"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 29 de agosto de 2020
MERCEDES DE ACOSTA
Manos sucias
Tras
irse todos,
era siempre tan maravilloso sentarme contigo
en el teatro a oscuras.
Había un misterio en ello,
como si el eco de muchas obras
perdurara todavía entre los pliegues del telón,
mientras fantasmales figuras se acurrucaban
en las lunetas y con manos vaporosas
hacían sonar los reprimidos aplausos.
¿Recuerdas cómo nos sentábamos siempre en silencio?
Yo cerraba los ojos para sentir tu cercanía más cerca.
Entonces, como un ritual, lentamente
yo tomaba tu mano
y tú reías un poco y me decías:
“Tengo las manos terriblemente pegajosas”, o
“No logro mantener limpias las manos en este teatro”,
como si eso importara… como si eso importara…
era siempre tan maravilloso sentarme contigo
en el teatro a oscuras.
Había un misterio en ello,
como si el eco de muchas obras
perdurara todavía entre los pliegues del telón,
mientras fantasmales figuras se acurrucaban
en las lunetas y con manos vaporosas
hacían sonar los reprimidos aplausos.
¿Recuerdas cómo nos sentábamos siempre en silencio?
Yo cerraba los ojos para sentir tu cercanía más cerca.
Entonces, como un ritual, lentamente
yo tomaba tu mano
y tú reías un poco y me decías:
“Tengo las manos terriblemente pegajosas”, o
“No logro mantener limpias las manos en este teatro”,
como si eso importara… como si eso importara…
MARIO LUZI
Como tú quieres
El
cierzo resquebraja las arcillas,
aprieta y endurece las tierras de labranza,
encrespa el agua en las esclusas; deja
azadones clavados, arados inertes
en el campo. Si alguien sale por leña
o anda con fatiga o se detiene
aterido en capuchones o pelerinas,
aprieta los dientes. Lo que reina en la estancia
es el silencio del testigo mudo
de la nieve, de la lluvia, del humo,
de la inmovilidad del mudamiento.
Estoy aquí, echando al fuego
piñas de pino; tiendo el oído
al bramar de las ventanas, sin ansia
ni calma. Tú, que por vieja promesa
llegas y ocupas el lugar
que dejó el sufrimiento,
no desesperes de mí o de ti;
hurga en las adyacencias de la casa,
busca las hojas grises de la puerta.
Poco a poco se colma la medida,
poco a poco; poco a poco, como
tú quieres, la soledad se desborda.
Ven y entra, sácala a manos llenas.
Es un día del invierno de este año,
un día, un día de nuestra vida.
aprieta y endurece las tierras de labranza,
encrespa el agua en las esclusas; deja
azadones clavados, arados inertes
en el campo. Si alguien sale por leña
o anda con fatiga o se detiene
aterido en capuchones o pelerinas,
aprieta los dientes. Lo que reina en la estancia
es el silencio del testigo mudo
de la nieve, de la lluvia, del humo,
de la inmovilidad del mudamiento.
Estoy aquí, echando al fuego
piñas de pino; tiendo el oído
al bramar de las ventanas, sin ansia
ni calma. Tú, que por vieja promesa
llegas y ocupas el lugar
que dejó el sufrimiento,
no desesperes de mí o de ti;
hurga en las adyacencias de la casa,
busca las hojas grises de la puerta.
Poco a poco se colma la medida,
poco a poco; poco a poco, como
tú quieres, la soledad se desborda.
Ven y entra, sácala a manos llenas.
Es un día del invierno de este año,
un día, un día de nuestra vida.
JOHN BERRYMAN
El poema de la pelota
¿Qué
es el niño ahora, que ha perdido su pelota,
¿Qué, qué va a hacer? La vi irse
Alegremente rebotando, calle abajo, y después
Alegremente por – ¡allí está en el agua!
De nada sirve decir “Oh, hay otras pelotas”:
Un último estremecimiento de pena fija al niño
Mientras se sostiene rígido, tembloroso, contemplando
Todos sus días de juventud en el puerto donde
Fue su pelota. Yo no lo molestaría,
Una moneda, otra pelota, no tiene valor. Ahora
Él siente la primera responsabilidad
En un mundo de posesiones. La gente se llevará pelotas,
Las pelotas se perderán siempre, pequeño niño,
Y nadie compra una pelota de vuelta. El dinero es externo.
Él está aprendiendo, bien detrás de sus ojos desesperados,
La epistemología de la pérdida, cómo estar de pie
Sabiendo lo que todo hombre debe un día saber
Y la mayoría sabe muchos días, cómo estar de pie
Y gradualmente la luz regresa a la calle
Suena un silbato, la pelota está fuera de vista,
Pronto una parte de mí explorará el profundo y oscuro
Fondo del puerto… Estoy en todas partes,
Sufro y me muevo, mi mente y mi corazón se mueven
Con todo eso que me mueve, bajo el agua
O silbando, no soy un niño pequeño.
