sábado, 1 de febrero de 2020


JACK KEROUAC






Crepúsculo,
niño aplastando dientes de león
con un palo.


De: “American Haiku”


ANAHÍ MAYA GARVIZU


  


Solsticio



La mañana ilumina el polvo suspendido 
mientras ella barre el centro del patio de tierra. 
Con qué lentitud cae la polvareda 
sobre las semillas de algarrobo.

No sabes escribir pero lees las horas
en los ojos de los gatos, 
la intensidad de la tormenta 
en el comportamiento de los insectos,
la fertilidad en el espacio de corteza a corteza.

No barras el rastro de las gallinas, abuela
conocimos la sensación de ingravidez 
en el piar de un polluelo 
entre las garras del sacre 
que agitando las alas hacia el sur
en pocos segundos trastornó el horizonte. 

El peso del cántaro de agua en la cabeza
es el tipo de cosas que hace ver todo diferente.
Donde sea que mires la distancia es infinita
pero te acercas al paisaje sin miedo
guiada por el sonido estridente de las chicharras 
y soportas el ardor de la piel al sujetar el mechero.

Tú atizas cuanto en verdad importa:
la fuerza intangible con que sanas el pecho entumecido,
ordeñas las vacas cantando y con firmeza
señalas que “hay que acercarse a ellas como a todo”.
Tu voz atraviesa banda a banda en busca del caballo
y escuchas la cercanía del galope apoyando el oído en la tierra.

Qué extraña manera de llegar donde estamos,
poseedores de una herencia sin origen: 
la piel pálida, las manos curtidas
los talones como un delta de grietas deshabitado, 
lejos de ellos y lejos de nosotros. 

Los robles se agitan en el cerro 
la brisa suspende la arena 
y parecen vistos tras una cortina de niebla.
La magnificencia que genera la escoba en tus manos.
Regala un poco de la oralidad de un mundo menguante
¿Recuerdas? Todo parecía música entonces. 



HANS MAGNUS ENZENSBERGER


  


separación



deja que se haga trizas
el cielo entre tú y yo,
que se haga trizas la bandera blanca
con que nos envolvimos en el sueño
suavemente injertados uno al otro
echando hojas futuras.

pero el lunes llegó.

quiero que llegue un viento
a borrar la verde memoria
de las coronas
y que llegue una nieve
y que se pierda el humo
encima de la casa
y que el cielo vomite
frías cenizas pacientes
y haga girar en torno a tu cabeza
y envuelva lentamente a la mía
esta nieve hecha trizas.

1958


De: "Poesías para los que no leen poesías"
Versión de Heberto Padilla


JULIO TRUJILLO





Ninja



Subir el punto y ver
una palabra,
el golpe tipográfico y las curvas
de una g,
el movimiento de la a centrípeta,
etcétera
(ver un etcétera).
El fondo blanco es tasajeado
por la sinuosidad de los vocablos:
ver los cortes,
reconocer al maestro ninja del glosario.



HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT


  


XXIX. Nostalgia



Cada año, al resplandor melancólico del otoño,
Los pájaros remontan el vuelo sobre un océano desierto,
Trinando y gorjeando con prisa jubilosa
Por llegar a una tierra que su memoria profunda conoce.
Grandes jardines colgantes donde se abren flores
De vivos colores, hileras de mangos de gusto delicioso
Y arboledas que forman templos con ramas entrelazadas
Sobre frescos senderos... todo esto les muestran sus vagos sueños.

Buscan en el mar vestigios de su antigua costa,
Y la alta ciudad blanca, erizada de torres...
Pero sólo las aguas vacías se extienden ante ellos,
Así que al fin dan media vuelta una vez más.
Y mientras tanto, hundidas en un abismo infestado de extraños pólipos,
Las viejas torres añoran su canto perdido y recordado.


Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt



RAFAEL COURTOISIE





El amor de los locos



    Un loco es alguien que está desnudo de la mente. Se ha despojado de sus
ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad se vele y se desvíe.
Los locos tienen esa impudicia que deviene fragilidad y, en ocasiones, belleza.
Andan solos, como cualquier desnudo, y con frecuencia también hablan
solos («Quien habla solo espera hablar con Dios un día»).
     Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un pensamiento. Los locos
tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la piedra
en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella por una
cadena de hierro de ideas.
     El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos, y la parte que modula
el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler, un infinitésimo
trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento, los sabios
escrutan  al microscopio para descifrar de qué manera, en tan exiguo retazo,
está escrita la partitura.
     Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio ni de tinciones,
el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que taladra
huesos, que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay cemento ni
viga que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos locos
despiertan antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz, con voces
que sudan de adentro, de la cabeza.
     Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin piel. En el desierto del
pensamiento del loco el pájaro es un sol implacable. El canto cae como una luz y un
calor que le picara al loco en la carne misma de la desnudez.
     Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla queda dentro. Es condición
interior, pasa desapercibida a las legiones de cuerdos cuya ánima está cubierta por
completo de tela basta, gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.
     El único instrumento posible para el loco, para defender su desnudez, es el amor.
El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos vidriosos, ese hilo
ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso y múltiple
que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium, permanecen intactos
en el loco por arte del amor.
     Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo menos un vestido, no cubre
sino que atraviesa, no mitiga sino que exalta. El amor de los locos tiene una textura,
un porte y una sustancia.
     La sustancia se parece al vidrio, pero es el vidrio de una botella rota.


De: "Estado sólido"