"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 21 de junio de 2018
IRENE SÁNCHEZ CARRÓN
Equipaje
Mantén, camino, tú, la esperanza.
Van cayendo los días
en las secas cunetas de mis años,
pasan las estaciones,
otros son los viajeros que hoy marchan a mi lado,
ha caído algún árbol que estuvo antes erguido
y las aves que perdieron el rumbo
vuelan ya de regreso.
Manténte tú, camino,
con cansancio y con sed, con hambre y con deseo,
y dame tus placeres,
tu empinada hermosura hacia el ocaso.
Mantén, camino, tú, la esperanza.
Van cayendo los días
en las secas cunetas de mis años,
pasan las estaciones,
otros son los viajeros que hoy marchan a mi lado,
ha caído algún árbol que estuvo antes erguido
y las aves que perdieron el rumbo
vuelan ya de regreso.
Manténte tú, camino,
con cansancio y con sed, con hambre y con deseo,
y dame tus placeres,
tu empinada hermosura hacia el ocaso.
De: "Atracciones de feria"
LEIDY BIBIANA BERNAL
Improbable
Nadie es el otro,
ahora que un cerrojo
es certeza del regreso.
Al cerrar la puerta
que abre el universo habitual,
del otro lado quedan los gestos
que trazaron su mundo en otra realidad.
Al abrir la valija,
el viento que entra por la ventana
agita la ropa y propaga un olor a
encuentro imposible
a calle desierta en la madrugada
a sudor de un día que terminó al día siguiente.
De quién es el equipaje que trajo,
si todo huele a alguien que no retornó,
se pregunta la recién llegada.
PERE QUART
El
amor del hombre
Existe la lujuria sucia y poderosa
-e intermitente como las campanas-
que nos encadena y arrastra a ratos
desde la raíz del gran deseo -clavada
en el centro geométrico de la carne-
secretamente atado a las potencias
de lo que es nuestra alma
-llamada así para entendernos-,
la cual lo atiza, lo dirige, lo exalta;
y pone en juego, dispara,
desenfrenadamente ,
todos los humores viscosos,
toda la ponzoña de la concupiscencia.
Promete, ¡y promete tanto!, cada nueva vez.
Expelimos en tumulto una profunda fuerza.
Virtud atesorada en el silencio
y la ignorancia de los sistemas íntimos.
Al buen tuntún nos revolcamos,
jadeantes, babeantes,
imperiosos como césares,
perfectos robots de la lascivia,
sobre el campo y pretexto de tanta furia,
¡la mujer!
ánfora blanda de la voluptuosidad.
Niños frenéticos, perseguimos el goce
y lloramos de rabia si nos detienen
en la carrera.
Existe la lujuria sucia y poderosa
-e intermitente como las campanas-
que nos encadena y arrastra a ratos
desde la raíz del gran deseo -clavada
en el centro geométrico de la carne-
secretamente atado a las potencias
de lo que es nuestra alma
-llamada así para entendernos-,
la cual lo atiza, lo dirige, lo exalta;
y pone en juego, dispara,
desenfrenadamente ,
todos los humores viscosos,
toda la ponzoña de la concupiscencia.
Promete, ¡y promete tanto!, cada nueva vez.
Expelimos en tumulto una profunda fuerza.
Virtud atesorada en el silencio
y la ignorancia de los sistemas íntimos.
Al buen tuntún nos revolcamos,
jadeantes, babeantes,
imperiosos como césares,
perfectos robots de la lascivia,
sobre el campo y pretexto de tanta furia,
¡la mujer!
ánfora blanda de la voluptuosidad.
Niños frenéticos, perseguimos el goce
y lloramos de rabia si nos detienen
en la carrera.
Carrera que nos llevará a la triste,
vergonzosa inercia
y desencantada paz;
al fin fuente agotada
en la amargura.
No sé el porqué -¿quién lo sabe?- de esa agrura de boca,
de ese residuo mixto
de asco y derrota.
¿Por qué, si es la naturaleza purísima
de la propia bestia,
la ley enorme de la vida,
quien nos mueve cual el viento a las semillas?
¡Humildad, hermanos! Desengañémonos.
Por lo visto, así es el amor del hombre,
y todos somos hijos de lúbricos ejercicios.
