"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 23 de mayo de 2019
RICARDO CASTILLO
El pelícano
Mi
amor vale un pelícano.
Un
tostón de cacahuates que no tienen precio
Mi
amor es una de sed, otra de hambre y otra de
recontratopes en el portón del mundo.
Mi
amor es vino, chance bien poco todavía.
Chance
y a lo mejor no soy más que un campo de futbol
sin porterías,
un
sentimental opaco, con pedorrera.
A
lo mejor ya no queda un tornillo que hablar en estos
tiempos
en
los que alguien cuenta el millón de su locura con los
dedos,
en
los que alguien chupa su hueso como una paleta
helada.
Ahora
que el Mar se amelcocha, se amierda al lOO%
y
los pelícanos de la costa tienen sed
y
son pasto de los cangrejos de ojos babosos.
Ahora
que el sol está amarillo como un huevo.
Ahora
que la luna cuelga en el fondo como una pendeja,
un
pelícano levanta pesadamente la quijada, sonríe y
empieza a volar,
mientras
los cangrejos de la costa se sienten afortunados
porque
no todos se levantan
porque
los culos nunca irán a la guerra.
.
IBN HAZM
Su
hermosura puede suplir la de las flores,
como mi aliento puede suplir al fuego.
como mi aliento puede suplir al fuego.
De: "Sobre la
separación"
ALEKSANDR PUSHKIN
Ya
vague por las calles bulliciosas,
ya penetre en el templo populoso,
ya me rodeen alocados jóvenes,
en mis ensueños sigo estando absorto.
Me digo: pasarán raudos los años
y por muchos que aquí nos encontremos,
todos iremos a la eterna fosa
y para alguno ya llegó su tiempo.
Cuando contemplo el roble solitario,
este patriarca de los bosques -pienso-
sobrevivió al cruel siglo de mis padres
y sobrevivirá a este siglo nuestro.
Cuando acaricio a una tierna criatura
pienso que es hora ya de despedirme:
te cedo el puesto, florecer te toca,
y para mí ya es hora de pudrirme.
Cada día que pasa, cada hora,
me he acostumbrado a ejercitar la mente,
e intento adivinar cuál de entre ellos
será el aniversario de mi muerte.
Y ¿dónde me enviará la muerte el Hado?
¿En la guerra, en la mar, como viajero?
¿O si acaso será, el valle vecino
el que reciba mis helados restos?
ya penetre en el templo populoso,
ya me rodeen alocados jóvenes,
en mis ensueños sigo estando absorto.
Me digo: pasarán raudos los años
y por muchos que aquí nos encontremos,
todos iremos a la eterna fosa
y para alguno ya llegó su tiempo.
Cuando contemplo el roble solitario,
este patriarca de los bosques -pienso-
sobrevivió al cruel siglo de mis padres
y sobrevivirá a este siglo nuestro.
Cuando acaricio a una tierna criatura
pienso que es hora ya de despedirme:
te cedo el puesto, florecer te toca,
y para mí ya es hora de pudrirme.
Cada día que pasa, cada hora,
me he acostumbrado a ejercitar la mente,
e intento adivinar cuál de entre ellos
será el aniversario de mi muerte.
Y ¿dónde me enviará la muerte el Hado?
¿En la guerra, en la mar, como viajero?
¿O si acaso será, el valle vecino
el que reciba mis helados restos?
Y
aunque para mi cuerpo inanimado
dónde se descomponga igual le sea,
yo, más cercano a mi solar querido,
de ser posible, reposar quisiera.
Y que a la entrada misma de mi tumba
una juvenil vida jugar pueda,
y que Naturaleza indiferente
con su eterna hermosura resplandezca.
dónde se descomponga igual le sea,
yo, más cercano a mi solar querido,
de ser posible, reposar quisiera.
Y que a la entrada misma de mi tumba
una juvenil vida jugar pueda,
y que Naturaleza indiferente
con su eterna hermosura resplandezca.
Versión de Eduardo Alonso
Duengo
VICENTE GAOS
Ay,
qué podré decirte, dulce amada,
joven virgen feliz que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.
joven virgen feliz que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.
Desde
este corazón, isla olvidada,
-oye del mar sus clamorosas voces-,
me elevaré hasta ti que desconoces
la flecha que en lo oscuro está clavada.
-oye del mar sus clamorosas voces-,
me elevaré hasta ti que desconoces
la flecha que en lo oscuro está clavada.
Los
cuerpos se revuelven tan certeros,
guiados del amor, como esos astros
que, arriba, sólo ven tus ojos puros.
guiados del amor, como esos astros
que, arriba, sólo ven tus ojos puros.
Órbita
de pasión y verdaderos,
resplandecientes e infalibles rastros.
Celestes nuestros cuerpos aunque oscuros.
resplandecientes e infalibles rastros.
Celestes nuestros cuerpos aunque oscuros.
ISABEL RODRÍGUEZ BAQUERO
Viaje
He cerrado mi maleta
sobre el viejo cadáver que alimento a diario,
con el forro gastado de sus ropas cansinas,
su casi imperceptible olor a camposanto,
su traslúcida piel.
He cerrado mi puerta
tras el silencio espeso de la alcoba vacía,
con sus sábanas yertas de irrevocable ausencia,
sus ventanas cerradas al rumor de la vida,
su lenta oscuridad.
He cerrado mi maleta
y he metido en el fondo, con mi viejo cadáver,
un candil de esperanza y unas gotas de olvido,
un traje de deseo y unas botas de andar;
y he salido a la luz.
He cerrado la casa.
Les he vuelto la espalda a los ciegos rincones,
a las hoscas paredes que musitan rencor,
y he comenzado un viaje sin destino y sin rumbo,
un viaje que me enseñe,
desde los vericuetos y vueltas del camino,
a enterrar mi cadáver definitivamente
y a nacer otra vez
He cerrado mi maleta
sobre el viejo cadáver que alimento a diario,
con el forro gastado de sus ropas cansinas,
su casi imperceptible olor a camposanto,
su traslúcida piel.
He cerrado mi puerta
tras el silencio espeso de la alcoba vacía,
con sus sábanas yertas de irrevocable ausencia,
sus ventanas cerradas al rumor de la vida,
su lenta oscuridad.
He cerrado mi maleta
y he metido en el fondo, con mi viejo cadáver,
un candil de esperanza y unas gotas de olvido,
un traje de deseo y unas botas de andar;
y he salido a la luz.
He cerrado la casa.
Les he vuelto la espalda a los ciegos rincones,
a las hoscas paredes que musitan rencor,
y he comenzado un viaje sin destino y sin rumbo,
un viaje que me enseñe,
desde los vericuetos y vueltas del camino,
a enterrar mi cadáver definitivamente
y a nacer otra vez
OLVIDO GARCIA VALDÉS
Suscribirse a:
Entradas (Atom)