jueves, 16 de febrero de 2012


HUGO MUJICA




Horizonte



Es la hora más lenta,

es crepúsculo
y un par de relámpagos
                          destellan un horizonte.

Descalzo, sobre la arena
tibia,
un niño corre tratando
                            de atrapar gaviotas.

En la noche,
la lluvia borrará las huellas,
                                  iniciará un desierto,
                                                           regalará el olvido.

TERESA CALDERÓN



Celos que matan pero no tanto


5

He aguzado el olfato
para husmearla mejor
en tus camisas
en los jardines de tu pecho.
Si captaras la sutileza de mi oído
qué magnífico espectáculo
pegado a las puertas
el ojo a las cerraduras
como el náufrago
a su tabla
y todo el océano
para él solo.

ALFONSO CARVAJAL




Inocencia



Me declaro inocente
por engañar los pasillos de su casa
para luego salir presentando
irrespetuosos respetos a su gente,
Por proporcionar a su belleza
Encanto secundario; haciéndola vomitar.

Me declaro inocente
por vender pausas de tristeza
sin considerar edades
sin una pizca de buena voluntad,
Por consentir recaudaciones de sueños fraudulentos,
Subiendo al techo ilusiones y dejándolas caer.

Me declaro inocente
por entregar mentiras sin vulgaridad
por consentir el sufrimiento de los míos
por considerarme amo de las experiencias
Desechando amigos sin al menos
Aparente preocupación.

Me declaro inocente
por la grotesca, insana,
grande y elocuente malversación de compromisos,
pagaderos en infinitos tiempos
Por ventilar penas al viento,
Comprometiendo a la desgastada conciencia.

Me declaro inocente
por pisar y re-pisar orgullos
a cambio de pequeñas ganancias
por prescindir de tu presencia,
por manifestar falsamente desacuerdo,

Por rememorar en subidos jolgorios
a los muertos caídos
por el descaro y la arrogancia.

Y sobre todo me declaro inocente
por amarte sin probar,
sin visitas sin llamados
silbando la ausencia,

Solo por sentirlo así no más,
me declaro inocente.

HUMBERTO GARZA




Agonía



Dondequiera, ya no es alguna parte,
ya no es hotel ni plaza ni alameda,
ya no es un restaurante
ni una casa friolenta
donde todos acechan,
amargando el frescor de la sorpresa.

Se terminaron todos los lugares,
los destruyó la vida sin decirme,
los destruyó el destino sin contarme;
los destruyeron para destruirme.

El éxtasis no corre por mi carne,
crucificaron todos los momentos,
y mi vista no es nave
bregando en las ondas de tu cuerpo.
A veces, la llovizna,
trae aroma distraído de tu aliento,
y emigro a los túneles de octubre
a fumar y a degollarme en tu recuerdo.

No ha pasado la crisis,
y no podrá pasar, es lo que siento.
En ninguna parte
te encuentro.
Tenemos que buscarnos mucho, mucho,
con deseo fuerte y pensamiento;
desgarrando las casas con la vista
y viajando en la alfombra del afecto.
Tenemos que buscarnos,
en el pecho y la espalda, si es posible,
del tiempo.

Yo te miraba de reojo,
mostrándome disperso.
El ámbito aceptaba mi soborno,
y sentía que el momento
y la vida...
¡por fin, valían un poco!

Voy a peinar la ciudad de arriba abajo,
voy a poner en la nariz de mi sabueso
la parte tuya que dejaste en mí,
para que rastree tu recuerdo
en la tierra y el cielo,
para ver
si te encuentro.

MANUEL JOSÉ ARCE



Hola

Tú, que vienes caminando
desde el fondo de mi vida;
que traes como bandera
la música de tu risa;
tú que en tus ojos escondes
lo que mi alma necesita;
tú, que en mi pecho has vivido
por años como dormida
y hoy me despiertas de golpe
hasta que no da cabida
mi pequeño corazón
para esta explosión de dicha.
Eres el río al que quise
ponerle diques un día.
Hoy que subió tu corriente
ya no hay diques que resistan.
En la casa de mi pecho,
en mi sueño y mi vigilia,
en las calles de mis manos,
en la ciudad de mis días,
en la patria de mis pasos
y en el país de mi vida
ven, entra y manda: es tu reino,
tu victoria, tu conquista.