¿Qué, qué va a hacer? La vi irse
Alegremente rebotando, calle abajo, y después
Alegremente por – ¡allí está en el agua!
De nada sirve decir “Oh, hay otras pelotas”:
Un último estremecimiento de pena fija al niño
Mientras se sostiene rígido, tembloroso, contemplando
Todos sus días de juventud en el puerto donde
Fue su pelota. Yo no lo molestaría,
Una moneda, otra pelota, no tiene valor. Ahora
Él siente la primera responsabilidad
En un mundo de posesiones. La gente se llevará pelotas,
Las pelotas se perderán siempre, pequeño niño,
Y nadie compra una pelota de vuelta. El dinero es externo.
Él está aprendiendo, bien detrás de sus ojos desesperados,
La epistemología de la pérdida, cómo estar de pie
Sabiendo lo que todo hombre debe un día saber
Y la mayoría sabe muchos días, cómo estar de pie
Y gradualmente la luz regresa a la calle
Suena un silbato, la pelota está fuera de vista,
Pronto una parte de mí explorará el profundo y oscuro
Fondo del puerto… Estoy en todas partes,
Sufro y me muevo, mi mente y mi corazón se mueven
Con todo eso que me mueve, bajo el agua
O silbando, no soy un niño pequeño.
MARÍA NICOLASA DE HELGUERO Y ALVARADO
Octavas a la memoria de su
hermano Don Pedro de Helguero
Desgajado
el ciprés, rota la lira,
Mal concertado el susto con el canto,
empiece el triste númen que me inspira
a dar tímida voz envuelta en llanto;
Que mal entre congojas se respira,
Que poco explica quien padece tanto;
Pero si he de cantar, sea el tormento
El que sirva esta vez por instrumento.
Amaba yo a Petronio gneroso
Ufana de que fuese hermano mío,
Miraba que a su genio belicoso
Las Gracias asistían sin desvío,
No desdeñando al joven animoso
Docta, canora, sonorosa Clío;
Gracias y Musas se unen a elevarle
Y las Furias y Parca a derribarle.
Heredó de Cantabria el ardimiento,
Imitó del Gran Noja las acciones,
Advertido ilustró su entendimiento
Tomando de Minerva las lecciones;
Supo dar a su empleo cumplimiento,
Supo también robar las aficiones
Cuando en el regio Nápoles florido
Brilló gallardo y se explicó entendido.
Del Betis caudaloso en la ribera
Festivo divirtió los cortos años
Logrando en la fortuna lisonjera
Los aplausos de propios y extraños;
Corrió veloz, y al fin de la carrera
Enseñó a los mortales desengaños,
Dejando entre cenizas sepultado
El valor adquirido y heredado.
Cuando el sabio Pastor americano
Sulcaba el golfo por gozar su esposa,
El furor atrevido de Vulcano
Arrojó al vaso llama pavorosa;
Diestro Petronio, con activa mano
Cortó el incendio y dio quietud dichosa
A los que ya entre sustos desmayaban
en vista de la muerte que esperaban.
No experimentó en Tolon el triste estrago
Cuando en nave fatal dio providencia
De un sitio a otro discurriendo vago,
Armado de valor y de prudencia.
El mismo fuego le sirvió de halago;
No naufragó, que la alta Providencia
A más glorioso fin le reservaba
En morir por la fe que profesaba.
Del mar funesto el agua procelosa
Anegaba sangrienta el roto pino,
Riesgos surca la gente lastimosa
Sin rumbo, sin aliento, sin destino;
Más avistando (bien que temerosa)
A la excelsa colonia de Barquino,
En su noble piedad hallaron puerto,
Petronio triste y Olivares muerto.
Cercábame el dolor un triste día
En que más su peligro imaginaba,
A su seguridad le persuadía
Mi voz, que en los afectos se animaba;
Desatendió la justa pena mía
Porque de los temores se burlaba,
Y en la causa infeliz de mis enojos
Líquido el corazon corrió a los ojos.
Volvió Petronio al mar y bramó el viento
Enmudecen tritones y sirenas
Ronco sonó el bélico instrumento,
Infausto anuncio de futuras penas;
Sólo Petronio, instado de su aliento
Pisó ardiente las húmedas arenas
Por acercarse al término preciso
De que el mismo nacer le dio el aviso.
¿Adónde vas, Petronio valeroso?
Huye del golfo, que Neptuno airado
Oculta en su domino proceloso
Agareno furor de fuego armado;
Pero en vano es el ruego cariñoso
Que el corazón te envidia lastimado;
Magnánimo, constante, fiel y fuerte,
mi voz no escuchas por buscar tu muerte.
