martes, 25 de noviembre de 2025


 

DULCE CHIANG

 

 

La implosión

 

 

Manos de fuego quise construirme
para venerarte cada noche.
Para después de la lucha
amasarme tibia y mansa
y pensar que mi vientre se consumía
con las luces de tu cuerpo
pero eras tú
                      que explotabas.

Quise llevarte a conocer el delirio.
Descubrir a tientas tu secreto,
para que llevaras contigo
de mi garganta
un ladrido,
o un pedazo de mi ingle
en el bolsillo.

Yo no sé de la condición humana
ni de esta locura que me afecta.
Nada sé de nada, Amor,
soy La Ignorante Universal.

Pero no llegué a matarte
ni lo intenté de cierto.
Quise sólo ver brillar tus ojos
con aquella rabia fugaz que me encendía
no sé qué en el interior del pecho,
o gritar en un idioma indescifrable
y pensar que voraz te inventaba un alfabeto.

En la transparencia quise conocerte.

 

 

MARICELA GUERRERO

 

  

Acumulaciones

 

 

Los poemas se me acumulan (hijo)
en el hígado, el bazo, los riñones
(formaciones calcáreas:
estalactitas, estalagmitas:
grutas interminables que se dicen sin escribirse
se forman —deforman—)
piedritas en el hígado en el zapato,
una piedra me enseñó que mi destino
y el que esté libre de pecado… la primera de una
pila —acumulaciones—:
piedra sobre piedra.
Prohibiciones médicas:
café y cigarrillos, por lo que te decía de las
irritaciones,
sensibilidad extrema de los órganos, ni
monumentales ni musicales:
guerras internas —intestinas, literal—
de las palabras por emerger, ver una luz, palabras
que se desprendan:
palabras de sal, de cal, de óxidos, palabras de la
herrumbre, palabras piedras, palabras nebulosas
palabras grutas —acumulaciones de la vida—
floraciones: tejidos del amor.
Un poema es una acumulación que se distiende:
también el cáncer y
las altas cantidades de azúcar:
acumulaciones halladas por no decirse:
acumulaciones nebulosas, el universo:
los poemas se acumulan.

 

LUCILA ESTRADA DE PÉREZ

 

 

Mi destino es sufrir



¿Por qué aun en medio del placer yo siento
profunda pena y amargura tanta?
Cuando todo sonríe, todo encanta,
mi triste corazón sufre un tormento.

Tal vez sonrío aparentando calma,
cuando el dolor me hiere y me devora.
Y es que oculta mi risa engañadora
el infinito padecer de mi alma.

Como la débil flor que combatida
por el fiero aquilón dobla su tallo,
así el pesar agostará mi vida,
y cumplirá de mi suerte el fallo.

Cuando al impulso del dolor sucumba
y a las altas regiones mi alma llegue,
no habrá una amiga que con llanto riegue
la humilde losa de mi helada tumba.


San Salvador, 31 de octubre de 1878.

 

DAVID GONZÁLEZ LOBO

 

  

El camino

 

 

Era un niño cuando iba al arroyo del Mijao.
Paraba en casa de Delia y en la de Filomena.
Dejaba que me hablaran de sus parientes.

Antes de entrar a la umbría del bosque
seguía oyéndolas al lado del humo de su fogón
o frente a unas ennegrecidas hornillas de kerosén.

Aquellas voces seguían entre la algarabía de los pájaros.
Temblaba con la soledad de ellas y la mía
al doblar la curva, al bajar la cuesta y llegar a la ribera.

Entre las piedras y las lianas nos íbamos borrando en la penumbra.



 

LEONARDO ALEZONES LAU

 

 


Tributos



túnica de miedo
tú me vistes
con barajas ocultas

estoy listo
para el juego adivinatorio

en roma éramos un baño
yo canto al arribo
de los bárbaros


 

HORTENSIA CARRASCO SANTOS

 

 

Los brazos de la sombra

 

 

Quise atardecer mi cuerpo, amigajarme como una nube,
entender el bochorno de los eucaliptos, la tos de las hormigas.
Quería saber si el crepúsculo
guardaba en su fugacidad el color de la ternura.
He visto mi cansancio postrase sobre la hierba
y cómo en mi hombro la tarde se acomoda,
me trae las flores que germinan en los funerales,
el vivísimo olor de los enfermos, la vejez como un cristal roto.
En cada yema de mis dedos hay un cordel
con el que amarro al animal de la zozobra.
Cuando la tarde me abandona, corro hacia los brazos de la sombra.