"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 17 de mayo de 2017
EUGENIO MONTALE
La casa de los aduaneros
Tú no
recuerdas la casa de los aduaneros
sobre el cantil a pico en la escollera:
desolada te espera desde la noche
en que entró el enjambre de tus pensamientos
y allí se detuvo, inquieto.
El ábrego fustiga desde hace años los viejos muros
y el sonido de tu risa ya no es dichoso:
la brújula gira enloquecida a la ventura
y el cálculo de los dados ya no resulta.
Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
tu memoria; un hilo se devana.
Aún sostengo una punta, pero la casa
se aleja y sobre el techo la veleta
ahumada gira sin piedad.
Sostengo una punta, pero te quedas sola
y no respiras aquí en la oscuridad.
¡Oh el horizonte en fuga, donde se enciende,
extraña, la luz de la nave petrolera!
¿El paso es éste? (Aún resurge el oleaje
sobre el precipicio que se derrumba...).
Tú no recuerdas ya la casa de esta
noche mía. Y no sé quién se va y quién queda.
sobre el cantil a pico en la escollera:
desolada te espera desde la noche
en que entró el enjambre de tus pensamientos
y allí se detuvo, inquieto.
El ábrego fustiga desde hace años los viejos muros
y el sonido de tu risa ya no es dichoso:
la brújula gira enloquecida a la ventura
y el cálculo de los dados ya no resulta.
Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
tu memoria; un hilo se devana.
Aún sostengo una punta, pero la casa
se aleja y sobre el techo la veleta
ahumada gira sin piedad.
Sostengo una punta, pero te quedas sola
y no respiras aquí en la oscuridad.
¡Oh el horizonte en fuga, donde se enciende,
extraña, la luz de la nave petrolera!
¿El paso es éste? (Aún resurge el oleaje
sobre el precipicio que se derrumba...).
Tú no recuerdas ya la casa de esta
noche mía. Y no sé quién se va y quién queda.
De: “Las ocasiones”
ABEL RUBÉN ROMERO
Comunión
Creen
los deseosos,
las
bestias de esperanza,
que
algún día un hombre hallará
un
trago de mil cuerpos sin fronteras
y un
sopor de mar entre los muslos;
piensan
que algún día un hombre de saliva
calzará
luminiscentes lenguas
y
abrirá al fin los ojos
y
será carne pura su materia,
hombre
largo, ancho, deslumbrante,
todo
ojos de caricia
refugiado
en un fuego sin extremos.
Entonces
ese hombre
no
tendrá dónde moverse
y
será su carne extensa,
y su
deseo, satisfecho
y
perderá los ojos
y no
será nunca más un hombre.
LUCIAN BLAGA
Carta
No te escribiría ni siquiera este renglón,
pero los gallos cantaron tres veces en la noche
y tuve que gritar
Dios mío, Dios mío, ¿de quién renegué?
Soy más viejo que tú, madre,
pero así como tú me conoces:
algo cargado de espaldas,
inclinado sobre las preguntas del mundo.
Hasta hoy no entiendo aún por qué me enviaste a la luz.
¿Solamente para andar entre las cosas
y hacerles justicia, diciéndoles
cuál es más verdadera, cuál es más hermosa?
La mano se me detiene: es muy poco.
La voz se me apaga: es muy poco.
¿Por qué me enviaste a la luz, madre,
por qué me enviaste?
Mi cuerpo cae a tus pies,
pesado como un pájaro muerto.
MALENA DE MILI
Exorcismo
Si no
me levanto y curo mis heridas
es
para desangrarme,
para
que te vayas con mi sangre,
demonio,
de mi
cuerpo.
MIGUEL ÁNGEL FLORES
Monumento I
Para eso nos dieron brazos
para agitarlos en señal de adiós
Para eso nos dieron voz
para la oración y el canto
Para eso nos dieron tacto
para tocar esos rostros
sin memoria ni eternidad
Para eso nos dieron palabras
para escribir testimonios
que repetirá la marea de los hombres
cuando hayamos partido
De: “Umbral y memoria”
SERGIO BADILLA
Santini
La
penumbra fue un delator imprevisto
en la
suposición del destino en ese restaurant de Bromma
con
ese regla que se infiltra entre las sombras
demasía
de hielo perpetuo en tu mutismo
ante
la dermis que suplica y se deniega.
Cuando
el cosmos se agotaba progresivamente en el reflejo
y el
resuello de la tarde se frustraba en tu reposo
y así
satirizaste la quietud del todavía
tal
si invadiésemos en refugio mórbido del adiós
con
la visita de la muerte en ese restaurant de Bromma.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)