lunes, 9 de mayo de 2016


AMANTE ELEDíN




El clon


             
La vida es incierta.
Nada es seguro pero todo es posible al mismo tiempo.
¿Quién sabe si es el sol el que brilla
O es simplemente un recuerdo que nos hace vivir?
¿Quién sabe a ciencia cierta, en qué punto del espacio estamos?
¿Quién sabe si venimos o vamos de vuelta?

Nada es seguro,
                                   Todo es incierto.
Estén alertas, que este viaje es una ilusión.
No somos nosotros los que vamos en este carro;
   Los de abrigo y paraguas,
                                   Las de cartera y tacón.
Son nuestras almas pasajeras que suben a nuestro cuerpo
 Y se asoman apenas por nuestros ojos,
                                      Para no ser descubiertas.
Señores pasajeros, no somos causa ni efecto,
Ni tampoco estímulo y respuesta.
              Somos torbellino;
   Circulo en erupción.
A cien años luz somos  vacío.
En el instante, somos inciertos
Estén alertas,
Que los que estamos aquí no somos nosotros,
Sino el recuerdo de nuestra vida interior.
Yo no soy el mismo que el que les habla.
No soy nada nuevo:
Como lo dijo Platón,
                                      Soy una sombra.
Mi voz viene de lejos, el que les habla es mi clon.-

CONCHA NIETO





Hablo del otoño que soy yo en la esquina de un libro.
inmóvil en mitad de una mesa,
desteñida en la hoja desnuda que respira
en el fondo de un lago.
Hablo de largas tardes saludando a las rosas,
y de sombras que flotan y se pierden
en el polvo seco de todos los días.
Deshago la piel y la voz de los dedos,
inevitablemente para no escribir con las manos,
para no morir huyendo mientras la noche,
ilumina el blanco de las horas y el tiempo,
reposa en su propia muerte.
Vacío las maletas,
las despojo de voces malheridas,
de ti, de mí, de impuros labios,
y vuelvo al centro de la mesa,
a ser otoño en la esquina de un libro.



ANGELAMARÍA DÁVILA MALAVÉ




Para decir adiós



para decir adiós
parece que es más fácil desgarrarse o morirse
mesarse los cabellos, rasgarse los vestidos
dar voces, desmelenarse
hacerse un mar de lágrimas, enloquecer
sufrir con velloneras o escupirle a la vieja luna.
más fácil que pararse ante todo, descifrar ruinas
recoger alguna brasa —que siempre hay—
tramar olvidos; y organizar de nuevo la canción.



MARÍA GERMANÁ MATTA




El escaparate



La ciudad es una celda
perturbada con el ruido
del abismo

sus escaparates encienden
antorchas de colores efímeros
cintas de seda
espolvoreadas de azúcar glas

baila la tentación
en tus pupilas

comprar arrulla la senda
el caramelo de la infancia

vestidos zapatos maquillaje

cae el antifaz
de la tristeza
dando tregua a la intemperie

y sin embargo
sólo 30 segundos
para el alboroto
de lo nuevo

a tu espalda
bosteza la noche
con su taza de estrellas fugaces
y su estruendo de lágrimas.

No hay marcha atrás.




ROSSANA ARELLANO




El nido




Llegaron en bandada
querían beber el agua de mis despertares,
bebían mis sueños de niño
y hasta aquella morisqueta de abandono.
Bebían la tristeza de mis plumas
bebían mis patitas azules
siempre, siempre metidas en el agua.
Bebían mis asfixias,
la somnolencia de mis invenciones.
Bebían el latir de mis llantos a lágrima viva
bebían la rareza de mis humedades,
bebían mis debilidades de noches sin estrellas
¡Dios mío! Se bebían mi inocencia.

Mientras mi cara de niño
se quedó paralizada, allá, en el nido
donde la dueña tocaba el piano
y me contaba un cuento cada noche
y yo esperaba mi turno
siempre, siempre esperé mi turno
sin embargo, mis patitas azules
mis plumitas despojadas de rama
morían de tristeza en un trinar de miedo.



ANA MUELA SOPEÑA




Marginados



La orfandad nos acecha
con aislamiento frío en el mutismo.
En medio de las sombras deliran los cartílagos
y la luz se resiste
a que todo en nosotros sea un hueco
de carencia y marasmo.
El animal que rige nuestra piel
efectúa la huida a un bosque oculto,
donde la luna escapa al Gran Hermano.

Nos persigue el exilio
en la desolación de terremotos
y en el cuerpo del mundo el agua nos sumerge
en la ciudad de arena.
Las nubes contaminan nuestros bronquios
con trazados de chemtrails.
En el viaje la alquimia nos da vértigo,
la desnudez nos llena de peligros
y olvidamos lo efímero de todo.

Los refugiados miran
con miedo sobre el sol de medianoche
y un pánico de niebla el declive del Nasdaq.
El petróleo dirige
el llanto de los niños de la Tierra
y una lágrima cae
en los labios hambrientos de los hombres,
mientras un grito agónico de ancianas
horada la memoria de la gente.

Prostitutas muy jóvenes
se hacinan en los cuartos y no salen
a contemplar las horas en la nostalgia apátrida
que el barro les delata.
Clientes que deslizan su mentira
a través de los cuerpos
transmutando billetes en placer,
convierten la fricción en un teatro
donde ya nada es lo que parece.

Parados en sus casas
vagan en extravío por las cuevas
sin futuro ni aire, en túneles de bronce.
Darwinismo feroz
que convierte recursos en basura.
Redactan el currículum
como el mito de Sísifo, girando,
en la explosión de lunas sin cristales,
caminando sin rumbo por la línea.

Los náufragos respiran
en el mar del estrecho, tan temible,
al tiempo que las algas y las estrellas rojas
simbolizan las pérdidas
en océanos llenos de esperanza.
Un púlsar es latido
de inmigrantes que llegan sin papeles,
en pateras que son como un espejo
de la incesante búsqueda de vida.

Los desahuciados lloran
desnudos sobre sacos de cemento
en un ritual de lodo, despojados del numen,
arrastrando la nada.
Vacíos de hipotecas imposibles
donde el robo es lo único
que destella al final de rutas vanas,
en espíritus ávidos de sueños
que la lluvia destroza cada noche.