Descúbrense las naves enemigas;
Da la española al viento la bandera,
Corta veloz las olas cristalinas,
Apresa a la otomana más velera;
Petronio, con azañas peregrinas
Mayor victoria conseguir espera;
A seguir a la que huye se previene,
Cuando su misma muerte le detiene.
Bárbara mano, ¿cómo así atrevida,
Con el fuego y el plomo has conspirado
contra el cántabro bello, cuya vida
En su perfecta edad has marchitado?
De su valor el Africa ofendida
Envidiosa, tirana se ha mostrado
Y el infiel Ismael el tiro ha hecho
En el rosado blanco de su pecho.
Admirable divina providencia
Independiente en tus operaciones,
¿Cómo al inmenso abismo de tu ciencia
Podrán sondear humanas conprehensiones?
Yo imagino, Señor, que fue clemencia
Al alma libertar de sus prisiones;
Tu juicio adoro, y víctima te ofrezco
Con el dolor intenso que padezco.
Murió Petronio, y el ingrato olvido
También cruel su nombre ha sepultado;
No hubo laurel, que desdeñoso ha huido
De un mérito, aunque heroico, desgraciado;
Sólo la bella tropa en quien ha sido
Por sus amable prendas estimado,
De su heroicidad imprime historia
En el terso papel de la memoria.
Mal concertado el susto con el canto,
empiece el triste númen que me inspira
a dar tímida voz envuelta en llanto;
Que mal entre congojas se respira,
Que poco explica quien padece tanto;
Pero si he de cantar, sea el tormento
El que sirva esta vez por instrumento.
Amaba yo a Petronio gneroso
Ufana de que fuese hermano mío,
Miraba que a su genio belicoso
Las Gracias asistían sin desvío,
No desdeñando al joven animoso
Docta, canora, sonorosa Clío;
Gracias y Musas se unen a elevarle
Y las Furias y Parca a derribarle.
Heredó de Cantabria el ardimiento,
Imitó del Gran Noja las acciones,
Advertido ilustró su entendimiento
Tomando de Minerva las lecciones;
Supo dar a su empleo cumplimiento,
Supo también robar las aficiones
Cuando en el regio Nápoles florido
Brilló gallardo y se explicó entendido.
Del Betis caudaloso en la ribera
Festivo divirtió los cortos años
Logrando en la fortuna lisonjera
Los aplausos de propios y extraños;
Corrió veloz, y al fin de la carrera
Enseñó a los mortales desengaños,
Dejando entre cenizas sepultado
El valor adquirido y heredado.
Cuando el sabio Pastor americano
Sulcaba el golfo por gozar su esposa,
El furor atrevido de Vulcano
Arrojó al vaso llama pavorosa;
Diestro Petronio, con activa mano
Cortó el incendio y dio quietud dichosa
A los que ya entre sustos desmayaban
en vista de la muerte que esperaban.
No experimentó en Tolon el triste estrago
Cuando en nave fatal dio providencia
De un sitio a otro discurriendo vago,
Armado de valor y de prudencia.
El mismo fuego le sirvió de halago;
No naufragó, que la alta Providencia
A más glorioso fin le reservaba
En morir por la fe que profesaba.
Del mar funesto el agua procelosa
Anegaba sangrienta el roto pino,
Riesgos surca la gente lastimosa
Sin rumbo, sin aliento, sin destino;
Más avistando (bien que temerosa)
A la excelsa colonia de Barquino,
En su noble piedad hallaron puerto,
Petronio triste y Olivares muerto.
Cercábame el dolor un triste día
En que más su peligro imaginaba,
A su seguridad le persuadía
Mi voz, que en los afectos se animaba;
Desatendió la justa pena mía
Porque de los temores se burlaba,
Y en la causa infeliz de mis enojos
Líquido el corazon corrió a los ojos.
Volvió Petronio al mar y bramó el viento
Enmudecen tritones y sirenas
Ronco sonó el bélico instrumento,
Infausto anuncio de futuras penas;
Sólo Petronio, instado de su aliento
Pisó ardiente las húmedas arenas
Por acercarse al término preciso
De que el mismo nacer le dio el aviso.
¿Adónde vas, Petronio valeroso?
Huye del golfo, que Neptuno airado
Oculta en su domino proceloso
Agareno furor de fuego armado;
Pero en vano es el ruego cariñoso
Que el corazón te envidia lastimado;
Magnánimo, constante, fiel y fuerte,
mi voz no escuchas por buscar tu muerte.
Descúbrense las naves enemigas;
Da la española al viento la bandera,
Corta veloz las olas cristalinas,
Apresa a la otomana más velera;
Petronio, con azañas peregrinas
Mayor victoria conseguir espera;
A seguir a la que huye se previene,
Cuando su misma muerte le detiene.
