"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 5 de septiembre de 2019
ROBERTO AMÉZQUITA
Impulso para desquiciar la desventura
«Bienaventurados
los que padecen
la nostalgia, el miedo de estar a solas,
la necesidad del amor; los hombres,
las mujeres tiernas de ojos amargos;
los que en su comida han recibido
lo gordo del caldo del sufrimiento.
la nostalgia, el miedo de estar a solas,
la necesidad del amor; los hombres,
las mujeres tiernas de ojos amargos;
los que en su comida han recibido
lo gordo del caldo del sufrimiento.
Porque
de ellos es la desesperanza,
el insomnio, el llanto seco, las rejas
de todas las cárceles, el hambre,
y la fuerza lírica y el impulso
para desquiciar la desventura.»
Rubén Bonifaz Nuño
el insomnio, el llanto seco, las rejas
de todas las cárceles, el hambre,
y la fuerza lírica y el impulso
para desquiciar la desventura.»
Rubén Bonifaz Nuño
Solloza
siniestra mano mía
es con la tiniebla del corazón que escribes
con el testimonio de los huesos
que pliegan su resistencia al mundo
bajo su astilla que enciende en toda sombra
el umbral de mis revelaciones.
es con la tiniebla del corazón que escribes
con el testimonio de los huesos
que pliegan su resistencia al mundo
bajo su astilla que enciende en toda sombra
el umbral de mis revelaciones.
Solloza
siniestra
mano mía
levanta el índice lejano a toda duda
señala hacia la vida con fervor
hacia el centro ardiente de pupilas
que concentran su fragor en otros ojos.
mano mía
levanta el índice lejano a toda duda
señala hacia la vida con fervor
hacia el centro ardiente de pupilas
que concentran su fragor en otros ojos.
¡Levántate,
levántate, levántate!
Entre la hirviente atmósfera de luces,
entre el silencio urdido al alba
por la ensoñación de la miseria.
levántate, levántate!
Entre la hirviente atmósfera de luces,
entre el silencio urdido al alba
por la ensoñación de la miseria.
Solloza,
solloza siniestra mano mía
desborda las palabras para la tempestad, que habrá
de irradiar todos los nombres, que habrá
de encender el relámpago calmo
del árbol del que penden los frutos tutelares.
solloza siniestra mano mía
desborda las palabras para la tempestad, que habrá
de irradiar todos los nombres, que habrá
de encender el relámpago calmo
del árbol del que penden los frutos tutelares.
Solloza
siniestra mano mía
guíame al azote del viento
al sonido terrible del caballo
que parte la piedra al paso
hacia el golpe terrestre del umbral
que desata el precipicio de la esperanza.
guíame al azote del viento
al sonido terrible del caballo
que parte la piedra al paso
hacia el golpe terrestre del umbral
que desata el precipicio de la esperanza.
Solloza,
solloza siniestra mano mía
tuyo es el conjuro, la facultad,
la invocación y el impulso
para desquiciar la desventura.
solloza siniestra mano mía
tuyo es el conjuro, la facultad,
la invocación y el impulso
para desquiciar la desventura.
CLAUDIA MASIN
La luz de la luna / Moonlight
y
cuando hablamos
tememos que nuestras palabras
no sean escuchadas
ni bienvenidas,
pero cuando callamos
seguimos teniendo miedo.
Por eso, es mejor hablar
recordando
que no se esperaba que sobreviviéramos
Audre
Lorde
Hay
quienes no formamos parte de la especie
más que como el error, la anomalía que confirma la precisión
y el equilibrio de las cosas. Como las crías enfermas,
defectuosas, que las perras apartan alzándolas del cuello con la boca,
no se espera de nosotros ninguna fortaleza ni coraje. La mayoría de las veces
no hace falta matarnos: el cuerpo vaciado del amor
y del deseo de los otros pasa rápido. Una mancha en el cielo
que pocos llegan a ver antes de que se apague
a miles de años luz, sin poder hacer contacto con la tierra,
sin que nadie la extrañe. Pero a veces,
contra todas las probabilidades, una raíz crece desaforada,
sostenida en el aire hasta clavarse en la materia,
arrastrada por un deseo salvaje, por el empuje de la vida
que resiste aunque sepa que en ese esfuerzo descomunal
corre el riesgo de –finalmente- quebrarse. Dejá
que tu cabeza descanse en mis manos, me dijiste, prometo
no soltarte. Y yo, que lo único que sabía
era que había que escapar del amor como quien escapa
de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar
más vulnerable, me quedé
sin embargo en ese abrazo y fui curado
de las enfermedades de los otros, de lo que hicieron conmigo
para salvarse. No hizo falta que nadie más me tocara. Un cuerpo
sostenido en otro cuerpo se vuelve una casa.
