domingo, 19 de marzo de 2017


ANIBAL NÚÑEZ




Gormaz a sangre y fuego



1

Soterradas semillas
cenizas hácense
bajo cimientos rotos


2

Gesto de la doncella
en quebradizos pomos;
sangre la mano de los asaltantes


3

Harina calcinada.
impronta de azulejos,
huella de las vasijas;
el perfume voló cuando entraron los cuervos


4

Bóveda del aljibe;
los jóvenes cadáveres
por el brocal cayeron


5

Recogidas señales
para bajar al rio
un día sin merodeos
que no llegó


6

Mimbres y sedas:
todo ardió en la cruel alba,
nítida la victoria en el signo del garfio


7

Los remaches del yelmo,
el pecho de los mozos
saltaron. Dura muerte
escribió la inicial del viento inconsolable.



1982

ANTONIO MACHADO




Soneto V



Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Desierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!


CINTIO VITIER



  
Sedienta cita



Cito textualmente las estrellas
y el hogar complejo de la naranja herida.
Diminuta es la luz en que el buey se esconde
lejos del ave, asoleando eternamente
las estudiosas manos del guajiro,
sus diez uñas sonoras de cavar el viento.

Dónde estuve, qué es esto, qué era tanto,
por qué laúd de sufrir o cal o estiércol frío
se me propaga en piedras la voracidad del corazón.
¡Ay, los dorados mulos de su costa difunta!
Veo mi rostro en el soez cristal partido,
en la espuela rota, en la leve nieve del sillón de mimbre.

Cito el insólito fieltro de las nubes idas.
Qué flora vuestra, qué dolor, qué tacto aherrojado y libre
desciende, estricto juez de oro, y canta.
Sí, desciende, paño de la luna, sobre un sucio mendigo,
y descarnándolo hasta sus flores o risas o planetas canta:
grácil noche de todos, alas de todos, vago perro.



JENARO TALENS



  
Territorios de un cuerpo

Si te miro a ti,
que salga el sol o no salga
¿qué me importa a mí?

Camarón de la Isla



I

Hermoso es el desorden de mi pensamiento.
Yo no sigo el ejemplo de los más ancianos:
busco lo mismo que buscaban.
Por eso, en esta diáspora de ti,
sé que el silencio que nos cubre es esto,
dos bultos que se pliegan y se envuelven
para volver de nuevo hasta su soledad.
Compruebo que es abril, que el invierno termina
y que incluso las flores son felices.
Soy como ellas, no pregunto nada;
y me limito a estar sobre tu cuerpo
como quien mira sin temor, de frente,
un eclipse
de sol.


II

Déjame ser el huésped de tu boca,
la lentitud con que el calor recorre tu desnudo.
Soy como el frío de una noche desierta,
pronto a buscar cobijo en los derrumbaderos
donde hace nido la melancolía.
Hay tanto resplandor, la luna es tanta
que me deslumbras con la calidez
de tu silencio, y me sumerjo en ti.
Nunca pensé una eternidad tan cerca.


III

Cada nuevo clima
es, al cabo, costumbre, y yo, extranjero.
El día ha caducado
y va a empezar la oscuridad.
Déjame que me oculte junto a ti,
en el frondoso bosque de unos ojos
donde no cesa de llover.
Acurrucado entre sus matorrales,
aguardaré a que tu pasión me señale el camino.
Sé que el aire es más dulce donde crece la luz.


IV

Estoy tumbado al borde de tu claridad,
en la suntuosidad de una batalla
donde ninguno es vencedor,
y hasta el olor del cuarto,
donde rugen, insomnes, tu apetito y mi sed,
florece sin saberlo, como un musgo surgido
de mi humedad tan tuya, de un sendero
que nos conduce hasta ese mar sin olas,
la tierra azul donde se desordena
el centro mismo del placer, la espuma
en que consiste toda esta explosión, y, al fondo,
la lluvia que golpea las ventanas,
la lluvia siempre otra, insobornable,
con sus lentas espinas.


V

Apaga las estrellas,
desconecta el sol.
quiero adentrarme a tientas
por los acantilados de tu piel,
reconstruir sobre tu boca
las letras, una a una,
con que dar nombre al fuego,
a la locura de saber que he visto
el cielo tan de cerca, o no, tan mío
que mi país se llama medianoche.
¿Quién eres? ¿Dónde estás? Qué importa,
si te elegí entre todas las estrellas.


VI

Descubrir los motivos de la aurora
es otra forma de pensarte,
asomado a la baranda del anochecer.
En cuanto a mí, no sé,
¿qué más puedo decirte?
Sólo que por tu causa
casi tuve el proyecto de durar.


VII

Detrás de mi silencio oíste «no",
cuando quise decirte que no hay olas sin
la polilla del tiempo, su escozor,
o el duermevela de un escalofrío.
De mi antigua ambición no queda nada,
quizá no más de un torpe balbuceo
quemado en el rescoldo de tu boca.
Déjame a solas con la muerte.
Para impregnarme de tu luz
fue necesaria la tiniebla.
Luego, al quebrar el alba,
con un desasosiego
que tiende a confundirse con la oscuridad
busco tus ojos en los míos
para que me confirmen que viví. ¿Me entiendes?
También yo, como el sol, me pondré un día.
Escribiré un poema sin mujer, sin nada,
y al leer las palabras que dan forma a mi rostro
tal vez no adviertas que no estoy. Abrázame.
Pido la vez para apagar el sol.


De: Viaje al fin del invierno


JOSÉ ÁNGEL VALENTE




Esta imagen de ti



Estabas a mi lado
y más próxima a mí que mis sentidos.

Hablabas desde dentro del amor,
armada de su luz.
Nunca palabras
de amor más puras respirara.

Estaba tu cabeza suavemente
inclinada hacia mí.
Tu largo pelo
y tu alegre cintura.
Hablabas desde el centro del amor,
armada de su luz,
en una tarde gris de cualquier día.

Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva.



JOSE LUIS CANO



Viernes de las delicias



Cuando salgo a la luz de este viernes dorado
estrena la mañana sus pájaros primeros.
Es un viernes de barrio, humilde pero hermoso,
viernes de Las Delicias, viernes arrabalero.

Da gusto ver su piel, fresca como la aurora,
herida tiernamente por la luz del otoño,
esta luz increíble que mi corazón bebe
sorbiendo la mañana como una fruta de oro.

Es una luz tan tierna, tan acariciadora,
que a las cosas propaga una humana ternura,
y da alegría al árbol, al viajero que llega,
al perro en libertad ávido de aventuras.

Y el dulce viejecillo que vende caramelos,
el obrero que pasa, la chiquilla que ríe,
la sal para el pescado derramada en la acera,
brillan con alegría bajo esta luz del viernes.

Van las alas del viernes dorando la mañana
y tornándola pura como una melodía,
mientras yo voy alegre escuchando sus sones,
su concierto de pájaros y cristalinas brisas.

Mientras yo voy alegre, porque el corazón sabe
que atrás queda, soñando, la materia que ama,
la materia de un alma que beso cada noche
en los labios que ahora soñarán con el alba.