"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 28 de febrero de 2020
GIACOMO LEOPARDI
Canto XXI. A Silvia
Silvia,
¿revives siempre
de
tu vida mortal aquellos tiempos,
cuando
beldad fulgía
en
tu mirar risueño y fugitivo,
y
alegre y pensativa, los umbrales
de
juventud subías?
Sonaban
las quietas
estancias,
y las calles aledañas,
a
tu perpetuo canto,
cuando
atenta a bordados femeniles
te
sentabas, contenta
del
vago porvenir que imaginabas.
Era
mayo oloroso: tú solías
así
llevar los días.
El
deleitoso estudio
dejaba
a veces, y sudados pliegos
donde
mi edad primera
y
mi parte mejor se consumía,
y
en los balcones del hogar paterno
prestaba
oído al eco de tu voz,
y
a la mano veloz
recorriendo
la tela fatigosa.
Miraba
el calmo cielo,
y
las calles doradas y las huertas,
y
aquende el mar, y allende el Apenino.
Labio
mortal no dice
lo
que sentía mi pecho.
¡Qué
suaves pensamientos,
qué
esperanzas y ardores, Silvia mía!
¡Qué
oferente nos era
la
vida humana y el hado!
Cuando
me acuerdo de tamaño anhelo,
un
afecto me oprime
acerbo
y sin consuelo,
y
vuélveme a doler la desventura.
Oh
natura, natura,
¿por
qué rendir no puedes
tus
promesas? Oh dime: ¿porqué tanto
engañas
a tus hijos?
Antes
de que la hierba helara invierno
oculto
morbo combatió tu vida,
tan
tierna, y la venció. No mirarías
de
tus años la flor;
no
halagaría tu pecho
el
dulce elogio a tus cabellos negros,
ni
a tus ojos amantes cuanto esquivos;
ni
contigo tu amiga en días festivos
razonaría
de amor.
También
morían en breve
mis
más dulces anhelos: a mis años
negó
también el hado
la
juventud. ¡Ay cómo,
cómo
pasado has,
querida
amiga de mi edad más nueva,
mi
llorada esperanza!
¿Es
éste el mundo? ¿Son
éstos
los goces, el amor, las obras
de
los que tanto razonamos juntos?
¿Tal
es la suerte del género humano?
Disipado
el engaño
tú,
mísera, caíste; y lejanos
la
fría muerte y un sepulcro nudo
mostrabas
con la mano.
ENRIC SÓRIA
Espera
Espera, que no es hora
de nada imprescindible. No te marches.
Que el sol ahora acaricia, y en la playa
el rumor de las olas se acerca solitario.
Ven, que andaremos cogidos entre las alquerías
y hablaremos de todo como si lo creyéramos
y el amor en los besos también será creíble.
Ven y pasearemos entre cosas amigas,
plácidamente unidos, como los que se aman.
¿No adivinas qué atardecer diáfano
a la orilla del agua, en nuestra misma mesa,
embriagados de vino y de presencia mutua,
preludio ya de abrazos en el frescor nocturno?
Ven, que hallaré para ti
las flores que te harán aún más bella,
los gestos más amables, un sentido a las cosas.
Todo aquello que solo jamás yo encontraría.
De: "Andén de cercanías”
Versión de Carlos Marzal
DULCE MARIA LOYNAZ
Toda
la vida estaba
en
tus pálidos labios...
Toda
la noche estaba
en
mi trémulo vaso...
Y
yo cerca de ti,
con
el vino en la mano,
ni
bebí ni bese...
Eso
pude: Eso valgo.
ALFRED TENNYSON
Nos dejas. Tenderás
por el Rhin la mirada...
Nos dejas. Tenderás por el Rin la mirada
y por las bellas lomas a cuya sombra un día
yo con él navegué; y pasarás, rozando
las tierras estivales, de trigos y viñedos,
hacia aquella ciudad donde exhalara el último
suspiro. No parece en su esplendor más viva
que la ligera llama
cuyo brillo contempla la Muerte en el Leteo.
Que su amplio Danubio discurra en su hermosura
y ciña aquellas islas, remoto a mis miradas:
no he visto a Viena y nunca la veré; pues prefiero
soñar que allí se oculta
una oscuridad triple, y que allí el Mal acecha
la boda, el nacimiento; que, a menudo, el amigo
del amigo se aparta y los padres se inclinan
allí sobre más tumbas, y aúllan mil angustias,
persiguiendo a los hombres, y hacen presa
en los fríos hogares, y la tristeza erige
su sombra contra el vivo esplendor de los reyes.
