"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 16 de septiembre de 2022
GABRIEL JAIME CARO
La
poesía
Uno
Es
la brujería de estos años de lucha libre.
El
río que invita al baño.
La
senda cerrada de los Montes Apalaches.
Todas
las formas de paseo.
El
problema fijo: el vacío de la humanidad
en
primera plana.
La
cabeza del engendrador, el último
en
la proyección de los sentidos participantes.
Dos
El
venado muerto en la carretera.
La
debilidad del zorro ante el gesto del que ya
es
máscara suficiente.
Paisaje
de la trampa, donde mueren
los
protagonistas divinos.
Secreto
hablado del corazón musical.
De
mejorar la vida, con la copa del gozo,
Como
señal del sacrificio.
CARLOS MARTÍN
Otoño
Arregla
los papeles. Es ya tiempo. No temas
al rigor del invierno. Aún hay fuego. Arde
un rescoldo de amor y al fulgor de la tarde
nacen aún los besos, los poemas.
Después
de todo, mira, no importa, hemos vivido
al borde cotidiano del asombro,
una mirada basta, la voz con que te nombro
basta para olvidar la muerte y el olvido.
¿Para
qué regresar en busca de la aldea
natal? El tiempo pasa. Si abres la ventana
de nuevo nace el mundo. Déjame que te vea
a la orilla del alma, real, mía, cercana.
Somos
hambre, penumbra, testimonio de seres,
nada nos pertenece, somos rumor profundo
del prodigio que pasa. Escúchame, no esperes
nada más. Mira. Ama. Despídete del mundo.
JUANA VÁZQUEZ
No
sé por dónde se va al Camino
no
sé cuál es la Rosa y no las rosas
no
sé qué dicen los reflejos de la luna
en
una noche de verano
cuando
no hay canto de pájaros.
No
sé adónde van los lirios de madrugada
los
que nacieron alrededor del agua que
sirven
para adornar los rincones tristes de la vida .
Las
alondras me dicen que no nací
que
sólo fui una muerta
pues
no interpreto su canto.
Pero
su canto no es el del Génesis
el
que resuena en las praderas sagradas.
Ese
es el verdadero
y se
oye al filo de la madrugada
en
los nidos de azucenas debajo del altar
y en
la cúpula de las catedrales
cuando
estalla la luz entera sin reflejos.
Y es
que vivir es una incertidumbre
deseosa
del Conocimiento.
Por
eso los lagartos de los páramos
piensan
y piensan
allá
tumbados entre los troncos de los olivos
seculares
y añosos
pues
el camino se divide una y mil veces mil.
¿Hacia
dónde ir?
Las
notas de Vivaldi me marcan un sendero
pero
deben estar equivocadas
porque
el Único ya marcó mi tragedia.
Y al
final de los años
si
sigo así
solo
me espera una larga interjección
y la
amnesia anterior a las palabras.
De:
“Voz de niebla”
GLORIA FORTÚN
1
¿Por
qué no soñarla? No a su costa, no a mi antojo, no a nuestro pesar.
Soñarla
recogiendo así el milagro de que cuando llueve en su tejado lo hace también en
el mío. Entonces nos decimos qué tormenta tan azul, qué añoranza tan verde,
palabras que se evaporan y caen sobre nosotras atravesándonos la ropa.
Soñarla
celebrando así que me ama aunque no haga falta, no nos pertenezcamos ni nos
necesitemos, o precisamente por eso, por este amor sin descendencia y sin suelo
del que nunca sabrán nada nuestros padres muertos.
Soñarla,
sí, por qué no, sin inventarla, envuelta en un manto estrellado de
irrenunciable verdad, tal y como es conmigo, tal y como no puede ser conmigo,
besándome en Oniria, eso sí, con la misma vehemencia con la que no me besa en
Realidad.
Y
algún día con estupor seremos viejas, no queda tanto, y le diré te he soñado
siempre y ella me responderá y quién te crees que te ponía las manos sobre los
párpados para que pudieras hacerlo.
De:
“Todas mis palabras son azores salvajes”
JUAN L. ORTIZ,
Fui
al río
Fui
al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.
Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, ¡me atravesaba un río!
ALMAFUERTE
¿Flores
a mi?
I
Ayer
me diste una flor,
una
flor a mí, señora,
que
no consagré una hora
ni
al más poderoso amor.
¿Flores
a mí? ¡si es mejor!,
en
un páramo arrojarlas,
o tú
no sabes amarlas,
o al
sentir mi pecho yerto,
sobre
la tumba de un muerto,
has
querido abandonarlas.
II
¿Flores
a mí? ¿tú no sabes
de
esos parajes que aterran,
donde
las flores se cierran,
dónde
no cantan las aves?
Las
más orgullosas naves
temen
del mar los furores,
los
tigres devoradores
huyen
del simún airado
¡y
tú en mi pecho has dejado
tan
sin recelo tus flores!
III
¡Flores
a mi! puede ser
que
desalmada y celosa,
buscaras
la más hermosa
con
tu instinto de mujer;
Y
haciéndole comprender
yo
no sé qué gentileza,
con
refinada fiereza,
con
el más profundo encono,
la
bajaste de su trono
por
castigar su belleza.
IV
No
lo sé, linda mujer,
ni
quiero saberlo todo;
me
contento con mi modo
de
saber y no saber.
Pero
si quieres tener
la
realidad en tu mano,
te
diré, sin ser un vano,
que
si te movió el amor
¡la
flor ha sido una flor
que
fue destronada en vano!
Nota:
Almafuerte seudónimo de Pedro Bonifacio Palacios
