jueves, 23 de mayo de 2019

RICARDO CASTILLO





El pelícano



Mi amor vale un pelícano.
Un tostón de cacahuates que no tienen precio
Mi amor es una de sed, otra de hambre y otra de
            recontratopes en el portón del mundo.
Mi amor es vino, chance bien poco todavía.
Chance y a lo mejor no soy más que un campo de futbol
            sin porterías,
un sentimental opaco, con pedorrera.
A lo mejor ya no queda un tornillo que hablar en estos
            tiempos
en los que alguien cuenta el millón de su locura con los
            dedos,
en los que alguien chupa su hueso como una paleta
            helada.
Ahora que el Mar se amelcocha, se amierda al lOO%
y los pelícanos de la costa tienen sed
y son pasto de los cangrejos de ojos babosos.
Ahora que el sol está amarillo como un huevo.
Ahora que la luna cuelga en el fondo como una pendeja,
un pelícano levanta pesadamente la quijada, sonríe y
            empieza a volar,
mientras los cangrejos de la costa se sienten afortunados
porque no todos se levantan
porque los culos nunca irán a la guerra.
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