sábado, 29 de agosto de 2020

MERCEDES DE ACOSTA




Manos sucias



Tras irse todos,
era siempre tan maravilloso sentarme contigo
en el teatro a oscuras.
Había un misterio en ello,
como si el eco de muchas obras
perdurara todavía entre los pliegues del telón,
mientras fantasmales figuras se acurrucaban
en las lunetas y con manos vaporosas
hacían sonar los reprimidos aplausos.
¿Recuerdas cómo nos sentábamos siempre en silencio?
Yo cerraba los ojos para sentir tu cercanía más cerca.
Entonces, como un ritual, lentamente
yo tomaba tu mano
y tú reías un poco y me decías:
“Tengo las manos terriblemente pegajosas”, o
“No logro mantener limpias las manos en este teatro”,
como si eso importara… como si eso importara…



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