más que como el error, la anomalía que confirma la precisión
y el equilibrio de las cosas. Como las crías enfermas,
defectuosas, que las perras apartan alzándolas del cuello con la boca,
no se espera de nosotros ninguna fortaleza ni coraje. La mayoría de las veces
no hace falta matarnos: el cuerpo vaciado del amor
y del deseo de los otros pasa rápido. Una mancha en el cielo
que pocos llegan a ver antes de que se apague
a miles de años luz, sin poder hacer contacto con la tierra,
sin que nadie la extrañe. Pero a veces,
contra todas las probabilidades, una raíz crece desaforada,
sostenida en el aire hasta clavarse en la materia,
arrastrada por un deseo salvaje, por el empuje de la vida
que resiste aunque sepa que en ese esfuerzo descomunal
corre el riesgo de –finalmente- quebrarse. Dejá
que tu cabeza descanse en mis manos, me dijiste, prometo
no soltarte. Y yo, que lo único que sabía
era que había que escapar del amor como quien escapa
de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar
más vulnerable, me quedé
sin embargo en ese abrazo y fui curado
de las enfermedades de los otros, de lo que hicieron conmigo
para salvarse. No hizo falta que nadie más me tocara. Un cuerpo
sostenido en otro cuerpo se vuelve una casa.
Basado en el film Moonlight,
de Barry Jenkins, 2016
EMILCE STRUCCHI
I
como
quien sale al mundo por vez primera
ella
extiende límite a su llanto:
la
ronca huella
no
su calor
y
busca el rostro con los puños cerrados
se
acerca a ciegas a su boca
y
a ciegas
se
aproxima a conocer el pecho
hasta
olvidarse el cuerpo en los brazos del hijo
para
ser murmullo
el
olor gutural
y
un estallido que asesine la región del simulacro
ese
bocado de humanidad que le arrancaron a un hueco del destino
por
donde un ala sangra su parte de fracaso
y
no hay quien tenga recuerdo de su origen:
ninguna
foto
para
testificar tantos preludios
abrazados
a heridas implacables
(o
ciertas)
cuando
era alondra y desbordaba el canto
como
quien regresa con mi fe intacta
para
reconstruir su muerte en paz
curvándose
sobre estos pies difusos…
a
mis espaldas se alzan las voces
susurran
un
delito anterior
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ
El tiempo en sus manos (1960)
Igual
que Wells
otra
vez a buscarte.
Futuro
incierto.
YEMIRA MAGUIÑA
Negación
La
indiferencia del tiempo en mis manos me ha cegado
el
puño brutal de los días como laboratorista aniquilaron algunos de mis momentos
de lucidez
quizá
la vida se me muere cada vez que digo que no
y
sin embargo me niego al grupo
al
yo
al
festín de medio año
a
los prados
me
niego a la compasión del otro
me
niego a la madre abnegada
a
las noches de cine y popcorn
una
y otra vez , me niego.
MAGDALENA CAMARGO LEMIESZEK
Esa, tu manera de nombrarme
Mi
nombre era una ciudad atravesada por la guerra,
un
pájaro que ha abandonado en el vuelo el equilibrio
y
se desploma,
una
caracola que las olas pulverizan,
una
yegua enferma que ha perdido todas las carreras,
un
minarete que fue erigido para nadie.
Pero
qué manera tuya de reconstruir mi nombre,
de
hallarlo a pesar del lodo y de la bruma,
de
levantarlo en su terrible peso,
de
ennoblecerlo como a un estandarte
que
se agita dignamente.
Tiemblan
las sílabas sostenidas por tu acento,
tu
voz fecunda en él otra melodía,
es
un sol que hace madurar su carne.
Luego
de tu boca su significado se renueva,
en
el orbe redefines su propósito,
cualquiera
que sea su permanencia
si
acaso es todavía posible alguna permanencia.
Esa,
tu manera de llamarme,
de
derramar sobre mi frente las aguas de mi nombre,
de
tallarlo en las maderas
de
un bosque imaginario de cerezos,
decidiendo
su lugar preciso en la alta lumbre,
en
la mitad del orden que en las constelaciones rige.
Yo
te he visto arrojarlo al fuego,
fraguarlo
con un brío delicado,
revivirlo,
para
colocarlo encima de mi mano
cada
vez que vuelves a nombrarme
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