martes, 2 de abril de 2013

PEDRO GARFIAS





Versos al mar de Veracruz


Te pareces a mí... Que rías o que rompas
en cólera, es lo mismo.
Eres igual que yo.
Cuando al nacer diste el primer vagido,
como una selva te moviste entero
y desde entonces no has dormido.

¡A dónde vas, oh, mar?
Tu reposo intranquilo,
tu resollar feroz,
tu corazón transido,
tu pulmón fatigado, las cansadas
arterias de tus ríos
y esta tu pobre y trasnochada
voz de cómico antiguo...
¡A dónde vas, oh, mar,
por las oscuras leguas de los siglos?

¿Tú no has pensado nunca
que, en vez de una gran voz, eres un gran oído?
¿Que tu aliento no apaga ni la llama
de una flor o un suspiro?

Tu espuma frágil que enamora a nadie,
el pecho que te abrasa el fuego frío,
y tus olas que nunca
llegan a su destino.

¿A dónde vas, oh, mar?
Vas a mi mismo sitio,
y como yo te quedas
a mitad del camino.

Te quisiera abrazar, sobre tu orilla
levantado,
apretándote a mi pecho
por sentir tu latir débil de pájaro.

Si hacer versos sirviera
de alguna cosa más
que hablar solo en la noche...
¿Verdad que a tí te duelen
los ojos de los hombres?

Sobre tu piel andando,
sin esquivar las olas,
sin mancillar tu barro,
indiferente al buque
al pez y al pájaro,
a jornadas de hombre,
a mi destino, a España, a grandes pasos.

Corre a la Patria mía, mar látigo y bandera.
Róan sus costas tus dientes de sal.
Crezca tu empuje, aumente tu carrera.
Tiempo y camino tienes de aquí a allá.
Devora lo accidente,
de las esencias permanecerán.
Golpea sobre España, pecho y frente,
iy abre sus puertas a la libertad

YOLANDA CASTAÑO






Todas las salvaguardas que nos merecemos...



Todas las salvaguardas que nos merecemos.
Tu perfil confidente.
Como todo lo que te digo cuando no puedes oírme
y es tan dura la tarde, y tú tanto me faltas.

Nuestros dáctilos Par a par.
Sueños fértiles Par a par.
Parecía imposible que cupiese tanto aliento, tan madreperla
                                                                             como ahora nos preña.
Venga, mi bella bestia, ven con tu yolandalatría.

La tarde nos frecuenta alguna vez abandonados,
y tú dices corazón, esa palabra que odio.
Fuiste tú, mi animal, fuiste tú quien esculpió
en mis nalgas un verso que decía para siempre.

JOSÉ MARÍA FONOLLOSA




  
Waverly Place 1



Tu cuerpo que deseo y que rechazo
mi voluntad domina. Como el vino
mi mente turba, excita y reconforta.

Después, saciado, siento oscuramente
vergüenza del placer así logrado.

Mas al cabo de un tiempo, tu apetencia
resurge en mí acuciante y desespero
y te busco si no te hallo cercana.

No eres joven ni hermosa, sin embargo.
Pero he de conseguirte nuevamente.

A ti, aunque se me ofrezcan las más bellas.
Y no me importa entonces el orgullo,
vileza, sumisión o servilismo.

Embriagarme en tu cuerpo es lo que importa.
Mi voluntad domina. Como el vino

que la garganta exige, imprescindible,
necesito obtener, poseer tu cuerpo:
esta dosis que viaja hacia mí mismo.

JUANA DE IBARBOUROU






Cual la muerte de Lot



Un perfume de amor me acompañaba.
Volvía hacia la aldea de la cita,
bajo la paz suprema e infinita
que el ocaso en el campo destilaba.

En mis labios ardientes aleteaba
la caricia final, pura y bendita,
y era como una alegre Sulamita
que a su lar, entre trigos regresaba.

Y al llegar a un recodo del camino
tras el cual queda oculto ya el molino,
el puente y la represa bullidora,

volví atrás la cabeza un breve instante,
y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante
que besaba en la sien a una pastora!


ANTONIO MURCIANO





Balada del anillo



Tú, por la primavera;
yo, amor, para el verano.

Tú, cuando los jardines;
yo, cuando los sembrados.

Yo siempre prometiendo,
tú siempre preguntando,

que si en el pueblo alegre,
que si en el campo,

que si a la orilla, orilla,
cantándonos
los álamos...

Te pondré la alianza
de oro, por mayo,
en el dedo tercero
-corazón-
de tu mano.

ESPERANZA ORTEGA





Labor atenta de hilo solo...



Labor atenta de hilo solo
-sigues tejiendo tu tapiz indócil-

ése que no se ve
ni engaña su hermosura
a los reyes sedientos

una puntada aquí
en el quicio oscilante
donde ayer escondías los más frescos racimos

¿qué será de tus manos
que palpan los tesoros
en sus pliegues?

-acaba ya
esa labor de sombras-

reconoce
vencida
que únicamente ofreces hilo solo

y que tu desnudez ha naufragado
sobre un océano
sin límite

pero esta voz
-¿de dónde?-
vuelve cada mañana
con su rama de olivo

De "Hilo solo"