lunes, 5 de octubre de 2015

JOSÉ JUAN TABLADA




Libélula


Porfía la libélula
por emprender su cruz transparente
en la rama desnuda y trémula






JULIAN DEL CASAL

  


4. Las alamedas



Adoro las sombrías alamedas
donde el viento al silbar entre las hojas
oscuras de las verdes arboledas,
imita de un anciano las congojas;

donde todo reviste vago aspecto
y siente el alma que el silencio encanta,
más suave el canto del nocturno insecto,
más leve el ruido de la humana planta;

donde el caer de erguidos surtidores
las sierpes de agua en las marmóreas tazas,
ahogan con su canto los rumores
que aspira el viento en las ruidosas plazas;

donde todo se encuentra adolorido
o halla la savia de la vida acerba,
desde el gorrión que pía en su nido
hasta la brizna lánguida de yerba;

donde, al fulgor de pálidos luceros,
la sombra transparente del follaje
parece dibujar en los senderos
negras mantillas de sedoso encaje;

donde cuelgan las lluvias estivales
de curva rama diamantino arco,
teje la luz deslumbradores chales
y fulgura una estrella en cada charco.

Van allí, con sus tristes corazones,
pálidos seres de sonrisa mustia,
huérfanos para siempre de ilusiones
y desposados con la eterna angustia.

Allí, bajo la luz de las estrellas,
errar se mira al soñador sombrío
que en su faz lleva las candentes huellas
de la fiebre, el insomnio y el hastío.

Allí en un banco, humilde sacerdote
devora sus pesares solitarios,
como el marino que en desierto islote
echaron de la mar vientos contrarios.

Allí el mendigo, con la alforja al hombro,
doblado el cuello y las miradas bajas,
retratado en sus ojos el asombro,
rumia de los festines las migajas.

Allí una hermosa, con cendal de luto,
aprisionado por brillante joya,
de amor aguarda el férvido tributo
como una dama típica de Goya.

Allí del gas a las cobrizas llamas
no se descubren del placer los rastros
y a través del calado de las ramas
más dulce es la mirada de los astros.


De "Bustos y Rimas":



MARÍA ROSAL


  

Como en todos los cuentos



Era bello y prohibido, lo que hacía
aún más deseable su estatura,
el arco de su pecho, su grandeza,
su forma de mirar, como una herida.
Era altivo, inasible. Nos tenía
bajo el yugo febril, en la penumbra
del amor incumplido largamente.

Sabiéndonos perdidas, decidimos
que no importaba el precio: la victoria
habría de ser su piel o nuestra vida.
Bajo un cielo de neón de luna muerta
velamos nuestras armas. Apostadas
en el rincón canalla, en la espesura
del último garito, dispusimos
el cerco tras el horno, imaginando
que bien valía el botín tanta batalla.

Era hermosa la noche. Consintieron
los dioses que el combate se inclinara
a mi estrella. Cuerpo a cuerpo, feroces,
desnudos y silentes demoramos
la huida. Mas cuando despeñamos erguidos
los deseos y coloqué mi beso
sobre su frente esquiva, como en todos
los cuentos se deshizo el hechizo
y mi príncipe-rana se perdió con la noche.



IDA VITALE




Llamada viva



Ponerse al margen
asistir a un pan
cantar un himno

menoscabarse en vano
abrogar voluntades
refrendar cataclismos

acompañar la soledad
no negarse a las quimeras
remansarse en el tomado

ir de lo ceñido a lo vasto
desde lo opaco a la centella
de comisión al sueño libre

ofrecerse a lo parco del día
si morir una hora tras otra
volver a comenzar cada noche

volar de lo distinto a lo idéntico
admirar miradores y sótanos
infligirse penarse concernirse
estar en busca de alma diferida
preparar un milagro entre la sombra
y llamar vida a lo que sabe a muerte.


De "Reducción del infinito"



JAIME SILES




Variación barroca sobre un tema de Lucrecio



I

En una noche nos hacemos viejos
y, al despertar al mundo, la mañana
en la luz del cristal de la ventana
nos clava, como insultos, sus reflejos.

Los ojos en el agua son espejos
de la memoria llena de gris grana
y la palabra, para siempre cana,
nos deja sus acentos circunflejos.

En el lavabo de las horas lavo
el hollín de los días. Las semanas
dejan cal en el cuerpo; ladeada,
la sombra de los años; ignorada,
la inteligencia de las cosas vanas:
el grifo, el jabón, este lavabo.


II

El grifo, el jabón, este lavabo
adelantan la ciencia soberana
del existir: mirar por la ventana,
ver cuántas cosas cada día lavo.

Un resplandor de rayas, rojos lagos,
una copa, un libro, una mañana
de otro rostro mirando en la ventana
el mismo gris de sus contornos vagos

me hacen saber que acentos circunflejos,
auroras grises de los días, granas
sombras inmovilizan los espejos;
que somos el rumor de los reflejos
de las horas, los días, las semanas
y que una noche nos hacemos viejos.




LUIS CERNUDA




Remordimiento en traje de noche



Un hombre gris avanza por la calle de niebla;
No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vacío;
Vacío como pampa, como mar, como viento,
Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.

Es el tiempo pasado, y sus alas ahora
Entre la sombra encuentran una pálida fuerza;
Es el remordimiento, que de noche, dudando;
En secreto aproxima su sombra descuidada.

No estrechéis esa mano. La yedra altivamente
Ascenderá cubriendo los troncos del invierno.
Invisible en la calma el hombre gris camina.
¿No sentís a los muertos? Mas la tierra está sorda.