sábado, 31 de octubre de 2020

ANA TORRES LICON

 

 

 

Meditación

 

 

Observo atenta al silencio

tan leve como espuma,

tan luminoso,

cayendo entre mis manos.

Lo palpé

como el fulgor matinal que se cuela por la ventana,

como el ruido de las calles en la madrugada.

Lo disfruté

pude sentirlo surcar mi piel

y me tatuó con la tinta del viento,

me abrazó como un padre;

en él me refugié de mi misma,

hui de recuerdos y deseos.

para no perderme.

Siempre imaginé al silencio

sentado junto a mi abuelo,

siempre lo imaginé

jugando con los perros

echando suertes y apostando

con aquel limosnero,

Ahora el silencio es

mi cómplice.



BERTOLT BRECHT


 

 

Canción de una amada

 

 

1. Lo sé, amada: ahora se me cae el pelo por mi vida salvaje,

y me tumbo en las piedras. Me veis beber el aguardiente más

barato, y camino desnudo al viento.

 

2. Pero hubo un tiempo, amada, en que fui puro.

 

3. Tuve una mujer que era más fuerte que yo, como la hierba

es más fuerte que el toro: se vuelve a erguir.

 

4. Ella vio que yo era malo, y me amó.

 

5. No preguntó a dónde conducía el camino, que era su camino,

y quizás iba hacia abajo. Cuando me dio su cuerpo, dijo:

esto es todo. Y fue mi cuerpo.

 

6. Ahora ya no está en ningún lado, desapareció como una

nube cuando ha llovido, la abandoné y cayó, pues ése era su camino.

 

7. Pero de noche, a veces, cuando me veis beber, veo su cara,

pálida en el viento, fuerte y vuelta hacia mí, y me inclino ante

el viento.

 

 

 

LUIS MARRE

  

 

 

En el Paseo del Prado

 

 

Éramos cuatro jóvenes poetas

descontentos.

En este mismo sitio,

bajo estos mismos álamos,

nos reuníamos.

Uno

tenía vocación de médium

y soñaba con verle aquello a Isis

—su celestina era

Madame Blavatsky.

Otro miraba de manera que

no se notara

su ojo

estrábico.

El tercero no sabía

si su voz era la de una flauta

náhuatl o árabe.

Y el cuarto era yo,

siempre en otra parte

rezagado y pendiente

del ómnibus de medianoche.

Hoy estamos

más o menos contentos.

Uno

ya está muerto,

es decir,

ya goza de la desnudez de Isis

—puro huesito.

Otro lleva espejuelos calobares.

El tercero trastea la bandurria

con gran éxito —hasta canta puntos.

Y el cuarto soy yo.

Me he quedado atrás.

En el mismo lugar

donde hace quince años nos reuníamos

un joven poeta

está leyéndome

sus versos.

Y esta vez he perdido

el ómnibus de medianoche.


(Enero de 1967)

 

ANNA VENTURA

   


 

Las rosas

 

 

La monja Tasia se

peleó con el obispo

por el uso de su dote:

quería dársela a los pobres, él,

al poder temporal. Tasia pidió

que le devolvieran la dote.

"Te lo devolveré - dijo el obispo -

si inmediatamente me haces un milagro".

Era invierno y el jardín de rosas languidecía

bajo una palmera de nieve.

Tasia apenas tocó las ramas secas

con la mano

y las rosas florecieron,

rojas sobre un campo blanco.

El obispo se sintió decepcionado.

 

SAMUEL BECKETT

  

 

 

Soy un discurrir de arena que resbala...

 

 

soy un discurrir de arena que resbala

entre la duna y los guijarros

la lluvia del verano llueve sobre mi vida

sobre mí vida mía que me persigue y huye

y tendrá fin el día del comienzo

 

caro instante te veo

en el retroceder de este telón de bruma

donde ya no deberé pisar estos largos umbrales movedizos

y viviré lo mismo que una puerta

que se abre y se vuelve a cerrar

MANUEL MAGALLANES

   

 

Por la orilla del mar

 


A la caída del sol,

por la playa inmensa y sola,

de frente al viento marino

nuestros caballos galopan.

 

Es el horizonte de oro,

oro es la mar y oro arrojan

los cascos de los caballos

al chapotear en las olas.

 

En blancos grupos contemplan

caer el sol las gaviotas;

mas, al acercarnos, vuelan

en bandadas tumultuosas.

 

Pesadamente se alejan

sobre las revueltas olas

y abátense a la distancia

trazando una curva airosa.

 

Alcance pronto les damos

y ellas, de nuevo en derrota,

a volar, siempre adelante,

por sobre la mar sonora.

 

Por la arena húmeda y firme

nuestros caballos galopan.

Al fuerte viento marino

cabelleras y almas flotan.

A la caída del sol,

en la playa inmensa y sola

tu alma se entregó a mi lama,

tu boca se dio a mi boca.

 

No se sabe de qué hablar

cuando la emoción es honda.

por la orilla de la mar

nuestros caballos galopan.



viernes, 30 de octubre de 2020

NIKOLAI GUMILIOV

  

  


El follaje del sauce ennegreció...

 

 

El follaje del sauce ennegreció,

Los grajos se erizaron suavemente,

En el valle del cielo azul-azul

Las nubes pastaron como ovejas.

Y tú, con timidez en la mirada,

Me dijiste: "Estoy enamorada",

Alrededor la hierba se parecía

Al mar después del mediodía.

Yo acaricié el mensaje del verano,

La sombra de la hierba en tus mejillas,

La perfumada fiesta de la luz

Sobre tus bronceados rizos.

Entonces me pareciste tan deseada

Como un país fantástico,

Un territorio promisorio

En vino, entusiasmos y canciones.

