"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 20 de febrero de 2018
JOSÉ REVUELTAS
[No tengo casa]
No
tengo casa
Está
derribada en medio de la noche.
Su
dolorosa arquitectura
se ha
caído.
Entré y
seguiré solo.
El
viento invade todo lo que no tengo.
La
sonrisa antigua que se me ha arrebatado,
el
perfecto silencio donde
mi voz
es lo único que se escucha.
He
vuelto de nuevo.
No
tengo nada.
Estoy
perdido.
De: “El propósito ciego”
FERNANDO DEL PASO
La rosa
es una rosa es una rosa...
La rosa es una rosa es una rosa.
Tu boca es una rosa es una boca.
La rosa, roja y rosa, me provoca:
Se me antoja una boca temblorosa.
La roja, roja sangre rencorosa
de la rosa, que quema lo que toca,
de tu boca de rosa se desboca
y me moja la boca, ponzoñosa.
La pena, pena roja de mi vida,
de no vivir bebiendo ese lascivo
licor de boca rosa y llamarada,
rubor de rosa roja y encendida,
me ha dejado la boca al rojo vivo,
del rojo de una rosa descarnada.
De: “Sonetos con lugares comunes”
ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO
La clase obrera va al paraíso
Una vez
me enamoré de una trotskista,
Me
gustaba estar con ella
porque
me hablaba de Marx,
de
Engels, de Lenin,
y,
desde luego, de León Davidovich.
Pero,
más que nada
porque
estaba en verdad como quería.
Tenia
las piernas más hermosas de todo el
movimiento
comunista mexicano.
Sus
senos me invitaban
a
mantener con ellos actitudes
fraccionales.
Las
caderas, que eran pequeñas, redondas,
trazadas
por no sé qué geometría lujuriosa
lucían
ese movimiento binario
que
forma cataclismos en las calles populosas.
Un día,
cuando
me
platicaba que:
«Lenin
había visto con lucidez
que la
época de los dos poderes llegaba a su fin»,
yo le
tomé la mano;
ella
continuó:
«pero
el problema básico
era la
concientización de los soviets».
Yo no
despegaba los ojos de sus senos.
Un
botón de audacia –meditaba–
y me
vuelvo un hombre rico.
Y ella
proseguía:
«había
que reforzar el papel de la vanguardia».
No me
pude contener
y la
estreché a mi cuerpo
con la
boca de cada poro mío
buscando
otros iguales en su carne.
Y ella:
«Lenin había previsto que...»
Y yo
ataqué el botón de su camisa
y me
puse a jugar con la blancura.
Y mi
trotskista, con la voz excitada:
«los
mencheviques estaban
en
minoría ya en los consejos».
Y yo,
con decisión,
le fui
subiendo poco a poco la falda,
como
quien deja de hablarle de usted a un ángel.
Se hizo
un silencio.
Un
silencio para disfrutar
del
pequeño burgués abrazo
que
abre la toma del poder por el orgasmo.
ANGELES MASTRETTA
No me arrepiento del gajo de naranja
No me
arrepiento del gajo de naranja.
Estas manos levantaron la cáscara
del fondo de las cosas.
Escurrió de mis labios
lo sobrante.
Suma sin resta soy
del rosticero
del pan y del cuchillo.
No me arrepiento
abono.
Estamos al corriente
yo y mis clavos.
Estas manos levantaron la cáscara
del fondo de las cosas.
Escurrió de mis labios
lo sobrante.
Suma sin resta soy
del rosticero
del pan y del cuchillo.
No me arrepiento
abono.
Estamos al corriente
yo y mis clavos.
JAIME TORRES BODET
¿Qué
palabras dormidas
en páginas de líricos compendios
-o al contrario, veloces,
azules, verdes, blancas, recorriendo
los tubos de qué eléctricos letreros-
debo resucitar para expresarte,
cielo de un corazón que a nadie aloja,
anuncio incomprensible,
mujer: adivinanza sin secreto?
en páginas de líricos compendios
-o al contrario, veloces,
azules, verdes, blancas, recorriendo
los tubos de qué eléctricos letreros-
debo resucitar para expresarte,
cielo de un corazón que a nadie aloja,
anuncio incomprensible,
mujer: adivinanza sin secreto?
ALFREDO R. PLASCENCIA
A ver qué queda
Ponte a buscar los muros,
a ver qué queda.
Un terrón, cuando menos,
deberá haber quedado sobre la tierra.
Besa el terrón hallado.
Tu boca besa,
cuando el terrón besares,
las pisadas paternas,
todas ellas piadosas
y todas buenas.
Carga con tu desierto,
grita a la parentela.
Ponte a buscar los muros...
A ver qué queda.
Ve a buscar en seguida
la vieja puerta.
Alguna astilla leve
quedará, cuando menos, sobre la tierra.
Besa también la astilla.
Esa astilla te cuenta
cómo entraba a menudo,
como una abeja,
con sustento cargado, tu muerto padre
por esa puerta.
Ponte a buscarla, búscala,
a ver qué queda.
Busca el granado viejo,
de ramas como muertas,
que así, viejo y cansado,
daba las flores vírgenes y nuevas.
Y no te olvides de buscar el tronco,
a ver si queda,
del naranjo que, un día,
el buen viejo plantó junto a la puerta.
Fácil es que de aquello nada quede;
pero tú siempre búscalo, poeta,
y acarícialo y bésalo.
Quién sabe
si algo viva y lo encuentres.
Dios lo quiera.
Ponte a buscar los muros,
a ver qué queda.
Un terrón, cuando menos,
deberá haber quedado sobre la tierra.
Besa el terrón hallado.
Tu boca besa,
cuando el terrón besares,
las pisadas paternas,
todas ellas piadosas
y todas buenas.
Carga con tu desierto,
grita a la parentela.
Ponte a buscar los muros...
A ver qué queda.
Ve a buscar en seguida
la vieja puerta.
Alguna astilla leve
quedará, cuando menos, sobre la tierra.
Besa también la astilla.
Esa astilla te cuenta
cómo entraba a menudo,
como una abeja,
con sustento cargado, tu muerto padre
por esa puerta.
Ponte a buscarla, búscala,
a ver qué queda.
Busca el granado viejo,
de ramas como muertas,
que así, viejo y cansado,
daba las flores vírgenes y nuevas.
Y no te olvides de buscar el tronco,
a ver si queda,
del naranjo que, un día,
el buen viejo plantó junto a la puerta.
Fácil es que de aquello nada quede;
pero tú siempre búscalo, poeta,
y acarícialo y bésalo.
Quién sabe
si algo viva y lo encuentres.
Dios lo quiera.
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