"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 15 de agosto de 2022
VERÓNICA JAFFÉ
Alma
lenta
Cuando
el cuerpo del muerto
comienza a ser cadáver
y el frío lo toca
como un día de lluvia
el
alma lenta se levanta.
Y sale. Y mira bien
su tiempo
su circunstancia.
Decide
entonces
la ruta y el fin
de su migración
y traslado. Se traduce.
Y
entra en otro cuerpo
vivo. De alguien.
No cualquiera.
Que le sea cercano.
Allí
se estará
por un tiempo
sea por un día de sol
o por una vida de lluvia.
No
sé
de quién
me viene
la mía.
De:
“De la metáfora, fluida”
KATHLEEN RAINE
Al
sol
1
Sol,
gran dador de todo lo que es,
una vez más regreso del sueño a tus tiempos y lugares
como el vuelo de los gansos sobre Londres en esta luz de la aurora
antes de que la ciudad de los humanos invada tu espacio inmaculado.
Sol, don de dones, tus vertiginosos rayos
tejen de nuevo cosas cotidianas, familiares, epifanías
de árboles, hojas, alas, perlas de lluvia, prodigios de luz.
Tu dorada máscara cubre la desconocida
Presencia de aquel que abre todos los ojos
en cuya cegadora oscuridad nadie puede mirar.
Nubes y montes y jardines y mares y bosques,
rascacielos, polvo y basura, objetos rotos y olvidados
reciben por igual del manantial más puro y sacrosanto
ser y significado, mensajes que la mañana trae
a este umbral donde me encuentro.
Anciana, me maravillo de haber sido, de haber visto
tu reino del todo y de la nada, sol que todo lo das.
2
Qué
nombre darte, don de dones,
dios, ángel, estas palabras sirvieron en un tiempo, pero nunca más
el carro de Apolo o los caballos de Surya imaginados en piedra
de Konarak¹, gloriosa metáfora del poder creciente
del sol infatigable desde el eterno Oriente. Mi tiempo
tiene otros símbolos, ondas de luz en aceleración, años luz, rayos
girando eternamente en la esfera ilimitada del espacio,
vacío inmenso de lo que es o no es,
equívoca apariencia de la materia etérea:
La ciencia tan sólo otro grandioso mito que soñamos,
ptolemaico o copernicano, o el paradigma de Einstein
menos real que esos espléndidos caballos de piedra
a medida que la luz triunfa sobre la oscuridad todavía un día más.
¡Mas ningún mito se acerca a lo que, ante nuestros ojos, tú eres, o pareces!
En tu numinosa gloria te he visto alzarte
desde más allá de las Islas Farne²
derramando tu fulgor
sobre los fríos mares del norte, o sobre los mares de Grecia,
he visto tu gran círculo alzarse desde el océano Índico.
Mientras circundas la tierra los pájaros cantan tu llegada cada mañana,
flores nuevas se abren en el yermo, los jardines, las escombreras,
todo lo vivo es tu séquito, como ante todos los ojos convocas,
don de dones, el despliegue de tus cielos
los inmensos y diminutos espacios de nuestra tierra, a cada cual el todo,
y hoy aún vuelvo a recibir de tu tesoro inagotable
de luz, esta habitación, este verde jardín, mi ilimitado universo.
3
Sol
ancestral, ¿te acuerdas de nosotros,
hijos de la luz, contemplándote con ojos vivos?
¿Nosotros como tú, tú como nosotros? Parece
que nos miras desde lo alto con vivo rostro:
quién soy yo que veo tu luz sino la luz que veo,
detenida un instante en la forma que me cubre, tu destello.
He
estado en la orilla de muchos mares,
de lagos y ríos, y sobre las aguas siempre,
por esas simas abisales del miedo
tu senda dorada ha llegado hasta mí
que no soy sino una entre todos los que se van y vuelven.
Sol
cegador, con tu corona de llamas, tus socavones de fuego,
Presencia, imponente teofanía,
¿estoy en ti, estás tú en mí,
centro infinito de tu ilimitado reino
donde la muchedumbre canta Santo, Santo, Santo³?
¿Entras en lo oscuro, o soy yo?
4
No
es que la luz sea santa, sino que lo santo es la luz:
Solamente viendo, siendo, conocemos,
extasiados, sin aliento, arrobamiento del corazón.
Ni el microscopio ni el telescopio pueden descubrir
lo inmensurable: no en lo visto sino en el que ve
epifanía de lo rutinario.
Un jacinto en un vaso era, sobre mi mesa de trabajo,
ante mis ojos se abrió allende la belleza el flujo vivo, puro de la luz.
“Soy yo,” supe entonces, “yo soy esa flor, esa luz soy yo,
el que ve y lo visto a un tiempo.”⁴
Lejos en el pasado, mas para siempre; pues nadie puede des-conocer
el Paraíso nativo en cada brizna de hierba,
guijarro, y partícula de polvo, inmaculado.
