de 1937



VIOLETA LUNA





Contradictoriamente



I

Si todo puede ser
todo es posible.
Posible que yo menstrue
la tarde en que me anheles con locura.
Posible que haga sol
el día en que mi alma llueve tanto.
Si todo puede ser
todo es posible.
Posible que de pronto
me caiga sobre el cuello el arco iris
o el filo de un machete.
Posible que en el aire
me llegue la fragancia de un durazno
o el acre desperdicio de un difunto.
Y así como es posible
que llore sonriendo
o ría de dolor con estridencia,
podría ser posible tanta náusea
o tanto malestar en la mirada.
Y yo puedo deciros
que todo me hace mal si está mal hecho,
que todo me produce
un vómito de estrellas amarillas.
Que cuanto más comprendo
más náusea me sube a la cabeza.


II

Si todo puede ser
todo es posible.
Posible que me alegre
con tantas aflicciones imprevistas,
posible que me aflija
con tantas alegrías inventadas.
Contradictoriamente
ya nada me resulta transparente.
Podríamos decir que me contagio
de un mal ya sin memoria.
Si todo puede ser
todo es posible.
Posible que hasta el aire hiera tanto.
Posible que haya heridas
que corran y se alarguen como el agua.
Posible que en la tierra
en vez de cereales y hortalizas
empiecen a crecer los niños muertos.


III

Hoy todo me hace mal y me desdigo,
reniego por la vida que se queda
pendiente de una rama en la quebrada.
Reniego por la muerte que pernocta
al centro de adverbio negativo.
Si todo puede ser
todo es posible.
Posible hasta yo mismo con mis letras,
mi náusea, mi herida, mi mentira.
Irremediablemente
por fin puedo deciros
que sólo la verdad es imposible.




IBN ZAYDUN





Desde tu marcha...



Desde tu marcha mi sola creencia es serte fiel
y nunca he profesado más religión que tú.
Cuando mis pensamientos te susurran,
casi me muero de dolor, pero lo acepto.
¿Qué importa si no soy su igual en la nobleza
cuando en el amor no hay más que iguales?
Aunque por amor se inclinara hacia mí desde
su trono excelso la luna de la noche oscura,
nadie, excepto tú, podría seducirme.
¡La paz sea contigo, mientras dure este amor
que nosotros ocultamos y que él nos revela!