Y, empero, de sus labios
oí que no hay ciudad materna donde avance,
aquí y allá, con fasto
mayor, el doble curso de los carruajes, yendo
por parques y suburbios, bajo el color castaño
de follajes más vivos; ni habrá mayor contento,
me decía, en ninguna muchedumbre,
cuando todo lo alegran los faroles y suenan
regocijos y cantos en la tienda y la choza,
en estancia imperial o en la abierta llanura;
y va rodando en círculos la danza, y el cohete
estalla, hecho mil copos
de color carmesí o lluvia de esmeralda.
Versión de Màrie Manent
Nos dejas. Tenderás por el Rin la mirada
y por las bellas lomas a cuya sombra un día
yo con él navegué; y pasarás, rozando
las tierras estivales, de trigos y viñedos,
hacia aquella ciudad donde exhalara el último
suspiro. No parece en su esplendor más viva
que la ligera llama
cuyo brillo contempla la Muerte en el Leteo.
Que su amplio Danubio discurra en su hermosura
y ciña aquellas islas, remoto a mis miradas:
no he visto a Viena y nunca la veré; pues prefiero
soñar que allí se oculta
una oscuridad triple, y que allí el Mal acecha
la boda, el nacimiento; que, a menudo, el amigo
del amigo se aparta y los padres se inclinan
allí sobre más tumbas, y aúllan mil angustias,
persiguiendo a los hombres, y hacen presa
en los fríos hogares, y la tristeza erige
su sombra contra el vivo esplendor de los reyes.
Y, empero, de sus labios
oí que no hay ciudad materna donde avance,
aquí y allá, con fasto
mayor, el doble curso de los carruajes, yendo
por parques y suburbios, bajo el color castaño
de follajes más vivos; ni habrá mayor contento,
me decía, en ninguna muchedumbre,
cuando todo lo alegran los faroles y suenan
regocijos y cantos en la tienda y la choza,
en estancia imperial o en la abierta llanura;
y va rodando en círculos la danza, y el cohete
estalla, hecho mil copos
de color carmesí o lluvia de esmeralda.
Versión de Màrie Manent
RAÚL HERNÁNDEZ NOVAS
La tarde apenas
La
tarde apenas entra a la callada
casa,
con paso tímido que ignora
el
frío y la nostalgia de esta hora
nebulosa
que suena a madrugada.
Afuera
el viento anima la pesada
fronda,
pasan los autos, enamora
el
pájaro fundido a la sonora
ronda
de niños bajo la enramada.
Entre
el rumor cansado que la hermana
mueve
junto al hogar, papá ha callado
como
s entrarán los futuros días.
Hay
un ladrón que fuerza una ventana
abierta.
Ya no estás a nuestro lado,
mamá,
ni alzas tu luz, como solías.
agosto
de 1985
De: “Sonetos a Gelsomina”
JUAN CARLOS SUÑEN
Y
ladra dueño
a la que da a la calle.
Despierta al del sofá.
Sólo han sido dos días y dos noches
cuando el pelo sudado y la lengua inservible
no son forma de abrir. Nadie ha venido
pero tiene la leche
nueva y el pan del día
sobre la mesa, el que asoma
de lado deshaciendo
sus ojos ha esperado
más de lo que es prudente.
Que no es nada,
de lo que lleva envuelto
en papel de periódico, le dice.
Tuerce cada
palabra, yo el que escribe
en las tapias. Le pone
eso en las manos frío
y pegajoso y húmedo y se lleva
el índice a la frente. Truchas, fácil
con el verbasco, ha dicho.
a la que da a la calle.
Despierta al del sofá.
Sólo han sido dos días y dos noches
cuando el pelo sudado y la lengua inservible
no son forma de abrir. Nadie ha venido
pero tiene la leche
nueva y el pan del día
sobre la mesa, el que asoma
de lado deshaciendo
sus ojos ha esperado
más de lo que es prudente.
Que no es nada,
de lo que lleva envuelto
en papel de periódico, le dice.
Tuerce cada
palabra, yo el que escribe
en las tapias. Le pone
eso en las manos frío
y pegajoso y húmedo y se lleva
el índice a la frente. Truchas, fácil
con el verbasco, ha dicho.
De: "El hombro
izquierdo"
Suscribirse a:
Entradas (Atom)