miércoles, 3 de octubre de 2018


MARÍA TERESA IRAZABA



  

Esa madrugada…



I

Esa madrugada
el sonido de la ambulancia
fue detenido por los soldados
La navaja de un bisturí cortó
mi amarre umbilical
del vientre de mi madre
Mientras
cientos de metrallas
dispararon
y abrieron otras carnes
A la tierra arrojaron sus cuerpos
una fosa clandestina
es su nuevo vientre
A mí me dieron un nombre
a ellos les borraron la vida
Sus madres palpitaron
con el vientre hueco
los soldados las obligaron
a quedarse mudas


II

Sólo mi madre recuerda
la masacre de Tlatelolco
Para ella su lucha
es tener una familia
Una casa con las ventanas abiertas
para que entre el Sol
la ropa dulcemente alineada
para un padre ausente
La cocina es su compañera
y enciende todavía sus luces
para alumbrar
a sus muertos
En mi casa con serpentinas
y confeti de colores

se festeja mi cumpleaños
Para ocultar nuestra soledad
nos colocamos un antifaz
sonreímos un rato a las visitas
y cerramos la puerta
Mi padre con nostalgia recuerda
la antorcha olímpica del 68
nunca habla de los jóvenes
masacrados
ese dos de octubre
A mí me rebautizaron diciéndome
que no fui asesinada
pero siempre me pregunto
si ese día
no dispararon en mí
alguna lenta puerta.


EVARISTO CARRIEGO





Como aquella otra



Sí, vecina: te puedes dar la mano,
esa mano que un día fuera hermosa,
con aquella otra eterna silenciosa
«que se cansara de aguardar en vano».

Tú también, como ella, acaso fuiste
la bondadosa amante, la primera,
de un estudiante pobre, aquel que era
un poco chacotón y un poco triste.

O no faltó el muchacho periodista
que allá en tus buenos tiempos de modista
en ocios melancólicos te amó

y que una fría noche ya lejana,
te dijo, como siempre: «Hasta mañana...»
pero que no volvió.


IRENE SÁNCHEZ CARRÓN





Razones

                                                  "Bien está en otros sostenerse.
                                        Porque nadie soporta la vida solo."
                                                                                        F. Hölderlin



Y porque estamos solos empezamos un verso.

Porque sentimos frío acercamos las manos
al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.

Porque tenemos miedo miramos otras muertes
y en nuestra oscuridad encendemos un sol
de mediodía, inmóvil, que no se irá al ocaso.

Huyendo del dolor fatigamos el cuerpo
por calles de ciudades que nunca son la nuestra
de la mano de gentes que habitan en nosotros.

Porque tenemos prisa inventamos finales.
Porque nos falta el tiempo inventamos más tiempo.

Porque somos tan pobres no nos pesa apostar
lo poco que nos queda a este número incierto.

Porque somos humanos miramos a los dioses.
Porque no somos dioses jugamos a crear.


 

FÉLIX SUÁREZ





Un cielo de ovejas
degolladas
nos alumbra.



MIHAI EMINESCU





La oración de un Dacio



Cuando aún no existían ni muertos ni inmortales
ni manantial había ni almendra de la luz,
ni nacido mañana, ni hoy ni luego ni siempre,
porque todas las cosas eran tan sólo una;
cuando la tierra, el cielo, el aire y este mundo
estaban en el número de lo que no existía,
entonces Tú eras solo, por eso me pregunto:
¿A qué Dios entregamos, humilde, el corazón?

Él sólo ya existía primero que otros dioses
y del profundo océano dio las fuerzas al rayo,
a los dioses el alma, a los hombres la dicha,
y es para los humanos manantial de salud.
¡Levantad vuestro coro! ¡Glorificadle en cantos
al que es fin de la muerte, resurrección y vida!

Para que la luz viera, Él me ha dado los ojos
y me ha llenado el alma de la suma piedad.
Puedo escuchar su paso entre el clamor del viento
y en una voz que canta reconocer su voz.
Mas siempre le mendigo algo de añadidura:
¡Que me permita entrar en el reposo eterno!

Que maldiga a quien piense tener piedad de mí,
que bendiga clemente a quien me está oprimiendo,
que escuche complacido a quien de mí se burle
y dé fuerzas al brazo que querría matarme,
permitiendo que triunfe sobre todos los otros
el malvado que quite hasta el pan de mi boca.

Rechazado por todos atravieso los años,
hasta que ya sin lágrimas vea secos mis ojos.
Cuando todos los hombres se yergan enemigos,
cuando yo no consiga casi reconocerme,
cuando los sufrimientos mi bondad petrifiquen
y llegue a maldecir la madre que he adorado,
cuando la ira cruel me parezca el amor...
el dolor olvidando, ya me podré morir.

Y si extranjero muero fuera de ley, entonces
este indigno cadáver tirad lo en la calleja,
y yo te ruego, Padre, desde el premio más alto
a quien mande a los perros rasgar mi corazón.
Y si alguien me apedrea golpeándome el rostro,
¡dale la vida eterna, Señor, tenle piedad!

Sólo de esta manera, Padre, te daré gracias
por la dicha que tuve de vivir en el mundo.
Para pedirte bienes no doblé la rodilla,
para la maldición quisiera conmoverte
y sentir que a tu soplo mi aliento se evapora
y en la extinción eterna me diluyo sin rastro.


Versión de Rafael Alberti y María Teresa León




JOSÉ SARAMAGO





El beso



Hoy, no sé por qué, el viento ha tenido un
     hermoso gesto de renuncia, y los árboles han
     aceptado su quietud.
Sin embargo (y es bueno que así sea) una guitarra
     organiza obstinadamente el espacio de la soledad.
Acabamos sabiendo que las flores se alimentan en
     la fértil humedad.
Ésa es la verdad de la saliva.


De: "Poesía completa"

Versión de Ángel Campos Pámpano