"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 28 de octubre de 2016
MARISOL VERA GUERRA
Vestigios
Atrás está la mujer de sal,
permitiré que me desbarate su sombra.
Luisa Isabel García Meriño
Otras
mujeres me acarician
cuando
recojo cáscaras de nueces
en la
calle –un lugar
al
que no pertenecen luz ni tiempo–,
¿qué
mano ha estrujado su blandura de fruta?
Así
me miro, yo, mapa de cicatrices
que
traza el mediodía
mientras
besa una muchacha mi cuerpo
a la
intemperie: uva madura
que
derramó su azúcar en mi boca.
Otras
mujeres como lobas, como chacalas y perras
escarban
mi entraña,
semilla
de árboles perennes
que
me visten de cortezas.
Aún
me arropa la raíz de un pubis
donde
crecían las yerbas, los malos pensamientos,
las
traiciones. No fui nunca
hija
predilecta de la noche,
fui
en cambio la más amada por sátiros
y
ninfas; la más pequeña de las Furias,
el
último verso estampado en ruinas.
ANA CRISTINA CESAR
Fisonomía
no es
mentira
es otro
el dolor que duele
en mí
es un proyecto
de paseo
en círculo
un malogro
del objeto
en foco
la intensidad
de luz
de tarde
en el jardín
es otro
otro el dolor que duele
es aquí
por ahora
todavía no hay
cortina
alfombra
luz indirecta
amenizando la noche
cuadros en las paredes
es otro
el dolor que duele
en mí
es un proyecto
de paseo
en círculo
un malogro
del objeto
en foco
la intensidad
de luz
de tarde
en el jardín
es otro
otro el dolor que duele
es aquí
por ahora
todavía no hay
cortina
alfombra
luz indirecta
amenizando la noche
cuadros en las paredes
De: "Guantes de gamuza y otros
poemas"
Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida
LORE MÉNDEZ
La
sortija
A
veces me toca rifar
mis
pensamientos
al
aire
me
resisto
desespero
me
resigno
mi
infancia quedó
reducida
en un punto
sobre
un caballo
que
ya no galopará jamás.
Oigo
lejos la gritería de todos mis adultos,
el
viral exitismo que se infiltra
y se
instala cómodamente
en el
crujir de mis vértebras:
«dale
que vos podés»
obediente
intento alcanzar
con
el manotazo de ahogado
algo
de la ilusión que veo derretirse
en la
manos de alguien,
pero
las horas reales
se
escurren entre la arena de un reloj que,
con
justicia,
se
prepara a colapsar.
*
Mi
esgrima se acaba con la última luz
del fui
creciendo
justo
cuando empezaba a disfrutar
del
giro,
de la
vuelta.
De
lágrimas enjugada y
con
los brazos en punto muerto
cedo
mi lugar en el juego
a los
bisoños condenados
que
me siguen detrás.
RICARDO RUBIO
De
rodillas el hombre
Visitado
largamente por vampiros,
por navegantes del sueño;
deteriorado por una generosidad
que no antecede la dicha,
cedo a otro lo que queda de un interior gentilicio.
Regalo mis pertinaces ausencias
de los lugares que debí,
mis íntimos enredos con el amor y el amor mismo
y mis juguetes preferidos
latiendo intactos en un origen lejano.
Los regalo como largas caminatas que no acaban,
los regalo al misterioso destino del ocio
y odiando fervientemente la nada.
En la noche brilla el agua
que mi madre junta en cada lluvia
para mezclar con la pintura de esta casa.
por navegantes del sueño;
deteriorado por una generosidad
que no antecede la dicha,
cedo a otro lo que queda de un interior gentilicio.
Regalo mis pertinaces ausencias
de los lugares que debí,
mis íntimos enredos con el amor y el amor mismo
y mis juguetes preferidos
latiendo intactos en un origen lejano.
Los regalo como largas caminatas que no acaban,
los regalo al misterioso destino del ocio
y odiando fervientemente la nada.
En la noche brilla el agua
que mi madre junta en cada lluvia
para mezclar con la pintura de esta casa.
DANIEL MEDINA ROSADO
Cinco
formas de encontrar a Dios
I
Levanté
una roca en el camino
y
encontré a Dios
en
forma de cangrejo.
Celebramos
hasta
la madrugada
iluminándonos.
II
Dicen
que en los incendios
y los
terremotos
a
Dios le gusta aparecerse
en
forma de árbol histérico.
III
En un
buen poema eléctrico,
lleno
de medusas.
IV
En el
jardín del vecino
siempre
hay un movimiento:
humo
alejándose borracho.
V
Se me
apareció hace mucho tiempo
en un
sueño lúcido,
tenía
un pararrayos
y su
amor por los niños era,
si
acaso,
más
sincero.
NATALIA ROMERO
Nacimiento
Le
pregunté a la abuela
por
el día de mi nacimiento.
¿Qué
hacías cuando tu hija
se
convertía en madre?
Ella
se acomoda el volado
de la
camisa de domingo
ese
azul, ahora gastado
por
el sol de las tardes
sentada
en la vereda.
Hace
un movimiento con los ojos
uno
que no puedo seguir
se
queda quieta en la virgen
esa,
que cambia de color
con
el clima.
La
virgen está violeta
es la
humedad, va a llover.
Me
acuerdo
del
día en que me enteré
que
al nacer mamá
la
abuela casi se muere.
La
partera se asustó
mamá
nació en una sala de hospital
y la
abuela temblaba.
Me
contaron que el médico
le
preguntó a mi abuelo
a
quién salvamos
a las
dos, respondió.
Claro
que a las dos, dijo
como
excusándose.
Y
cada vez que lo cuenta
es lo
mismo.
Como
si aún tuviera
una
culpa
por
haber tomado
ese
riesgo ineludible
de
quererlo todo.
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