jueves, 18 de febrero de 2021


 

DOLORS ALBEROLA

 


 

La relatividad del todo

 

 

No fuera la amplitud sin ese tiempo,
sin esa cuarta dimensión no fuera el alto,
no pudiera medirse la muerte, largamente,
sin un reloj, cuchillo, la guadaña.
Pudiera ser la luz la exacta relación entre el alma y
la masa.
Pudiera ser el alma esa carrera, esa velocidad de
todo,
ese volar, esa explosión inerte de la carne, ese
cuanto total,
ese quark enfiteuta, o su contrario.
Pero fuera el poema hilo de plata entre el peso y
volar,
entre la luz y el tiempo
y fueras tú, oh Browni,
el espacio infinito que buscamos
después de tanta inercia de las sombras.

 

 

GUADALUPE GRANDE

  

 

Meditación

 


 Aturdidos de tanto saber
          y de no entender nada
          las cenizas de la memoria
          se esparcen en el aire


Una cucharada más de polvo,
tan sólo otra cucharada de nostalgia.
Abre la boca, niña, come y calla.
Cruel alimento es la nostalgia,
naufragio desolado de la vida,
espejo injusto e insaciable.

Otro bocado más, niña, mastica y traga.

 

 

RAMÓN MARTÍNEZ LÓPEZ

 

 

 

Materia de sueño

Juan Ramón Jiménez

“Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo”.

 

 

En esto del amor siempre tuviste la última palabra. Una palabra inquieta de soledad sonora. La juventud se escapa por las ventanas de mi sonrisa, que busca la tuya más allá de cualquier horizonte. Eterna sonrisa donde se esconden los días con sus noches y sus lunas extraviadas, infinitas, ingrávidas, metálicas hasta el ocaso. Tu cuerpo no es de este mundo y mis manos no pueden asir lo que no alcanzan a comprender. Tú, belleza insondable, fuente misma del placer; placer mismo, insólito, universal, aéreo. Tú, lejana belleza atemporal e incorpórea hecha de la materia misma del sueño; perfil de vida, temblorosa esencia escarchada, irresoluble, perfecta.
Diosa entre dioses, esperanza de flor seca y desahuciada, que meces los inauditos tallos de la melancolía con tu mirada divina. Verdad plena bajo las nocturnas ondas donde vago yo, ínfimo mortal, hecho no a tu imagen y semejanza; yo, vulgar copia anhelante de originalidad, rescoldo más que lumbre entre tus brazos kilométricos, infinitos. Átomo, molécula, diminuto ser extraviado sin tu luz; reflejo de astro lunático: hombre a secas. Tan sólo eso, eco de tu voz; melodía inacabada; sollozo más que llanto. Apariencia de ser y estar, de estar y sentir, de ser y amar. Herida en la herida, hora sin tiempo, vida sin vida. Fragmento de ti, espacio deshecho de tu cosmos, confín de soles y de cuerpos ateridos sin tu mundo. Ideal entre ideales.
A veces pienso, inocente, esperanzado, que “los Dioses no tienen más sustancia que la que tengo yo”. Pobre ingenuo, mortal presuntuoso debes pensar tú. ¿Cómo siquiera podría comunicarme contigo? ¿Cómo mi verbo podría acariciarte, penetrarte? Impía se me antoja la palabra; impía y torpe, hecha a la medida de los hombres que sólo saben llamar al chopo, chopo; al mar, mar. Demasiado poco, casi nada a tus ojos enormes, esenciales.

¡Universo todo, paraíso, sendero, lo que seas! Tal vez la inmensidad abrume al común de los mortales, pero yo, en mi sueño, acaricio tu inmensidad y me regocijo en ella. Me siento total y libre en tu regazo. Desdeño la carne que me limita pero no el latido que te siente. Soy mitad Dios, mitad hombre; cielo y tierra en tus brazos retorcidos de torbellino sin aire. Por eso te canto y te venero. Por eso me reconozco orgulloso en tus ojos y grito a los cuatro vientos, enloquecido y somnoliento, NOSOTROS, plural infinito que nunca acaba.

De: “Septiembre en los armarios”

SANDRA CISNEROS

 

 

 

Tu nombre es mío

 

 

Y sacra de mí Y tu espíritu
Y ese doble divino
La muerte me reconoce en mi sexo
Una respiración completa Y este silencio
¡Confío Y aúllo! Este cuerpo este
Espíritu que me diste
Un regalo de lluvia de Taxco
Fino como la plata
Un placer antiguo
Obsidiana y jade
Los siglos que te conocí
Incluso antes de conocer a tu hombre
Madre sexual de mí la elegancia
De tu boca de jaguar

 

TED HUGHES

 


 

Pibroch




     El mar aúlla con su voz vacía 
tratando por igual vivos y muertos,
cansado de la bóveda celeste
después de innumerables noches faltas
de sueño, de objetivo, de autoengaño.

     Como piedra. La piedra es prisionera
como ninguna cosa muerta o viva.
Universo de ovejas negras. Crece
consciente a veces de la mancha roja
del sol, soñando que es de Dios el feto.

     Sobre la piedra el viento se apresura
y sabe penetrar en nada, como
la oreja de la piedra ciega misma,
que se da vuelta como si sintiese
su mente una explosión de direcciones.

     Bebiendo el mar, la roca devorando,
el árbol lucha por abrirse en hojas:
una vieja caída del espacio
que desconoce nuestras circunstancias.
Sigue asiéndose, enteramente loca.

     Minuto tras minuto, evo tras evo,
nada se frena ni se desarrolla.
Y no es tanteo ni frustrada prueba.
Aquí ojiabiertos ángeles penetran.
Aquí todos los astros se arrodillan.

 

 

Versión de Jesús Pardo

 

ÚRSULA CÉSPEDES

 

  

 

El cementerio de La Habana

 

 

Aquí está el cementerio; mas en vino

buscan mis ojos en redor siquiera
la sombra de un ciprés;
aquí están los sepulcros, y mi mano
no halla una flor con que vestir pudiera
su estéril desnudez.

 

Ningún rumor se escucha; las abejas
de esta inmensa colmena, se han dormido
en sus celdas sin miel;
¿qué importan de los céfiros las quejas
entre las ramas del laurel florido,
ni qué el mismo laurel?

 

¡Muertos!, la paz que disfrutáis, empero,
en este rico panteón, me aterra,
me hiela de pavor:
pues yo para mi tumba mejor quiero
que estas puertas de jaspe, una de tierra,
un árbol y una flor.

 

¡Oh!, cuán solos estáis, qué silenciosa
ven de las tumbas vuestros ojos fijos
reinar la obscuridad!;
¡qué lejos está el esposo de la esposa!
¡qué apartada la madre de los hijos
que dejó en la orfandad!

 

¡Oh!, cuán solos estáis; la santa ofrenda
que a vuestro umbral depositó una madre,
la llevó el aquilón;
no hay un sollozo que las piedras hienda,
ni un dolor que los mármoles taladre
de esta yerta mansión.

 

Si abren las flores su argentado broche
y el Euro blando silencioso orea
las ramas de la vid;
si la lluvia de mayo por la noche
en vuestra losa sepulcral golpea,
¿qué os importa, decid?

 

¿Qué os importa, decid, que suave y lenta
resbale por los aires una nota
del arpa universal;
si sólo el estridor de la tormenta
o el granito que en mármoles rebota
pudierais escuchar?

¡Muertos!, la paz que disfrutáis, me aterra;
esos sepulcros en el muro fijos
me hielan de pavor:
yo no quiero en mi cuerpo más que tierra
empapada en el llanto de mis hijos,
un árbol y una flor!