"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 12 de diciembre de 2024
SERGIO GARCIA
Estrella fugaz
Para María Judith
Una
estrella fugaz
surcando
el cielo nocturno
un
deseo, solo eso
SANDRO COHEN
Morir, a veces
A
veces me da gusto, así, morir:
boca
arriba, flotando, en una barca
de
sábanas tan limpias que se escapan
del
tiempo, como yo, cuando me muero.
Las
nubes se transforman. Son los libros
que
me acompañan río abajo, páginas
abiertas
que se leen en verso blanco,
casi
igual que estos, pero son mejores
aquellos
que escribimos en el cielo.
Morir,
a veces me da gusto así:
sin
darme cuenta, poco a poco, lento,
como
anochece el alma, como muere
el
día entre los últimos capítulos
de
una novela que habitamos todos.
Así
—sin aspavientos, con los ojos
hacia
atrás y sintiendo todo el peso
de
la tierra en mis huesos que también
son
forma que sostiene, que son versos
blancos
que ritmo y gracia dan al cuerpo—
me
da gusto morir, a veces, mas
no
siempre, sino a veces, sin pensarlo…
JAIME SABINES
Cuando estuve en el mar era marino...
Cuando
estuve en el mar era marino
este
dolor sin prisas.
Dame
ahora tu boca:
me
la quiero comer con tu sonrisa.
Cuando
estuve en el cielo era celeste
este
dolor urgente.
Dame
ahora tu alma:
quiero
clavarle el diente.
No
me des nada, amor, no me des nada:
yo
te tomo en el viento,
te
tomo del arroyo de la sombra,
del
giro de la luz y del silencio,
de
la piel de las cosas
y de
la sangre con que subo al tiempo.
Tú
eres un surtidor aunque no quieras
y yo
soy el sediento.
No
me hables, si quieres, no me toques,
no
me conozcas más, yo ya no existo.
Yo
soy sólo la vida que te acosa
y tú
eres la muerte que resisto.
GABRIELA MISTRAL
La madre triste
Duerme,
duerme, dueño mío,
sin zozobra, sin temor,
aunque no se duerma mi alma,
aunque no descanse yo.
Duerme,
duerme y en la noche
seas tú menos rumor
que la hoja de la hierba,
que la seda del vellón.
Duerma
en ti la carne mía,
mi zozobra, mi temblor.
En ti ciérrense mis ojos:
¡duerma en ti mi corazón!
ELENA GARRO
El llano de huizaches
¡Elena!
Oigo mi nombre, me busco.
¿Sólo esta oreja queda?
¿Ésta que oye mi nombre en un llano de huizaches?
¿Mi nombre, gritado así, a los cuatro vientos,
de noche, en el llano de la muerte?
¡Elena!
Es raro que descuartizados
mis miembros avancen por el llano de huizaches.
El nombre ya no los une ni los nombra.
Es raro que sigan avanzando
y que en el centro esté la boca del vacío.
Ahora los llama mi nombre:
¡Ven aquí, nariz de Elena!
¡Ven aquí, brazo de Elena!
Sólo la bacinica sigue firme cubriendo la cabeza
que sonámbula rueda en el valle de huizaches.
¿Hay todavía un puntapié sobrante?
¿Ya nadie llega a jugar a la pelota?
¿Nadie olvidó un buen escupitajo de colmillo
para la cabeza que rueda entre huizaches?
¡Elena!
Los llama mi nombre:
¡Vengan aquí, mano pierna pescuezo!
Hace años que bailan separados
en la tierra de los escupitajos.
¿Hay alguien que guarde todavía un gargajo
para ese ojo cerrado a gargajazos?
¡Elena!
La voz viene del centro profundo de mi ombligo.
Hay quien vive adentro del ombligo y me llama.
La voz corre para atrapar los pies que corren
entre huizaches
y las manos que bailan el baile loco de los dedos locos
sin pizarra, sin lápiz, sin niño, sin amante.
Me busco. Me encuentro.
Colgado de una rama seca está uno de mis labios.
Y ahora por allí corre la lengua
que recitaba las lecciones del colegio:
Rosa, rosae…
¿Qué hará allí, tan lejos del pizarrón,
tirada en el valle de huizaches?
¡Elena!
Me busco. Me encuentro.
Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes,
pájaros vistos en deslumbrantes copas,
el pico de la estrella de la cual colgaba yo
y las sílabas de mi nombre meciéndome hacia un pasado
y un futuro los dos de oro
antes de estar aquí, gritándote a ti mismo
en los huizaches.
Tampoco hay que mirar por el agujero de la aorta.
¡Señores, un mecate para ligarlo bien!,
para que nunca más se llegue al centro de ese corazón
que yace luna roja caída en el llano de huizaches
¿Les gustará a las damas y a los caballeros
tumbado, iluminando de rojo a los huizaches
en el valle en el que rueda mi ombligo
como antes rodaron canicas llamándome?
¡Clic! !Clic! !Clic!
¡Elena!
Mi espinazo blanco avanza como víbora
hacia el pozo negro del vacío.
¿Hay algún tacón de raso,
de esos piadosos tacones de raso que llevan las señoras
para que aplaste su cabeza?
¡Rosario y decencia en mano, hubo damas!
¡Chequera y decencia en mano, hubo caballeros!
El llano, este llano, es para los pelados.
Las damas y los caballeros viven en avenidas
de cartón y beben sangre de indio.
¡Elena!
Me busco. Hay tiempo, el pozo está lejos todavía.
Los dientes separados de la encía avanzan a saltitos.
Hasta que caiga el último de ellos,
hasta que caiga la solemne campanilla que presidió
al paladar y a la palabra, no podré responderte.
¡Elena!
Te digo que me busco, que me encuentro.
Espera hasta que llegue al pozo negro la última de las uñas.
¡Es largo el llano de huizaches!
¡Es ancho el llano de huizaches!
¡Se tarda uno siglos en cruzarlo!
CAROLINA ESCOBAR SARTI
Nací descalza
Mis
primeros zapatos
eran desnudos
de niebla y estrellas
cosidos con agua de río.
NACÍ DESCALZA.
Descalza y húmeda
por si me olvidaba
de la huella.
Demasiado pronto
encerraron mis pies
y empecé a olvidar
el olor de la tierra.
Pero nací descalza
de alma sin zapatos
de zapatos sin correas
de correas sin nudo
desnuda.
Descalza y desnuda
para recordar
la huella.