domingo, 29 de septiembre de 2013

GRACIELA SALAZAR




Naturaleza viva



Todo sabe a pirul
entre los brazos abiertos del camino

Ж

Terca la sal de una ola
mojó con rabia
paredes
esquinas
el tejado de lo que soy
desbordó mis peces
como siempre
me he perdido en la luna

Ж

En estos brazos
sus trinos rojos
mecen
plácidamente la tarde


RENATO SALES HEREDIA





Quien desanda la oscuridad…



Quien desanda la oscuridad
llama a la piedra por su nombre:

Hematita:
arde en el pecho de los caminos,
en el cuerpo del trigo,
iluminada.
Luz siempre más allá.
Resplandor.

Ha vuelto a su cuerpo
desde su cuerpo
quien olvidó y fue noche,
quien desató los nudos,
desde su cuerpo
ha vuelto a su cuerpo.

Pues cada cosa es luz,
cada cosa apaga,
para caminar.


De: Para que partan los pájaros
Traducción de Felipe Sentelhas



MANUEL ACUÑA




Por eso



Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.



OCTAVIO PAZ




Piedra nativa
                                        A Roger Munier



La luz devasta las alturas
Manadas de imperios en derrota
El ojo retrocede cercado de reflejos

Países vastos como el insomnio
Pedregales de hueso

Otoño sin confines
Alza la sed sus invisibles surtidores
Un último pirú predica en el desierto

Cierra los ojos y oye cantar la luz:
El mediodía anida en tu tímpano


Cierra los ojos y ábrelos:
No hay nadie ni siquiera tú mismo
Lo que no es piedra es luz

SILVIA CARBONELL




No te marches sin dejarme



Cuando platicábamos de sueños, construíamos montañas.
Montañas iluminadas; 
que vestíamos de todo aquello, que la moral nos levantaba.

Me dejaste puliendo todos los ecos y cada una de tus palabras,
enumerando en mi cabeza, todo eso que dejaste sin contar.
Todo lo que no alcanzamos a platicar.
Te extrañé por ello, y aún sin ello, te sigo extrañando;
te seguiré extrañando.
Es un círculo vicioso que no terminará jamás.

Pero nos quedaron los caminos que diseñamos,
los dejaste todos en mis manos
esos que quedaron sin terminar.

Me quedaron, y me dejaste difícil el trabajo;
Porque sin el toque de tu risa, 
que complicado me resulta edificar.

Sin embargo, esta vida no se acaba,
y me dejaste de tarea continuar;
de acabar con esos nudos que nos atan a la tierra.
De llenar las ventanas de todas las prosas nuevas,
que se nos puedan atravesar.

De pintar con mil colores esos sueños, 
que solo tú sabías cómo echar a volar.

¿Y sabes?, Es difícil rediseñar tu arquitectura;
pero dejaste cimientos fuertes dónde comenzar a levantar.
Dejaste un puñado de recuerdos que me hacen fuerte,
y de nuevo mi sonrisa se comienza a dibujar.

Así, comencé por pintar tu cielo de colores,
de llenar cada uno de sus rincones 
con nuestros sueños alucinados, 
y tomar del viento; 
los murmullos de tu voz que parecía tan lejana para traerla conmigo, 
para que no se me olvidara lo que un día prometimos 
que podríamos cambiar.

El rumbo completo de nuestras vidas que ya lucía deslucido,
por un sueño nuevo que nos fuera permitido,
y nos llevara de la mano sin dejarlo de intentar.

No te marchaste sin dejarme, eso lo puedo comprobar.
Porque donde quiera que te encuentres,
no has soltado de mis manos, en mis luchas te has quedado
y cada lágrima en mis ojos has secado sin parar.

Te has quedado, para asegurarte que mis brazos
reciban el amor guardado, de un sueño viejo que no se rindió jamás.
para sostenerme con fuerza cuando el peso es demasiado,
para no soltar mis pasos, para asegurarte siempre, 
que a donde sea que yo vaya; tú también vendrás.



RUBÉN BONIFAZ NUÑO




Semilla del placer, la muerte…



Semilla del placer, la muerte
mira, agazapada, en el instante
donde apaga su lengua roja
algún dolor que fuimos. Risa
de saber que en algo nos morimos,
que algo para siempre nos perdona.

De escombros nuestros, se encordera
el camino de la noche en andas
que para morirnos escogemos.
Y se vuelve alegre la ceniza
de envejecer, y las arrugas
el ramaje son de un tronco alegre.

Se va cayendo la sufriente
armazón del temor; inmunes,
cada vez más muertos, aprendemos;
vencida de la edad, el alma
aviva el seso y se complace
del cuerpo difunto en que recuerda.

De “El ala del tigre”