"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 8 de agosto de 2022
EDUARDO GALEANO
La
casa de las palabras
A
la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las
palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se
les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que
las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas
abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o
fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y
también buscaban palabras que conocían y habían perdido. En la casa de las
palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los
colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o
amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino…
SUSANA SOCA
Salmo
de la noche
Aquí
la noche jadeante y baja. La que se muere y no habla.
Aquí la noche aferrada a la ceniza de la nieve.
En las ciudades prisioneras.
Hay
que tocar la propia diestra para saber el camino del agua.
Y sólo el agua divide el bosque negro de la ciudad inmóvil y vendada que un
encaje olvidado de luna serpentea.
Aquí
la noche que no duerme. Y solamente encierra. Casi sin albas la de mañanas
tardías.
Risa de colegiales corta un instante el frío. Hasta que pasa en ella un
silbido.
Como a través del vuelo de las palomas condenadas.
Sólo
la noche se inclina a desiertos parapetos.
Un temblor de siglos gira en las veletas agitadas por el cierzo.
Y prolonga la voz de los tambores ensordecidos.
Saltan
sobre la nieve los centinelas como los osos cautivos.
En
su prisión la bella aprende por vez primera a caminar en las tinieblas.
Y todavía nadie espera nada.
ATILIO SUPPARO
Mi
ombú
Cien
años! Cada arruga es como un tajo
que lo hizo cicatriz algún ricuerdo.
Ya no queda cuchillo en todo el pago
que no haiga puesto el nombre de su dueño.
Letras
que son promesas de los novios
y grabaron allí pensando en ella.
Es un tatuaje gaucho, claro y hondo
que el ombú va a guardar hasta que muera.
Árbol
de savia criolla, que abre entera
su copa pa dar sombra a los viajeros;
hincha el lomo ‘e las ráices juera ‘e tierra,
pa que venga el cansao y tome asiento.
Cuanto
pájaro llega hasta sus ramas
engancha su vivienda entre las hojas;
¡Cada nido parece una medalla
que se hubiera ganao por güen patriota!
Hay
una cruz clavada al lao del tronco,
hecha con la guitarra de una moza.
¡Yo mesmo la enterré, junto con todo
lo que ella me contó cuando de novia!
Por
eso que, aquí cerca, alcé mi rancho;
pa que de noche, cuando baje su alma,
me halle sobre las raíces, esperando
que me ponga de poncho sus dos alas.
Pa
que me diga al oído, muy bajito,
lo mesmo que me dijo cuando entonces,
mientras quema una vela en su pabilo
y goteando en la cruz, llora mi nombre.
Llora
por mí que ya no tengo lágrimas
¡treinta años lagrimié, siempre en secreto!
Naide más que mi ombú vido mi cara,
porque jueron sus hojas mi pañuelo.
MARCOS VELÁSQUEZ
Candombe
Suene
feliz el tamboril
Suene feliz de su sonar
En algún sitio salió el sol
Y alguien nació con un cantar.
Canten
los parches primaveras
Canciones y banderas
Nacidos del amor
Bailen las piernas las amables
Abejas responsables
El polen y la flor.
Suene
con pena el tamboril
Llore porque hoy tiene por que
En algún sitio frío y sin luz
Grita un hermano que no ve.
Canten
tos parches las derrotas
Con las viriles notas
De su boca ancestral.
Bailen las piernas los violentos
Nubarrones y vientos
Del rudo vendaval.
Suene
con bronca el tamboril
Marque con bronca su compás
En algún Sitio el huracán
Nos ha tronchado un árbol más.
Canten
los parches con la rabia
Con la violencia sabia
Que da la inspiración.
Bailen los pies la fiera danza
Del amor que no alcanza
A hacerse floración.
Suene
con todo el tamboril
Risas y rabias en tropel
Anchen las calles a su andar
Toda la vida cabe en él.
Parches
andantes del obrero
Duende carnavalero
Pasado y porvenir
Boca sonora y mano abierta
Aún no existe la puerta
Que no puedan abrir.
LUCY CRISTINA CHAU
Icebergs
Danzan
las ganas
por todo el continente.
Si
te sumerges,
entiendes como finge
la cumbre
su inocencia,
mientras en el fondo
se arrastra el deseo,
incluso, de la muerte.
MARCO MARTOS
Telésforo
León bajo la luz de una vela
En
lo más alto del acantilado,
en medio de la noche tan serena,
bajo la luz de una vela jugué
ajedrez con Telésforo León,
en Yasila. Hasta el tablero llegaban
rumorosos mensajes del mar con su garra.
A veces era una lámpara
como una estrella marina
la que ardía sobre nuestras cabezas
y el zumbido del moscardón que apenas
escuchábamos y el acompasado respirar
del mar lamiendo las rocas, abajo.
Pero eso era el mundo de afuera,
adentro las fichas cobraban vida propia
y libraban ancestrales batallas,
indiferentes a la luz de la luna,
a la suave quietud del aire marino,
al propio corazón con sus reclamos.
Ese combate no termina, ni acabará
nunca, cristalizado como está
en la memoria. Lo que ha crecido
con el paso del tiempo es mi afecto
por Telésforo León Vilela,
el notario de Piura, con su estudio
repleto de trofeos, de tableros de madera
y de fichas de toda laya.
Todavía estoy yendo a buscarlo,
todavía partimos para Yasila
en una noche encantada,
encendemos las lámparas, todavía
acomodamos las fichas
y todavía siento, en la habitación de al lado,
el respirar del mar como un murmullo
que me ilumina
toda la vida.