Bárbara mano, ¿cómo así atrevida,
Con el fuego y el plomo has conspirado
contra el cántabro bello, cuya vida
En su perfecta edad has marchitado?
De su valor el Africa ofendida
Envidiosa, tirana se ha mostrado
Y el infiel Ismael el tiro ha hecho
En el rosado blanco de su pecho.
Admirable divina providencia
Independiente en tus operaciones,
¿Cómo al inmenso abismo de tu ciencia
Podrán sondear humanas conprehensiones?
Yo imagino, Señor, que fue clemencia
Al alma libertar de sus prisiones;
Tu juicio adoro, y víctima te ofrezco
Con el dolor intenso que padezco.
Murió Petronio, y el ingrato olvido
También cruel su nombre ha sepultado;
No hubo laurel, que desdeñoso ha huido
De un mérito, aunque heroico, desgraciado;
Sólo la bella tropa en quien ha sido
Por sus amable prendas estimado,
De su heroicidad imprime historia
En el terso papel de la memoria.
NARCÍS COMADIRA I MORAGRIEGA
Canción de cuna
Ahora
que la noche funde
todas las cosas corpóreas,
y que la sangre se aquieta
con el reclamo nocturno,
lánzate al río del sueño.
Amor, criatura, duerme.
todas las cosas corpóreas,
y que la sangre se aquieta
con el reclamo nocturno,
lánzate al río del sueño.
Amor, criatura, duerme.
En
el firmamento piel
se pone el sol de tus ojos,
la madeja de tus miembros
indolente se deshace.
¿En qué brazos solitarios,
Amor, te abandonas? Duerme.
se pone el sol de tus ojos,
la madeja de tus miembros
indolente se deshace.
¿En qué brazos solitarios,
Amor, te abandonas? Duerme.
Libre
del peso del cuerpo,
en espíritu atraviesas
oscuros bosques espesos
de la lasitud secreta.
No quiero que hongos ni sapos,
Amor, te me asusten. Duerme.
en espíritu atraviesas
oscuros bosques espesos
de la lasitud secreta.
No quiero que hongos ni sapos,
Amor, te me asusten. Duerme.
Que
el fluyente subterráneo
al curso de los planetas
se concuerde en transparencias
de música innominada.
De lejos velo tu viaje,
Amor, hasta que regreses. Duerme.
al curso de los planetas
se concuerde en transparencias
de música innominada.
De lejos velo tu viaje,
Amor, hasta que regreses. Duerme.
PEDRO LUIS MENÉNDEZ
V
Llegaban
de los tiempos con la historia en la mano
a la página rauda del ciclón
esculpiendo
las palabras con mecha
los símbolos con lanzas
Codiciosos o audaces
Iniciados sin lastre de una tierra insensata
tristes de otra tristeza
matadores del siglo
espesaban la noche con romances e insomnio
para no ver su sombra de cristal enlutada
Desde los arrecifes
la cansina epopeya les negaba su fruto
Ellos sólo cantaban
Si el silencio era lluvia recogían el alma
tan atrás
que la sangre
se alumbraba de muerte
y una espiga de estrellas estrenaba coraje
contra sus corazones marineros en gracia
La bandera era paño de ambición y soberbia
pero cuánta memoria
se arrumbaba en el viento
Qué relumbre de espejos
se celaba en la bruma
para todo el futuro
los entonces
los siempres del amor y la guerra
Para todo el futuro
Ved la gente del cielo
conquistar Guanahani con la historia en la mano
perfección de la idea
costa al fin desnudada
sin regreso y sin patria
Para todo el futuro
Pedro Luis Menéndez, Memorial del navegante 8
y sin patria
Sin patria
a la página rauda del ciclón
esculpiendo
las palabras con mecha
los símbolos con lanzas
Codiciosos o audaces
Iniciados sin lastre de una tierra insensata
tristes de otra tristeza
matadores del siglo
espesaban la noche con romances e insomnio
para no ver su sombra de cristal enlutada
Desde los arrecifes
la cansina epopeya les negaba su fruto
Ellos sólo cantaban
Si el silencio era lluvia recogían el alma
tan atrás
que la sangre
se alumbraba de muerte
y una espiga de estrellas estrenaba coraje
contra sus corazones marineros en gracia
La bandera era paño de ambición y soberbia
pero cuánta memoria
se arrumbaba en el viento
Qué relumbre de espejos
se celaba en la bruma
para todo el futuro
los entonces
los siempres del amor y la guerra
Para todo el futuro
Ved la gente del cielo
conquistar Guanahani con la historia en la mano
perfección de la idea
costa al fin desnudada
sin regreso y sin patria
Para todo el futuro
Pedro Luis Menéndez, Memorial del navegante 8
y sin patria
Sin patria
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