El pelícano
Mi
amor vale un pelícano.
Un
tostón de cacahuates que no tienen precio
Mi
amor es una de sed, otra de hambre y otra de
recontratopes en el portón del mundo.
Mi
amor es vino, chance bien poco todavía.
Chance
y a lo mejor no soy más que un campo de futbol
sin porterías,
un
sentimental opaco, con pedorrera.
A
lo mejor ya no queda un tornillo que hablar en estos
tiempos
en
los que alguien cuenta el millón de su locura con los
dedos,
en
los que alguien chupa su hueso como una paleta
helada.
Ahora
que el Mar se amelcocha, se amierda al lOO%
y
los pelícanos de la costa tienen sed
y
son pasto de los cangrejos de ojos babosos.
Ahora
que el sol está amarillo como un huevo.
Ahora
que la luna cuelga en el fondo como una pendeja,
un
pelícano levanta pesadamente la quijada, sonríe y
empieza a volar,
mientras
los cangrejos de la costa se sienten afortunados
porque
no todos se levantan
porque
los culos nunca irán a la guerra.
.
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