lunes, 27 de enero de 2014

NILA LÓPEZ




Nacer 
Sin ningún dato



X

La ceniza está ciega.
No sabe nada
del color de una mano,
de la humedad,
de mí,
de la ventana.
Déjenla sola,
ser polvo y esparcirse
sin prisa,
viva molécula de dudas:
una nube amarilla que decanta
el mediodía.

ELSA WIEZELL



  
Así el amor


Del río:
sus manos, su prodigio,
su obstinación,
su eterno movimiento.

De la tierra:
su ofrecimiento,
su pecho de bondad
y de rutina,
su fuerza de raíz
y su perfil
de cuerpos juntos.

Del aire:
la indefinida sombra
de mil formas.

Del hierro:
su fuerza cardinal
que hace los mundos,
cantar original
de dulce instinto.

De la vida:
plural puerto seguro
y eternidad
fugando la ceniza.



VÍCTOR-JACINTO FLECHA




Crisálida de la vida

“Aquello que el gusano llama el fin del mundo,
para el resto del mundo se llama mariposa”
Lao Tse



I - DE LA ESTACIÓN DEL VERDE

Quiero festejar en ti
el milagro de la ternura
bautismo de sabemos juntos
de borrar las fronteras de nuestros cuerpos
adheridos los dos
la aurora de tu corazón
palpita sobre el mío.

Después de esta amanecida
abejas del alma
nos reclaman
fabricar las delicias de la miel
en forma compartida
crisálida de amor
el milagro despertando la mañana



II - DE LA MADURACIÓN DEL COLOR

Aquí estoy yo
con mi vieja amistad
con toda la luz de mis caricias
guerrero
-armado con el signo del amor-
dispuesto a batirse con la sombra
del polen de tu cuerpo fue naciendo la mañana
enhebrando bellas mariposas
un gesto antiguo inauguró tu piel
el primer signo del encuentro.
Se inició del camino




III - DEL LARGO SILENCIO DE LA ESCARCHA

“en los angostos regresos del atardecer”

Primero
cantarilla de fresca tierra fuiste y yo el agua
el sol
fue un tierno pez-arroyo
sexo que acarició el barro
crisálida de luz, temblor de mariposa
maravilla de la fugacidad del tiempo
la vida
-vasija donde bullen en sus contradicciones
las luces y las sombras-

corazón de cenizas que aún guarda
en su retina
la efímera llama de un sol
que una vez le dio
el calor del sueño de la vida.




ELVIO ROMERO

  

Carta


Te escribiré mi amor, desde un sonido
de tierra apretujada,
desde un hondón, de pie, desde un frondoso
confín de llamaradas,
desde donde sus pétalos la Rosa
de los vientos deslava;
de allá te escribiré, a la luz profunda
de una estrella lejana,
desde donde me encuentres y no me encuentres
buscándome en el mapa,
te escribiré de asuntos de entereza
al punto fijo en que despunta el alba.

Desde el clamor del mar o de la tierra
te escribiré esta carta.

Desde el instante en que te supe hermosa
te escribiré esta carta.
Desde el sesgo de luz de tu sonrisa
te escribiré esta carta.

Te escribiré mi amor, desde la arena
removida en resguardo de la llama;
lejos de ti te escribiré, bañada
de sudor y esperando una batalla,
vestido de hojas y de estrellas verdes,
de monte oscuro y de llanura parda,
desde un cambio de sombra en la vigilia
te escribiré esta carta.

Desde el desvelo de los hombres bravos
te escribiré esta carta.

Te escribiré también desde la espera
y el anhelo mayor de la mirada;
lejos de ti te escribiré, tan lejos
que aproxime tu afán largas distancias,
desde el ruedo de sombras de una hoguera,
desde un sendero de cruzadas ramas,
desde un sol de acechanza y de una noche
que abriendo el puño alumbre las guitarras,
te escribiré desde el albor de un niño
de lluvia desdoblada.

¡Desde un vivac de imperativa lumbre,
te escribiré esta carta!



HERIB CAMPOS CERVERA





Pequeña letanía en voz baja


 Para
el recuerdo de Roque Molinari Laurin.
-Donde estuviere.

Elegiré una Piedra.
Y un árbol.

Y una Nube.
Y gritaré tu nombre
hasta que el aire ciego que te lleva
me escuche.
(En voz baja).

Golpearé la pequeña ventana del rocío;
extenderé un cordaje de cáñamo y resinas;
levantaré tu lino marinero
hasta el Viento Primero de tu Signo,
para que el Mar te nombre
(En voz baja).

Te lloran: cuatro pájaros;
un agobio de niños y de títeres;
los jazmines nocturnos de un patio paraguayo.
Y una guitarra coplera.
(En voz baja).

Te llaman:
todo lo que es humilde bajo el cielo;
la inocencia de un pedazo de pan;
el puñado de sal que se derrama
sobre el mantel de un pobre;
la mirada sumisa de un caballo,
y un perro abandonado.
Y una carta.
(En voz baja).

Yo también te he llamado,
en mi noche de altura y de azahares.
(En voz baja).

Sólo tu soledad de ahora y siempre
te llamará, en la noche y en el día.
En voz alta.




DELFINA ACOSTA




¿Qué historia cuenta?

  

¿ Qué historia cuenta, si el ciprés se arquea,
y la higuera se rompe, el loco viento ?
¿ Si las puertas se cierran de repente,
es que ha estallado su terrible genio ?
Ya sufrir pareciera cuando el lobo
aterra con su aullido, desde lejos,
mientras la tos despierta al moribundo,
y ladra sin dejar dormir el perro.
Si las campanas suenan espantando
del viejo campanario a los murciélagos,
se diría que él sale de un garito
donde ha apostado el alma de los muertos.
En ocre caracol arrinconado
a nuestro oído sopla muy enfermo.
Como él ninguno, de los libres dios,
y espíritu, quien sabe, de los muertos.