 

TED HUGHES

  

 

 

Rosa del alba

 

 

     Está fundiéndose una vieja luna helada.

 

     Agonía bajo agonía, el silencio del polvo,

y un cuervo que conversa con los cielos de piedra.

 

     Desolado es el grito recortado del cuervo

como boca de vieja

cuando los párpados terminan

y las colinas persisten.

 

     Un grito

sin palabras

como el quejarse del recién nacido

en la balanza metálica.

 

     Como el sordo fogonazo y su estertor

entre coníferos, a la media luz lluviosa.

 

     O como la estrella de sangre repentinamente caída,

pesadamente caída sobre la hoja suculenta.

 

 

Versión de Jesús Pardo

GEORG HEYM

  

 

Última vigilia

 


Qué oscuras son tus sienes,

tus manos, qué pesadas.

¿Tan lejos ya de mí

que no me escuchas?

 

Bajo las llamaradas de la luz

estás tan triste y tan envejecida.

Tus labios cruelmente

crispados en eterna rigidez.

 

Mañana será ya todo silencio,

y quizá esté en el aire

todavía el crujir de las coronas,

y un olor a podrido.

 

Pero las noches cada año

se vacían aún más.

Aquí, donde yacía tu cabeza

y ligera fue siempre tu respiración.

 

 

Versión de Ernst Edmund Keil
De: "Tres poetas expresionistas alemanes"

 

NÂZIM HIKMET

  

 


Dos amores



 

En un corazón no caben dos amores

mentira

puede ser.

 

En la ciudad de las lluvias frías

es de noche y estoy tumbado en la habitación de un hotel

mis ojos están clavados en lo alto

pasan nubes por el techo

pesadas como los camiones que corren por el asfalto húmedo

y a la derecha a lo lejos

          una construcción blanca

                                tal vez de cien pisos

en lo alto brilla una aguja de oro.

Pasan nubes por el techo

nubes cargadas de soles como caiques de sandías.

Me siento en el alféizar de la ventana

el reflejo del agua acaricia mi rostro

¿estoy a la orilla de un río

                       o a la orilla del mar?

 

¿Qué hay en aquella bandeja

en aquella bandeja rosada

fresas o moras?

¿Estoy en un campo de narcisos

o en un bosque de hayas nevadas?

Las mujeres que amo ríen y lloran

                                  en dos lenguas.

 

De: "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
  

 

MIHAÏ BENIUC


   


La guerra

 


Están los que juegan con su propia cabeza,

como una pelota única,

lanzada al alto,

contra la tierra,

atrapada en la mano,

golpeada con el pie,

pero no mas que una sola pelota.

 

Otros juegan con las cabezas ajenas,

con muchas cabezas a la vez, con todas.

Las agarran al vuelo, las tiran al aire

diestramente, sin que caiga ninguna,

tan bien que el horizonte se llena de cabezas

y el cenit

y los puntos cardinales.

1966

 

 Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

INGEBORG BACHMANN

   

 

Invocación a la Osa Mayor

 

 

Osa Mayor, baja, hirsuta noche,

animal de piel de nubes con ojos viejos,

ojos de estrellas,

por la espesura irrumpen relucientes

tus patas con las garras,

garras de estrellas,

mantenemos despiertos los rebaños,

pero encantados por ti, desconfiamos

de tus flancos cansados y de tus dientes

agudos y semidescubiertos,

vieja osa.

 

Una piña: vuestro mundo.

Vosotros: sus escamas.

Yo la muevo, la hago rodar

desde los abetos del principio

hasta los abetos del final,

la resoplo, la pruebo en la boca

y la agarro con las zarpas.

 

Ya tengáis miedo o no lo tengáis,

pagad en la limosnera y dadle

al ciego una buena palabra,

para que sostenga a la osa de la correa.

Y sazonad bien los corderos.

Podría ser que esta osa

se soltara, no amenazara ya más

y corriera tras todas las piñas caídas

de los abetos grandes y alados

que cayeron del paraíso.

 

 

Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García

 De: "Invocación a la Osa Mayor"



jueves, 29 de octubre de 2020

ROQUE ESTEBAN SCARPA

 

 

 

Todo se fue

 



Esta es la hora de la soledad. Todos se han ido.

Se fueron los honores, la púrpura y sus furias.

Se fue la amistad, que como perra de oro

la llamaron por su hambre secreta.

Se fue la lealtad con máscara de palabras

y reverso de lepra.

Se fue la generosidad porque el interés vino

con su sonrisa larga y mirada ubicua.

Se fue el dinero, que con imán extraen

desde mil tentaciones con que incitan.

Se fue el tiempo, y no quedé eterno,

sino óxido, orín, telaraña con su madre muerta,

sin óxido, verdín ni telaraña,

inmóvil tiempo.

Se fue la juventud y su llanto de claveles,

la madurez se fue y su tempestad prudente,

la vejez se fue y quedé niño

que juega a ser joven y maduro.

Se fue el amor, a la densa ahogada por las vanas alas.

Pareció irse la poesía que no vino nunca.

Se me fue la angustia y retornó angustiada

porque existía sólo como mi reflejo.

Se fue la soledad y me dejó conmigo.

Y yo me dejé y no sé encontrarme,

pues ando perdido en busca de las pérdidas:

la amistad generosa, el joven tiempo,

la poesía amor, y el amor poesía,

la soledad consciente de su angustia,

y mi ser entero.

Si encontráis los honores, dejadlos, no los busco.

Al dinero usaría para que sepáis que existo,

sombra que me rodea, sin tocarme, de aparentes fulgores.

Si encontráis talento, dádmelo, urgente, que necesito.