“Así ha sido y será siempre,” supe entonces,
ni la inmundicia, ni la violencia, ni nuestra propia ignorancia
pueden profanar ese manantial sagrado:
¿Por qué iba yo, una entre la muchedumbre innúmera de la luz,
a temer en mi desaparición ser lo que por siempre es?
1.-
Konarak: Templo del Sol (también llamado Pagoda Negra) situado en el
estado de Orissa (India), en el Golfo de Bengala. Aquí está representada en
piedra Surya, deidad solar hinduista, con su carroza de siete caballos.
Recuerdo, sin duda, del viaje que a los 70 años hizo Kathleen a la India,
calificándola a su vuelta de única civilización viva verdadera.
2.-
Islas cerca de la costa del Northumberland (Inglaterra) de su infancia, lugar
al que ella llamó su paraíso, su centro.
3.- Alusión directa a A Vision
of the Last Judgement (Una Visión del Juicio Final) de William Blake, su
maestro: “When the Sun rises, do you not see a round Disk of fire somewhat
like a Guinea?” O no no, I see an Innumerable company of the Heavenly
host crying “Holy Holy Holy is the Lord God Almighty.” (The Norton Anthology of
English Literature, Fifth Edition, U.S.A., W.W. Norton & Company, 1987,
pág. 1367): “Cuando el Sol sale, ¿no ves un Disco redondo de fuego similar a
una Guinea?” Oh no, yo veo un cortejo Innumerable de
huestes Celestiales exclamando “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios
Todopoderoso.” (Traducción propia).
4.-
Esta experiencia epifánica de la autora ocurrida hacia el año 40 es narrada
pormenorizadamente en sus Autobiographies, op. cit., pág. 195: Yo y
la planta éramos una, indistinguibles [...] No percibía la flor sino que la
vivía [...] Esta totalidad... inspiraba un sentido de inmaculada santidad [...]
Nunca antes había experimentado algo parecido, ni lo hice desde entonces con la
misma intensidad.
LORINE NIEDECKER
[¿Quién
era Mary Shelley?]
¿Quién
era Mary Shelley?
¿Cuál era el nombre
que tenía de soltera?
Huyó
con el tal Shelley
montó un burro
hasta que el burro debió ser cargado.
Mary
creó a Frankenstein
su ojo amarillento
antes de que se ahogara su marido
Creó
juegos de espantos
en homenaje a Byron, Shelley
hizo bajar las velas.
¿Quién
era Mary Shelley?
Ella leía en griego, en italiano
dio a luz a un hijo
Que
murió
y de nuevo a otro hijo
que murió.
Swedenborg
Y
bueno él vio que el hombre fue creado según
la dinámica de los elementos. Halló
el alma: en la sangre. Por fin,
se jubiló en una casa por la que pagaba
impuestos a ventanas. (¡Por aumentar la luz!)
Vivió con sencillez. Hizo de jardinero. Vio visiones.
Y
nada de merienda salvo té.
Ahora bien vio al alma de su “Reza,
porque qué es la materia” abandonarse ante los tipos
—¡cielos!— delicados de cosas como una rosa azul.
Es muy extraño —pues cultivó rosas azules,
no sé si sabías.
ABBADA AL QUAZZAZ
Ella
es
luna,
Ella
es luna, sol, tallo que nace
y perfume de almizcle.
Perfecta, brillante, floreciente
y aroma enamorado.
Quién la mira se prenda de ella,
pero es coto cerrado.
VICENTA MATURANA
El
recuerdo triste
Bello
jardín, que un tiempo
fuiste, de los suspiros
de mi adorado ausente
y de mi amor, testigo
¿para qué recuerdas
aquel tiempo querido,
en que era de mis dichas
el centro tu recinto?
Paréceme que escucho
al blando cefirillo
meciéndose en las hojas,
decirme compasivo:
“¿Qué buscas ya, Silena,
en este verde sitio,
sino tristes memorias
de tu adorado hechizo
de aquel amante tierno,
que cuanto más rendido,
más tímido ocultaba
su vehemente cariño?
Sentado aquí a tu lado,
trémulo y pensativo,
mil veces probó, en vano,
declarar su martirio.
Aquí, la vez primera,
por ti muero, te dijo,
y en sus lánguidos ojos
su triunfo miró escrito.
Aquí su ardiente labio
y los tuyos, ¡cuán finos!,
¡cuán tiernos pronunciaron
un juramento mismo!
Hasta el último instante
aquí estuvo contigo;
aquí el adiós postrero
profirió, con delirio.
Así, tierna Silena,
huye de este recinto,
pues su vista destroza
tu pecho conmovido”.