No hagamos aspavientos, y disfracémoslos,
por dignidad meramente burguesa,
con delicados motivos humanitarios,
y con la literatura de los trémulos juramentos;
y, sobre todo, con mutuas ternuras
de corazón a corazón.
Pues, de hecho, estas costumbres
son milenarias.
vergonzosa inercia
y desencantada paz;
al fin fuente agotada
en la amargura.
No sé el porqué -¿quién lo sabe?- de esa agrura de boca,
de ese residuo mixto
de asco y derrota.
¿Por qué, si es la naturaleza purísima
de la propia bestia,
la ley enorme de la vida,
quien nos mueve cual el viento a las semillas?
¡Humildad, hermanos! Desengañémonos.
Por lo visto, así es el amor del hombre,
y todos somos hijos de lúbricos ejercicios.
No hagamos aspavientos, y disfracémoslos,
por dignidad meramente burguesa,
con delicados motivos humanitarios,
y con la literatura de los trémulos juramentos;
y, sobre todo, con mutuas ternuras
de corazón a corazón.
Pues, de hecho, estas costumbres
son milenarias.
De:
"Vacaciones pagadas"
Versión de José Batlló
CARLOS BATTILANA
El dulce porvenir
Cuando los mejores poetas de mi generación
curtidos por las drogas
la grasa y el vino excesivo
están haciendo pie
y pueden usar la palabra templanza
con toda propiedad
reunir poemas
evaluar con cierta distancia
sus tesoros
su cúmulo precioso
cuando cerca de los 50
la juventud
es una palabra
que ha sido usada
y se puede recordar
-sí, con alegría-
las viejas amistades
los duelos
los viajes pequeños
cuando
el poeta
de los grandes experimentos
pero de otros poemas
mejores aún
es una increíble
referencia
y ahora
puede
-finalmente-
distribuir
el aire
y la respiración
porque ha corrido tanto
yo aún
el poeta de la familia
el poeta que
literalmente
ha administrado la energía
el poeta del tenis
estoy cambiando a mi hijo
interminable
en el baño
posterior de la casa
y le digo
“te amo te amo”
y barro
bajo los signos y los hábitos
de antiguos mecanismos
la ropa la basura y me muevo
-ya ciego-
entre escombros de fuego
y no tengo, lo sé,
escapatoria
no puedo ni podré respirar
amo
con pobreza
como pude
pronuncio “te amo”
como una
invocación
como una oración religiosa
-polvo del camino-
la única propiedad
con base
en lo real.
JAIME TORRES BODET
6
Sí; cuanto más te imito, más advierto
que soy la tenue sombra proyectada
por un cuerpo en que está mi ser más muerto
que el tuyo en la ficción que lo anonada.
Sombra de tu cadáver inexperto,
Sombra de tu alma aún poco habituada
a esa luz ulterior a la que he abierto
otra ventana en mí, sobre otra nada...
Con gestos, con palabras, con acciones,
creía perpetuarte y lo que hago
es lentamente, en todo, deshacerte.
Pues para la verdad que me propones
el único lenguaje sin estrago
es el silencio intacto de la muerte.
De: “Sonetos”
PERE GIMFERRER
Pequeño y triste petirrojo
Oscar Wilde llevaba
una gardenia en el pico.
Color gris, color malva en las piedras y el rostro,
más azul pedernal en los ojos, más hiedra
en las uñas patricias, ebonita en las ingles de los faunos.
No salgáis al jardín: llueve, y las patas
de los leones arañan la tela metálica del zoo.
Isabel murió, y estaba pálida,
una noche como ésta.
Hay orden de llorar sobre el bramido estéril de los acantilados.
Un violín dormirá? Unas camelias?
Y aquel pijama rosa en pie bajo la lluvia.
Oscar Wilde llevaba
una gardenia en el pico.
Color gris, color malva en las piedras y el rostro,
más azul pedernal en los ojos, más hiedra
en las uñas patricias, ebonita en las ingles de los faunos.
No salgáis al jardín: llueve, y las patas
de los leones arañan la tela metálica del zoo.
Isabel murió, y estaba pálida,
una noche como ésta.
Hay orden de llorar sobre el bramido estéril de los acantilados.
Un violín dormirá? Unas camelias?
Y aquel pijama rosa en pie bajo la lluvia.
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