domingo, 14 de febrero de 2016


MARCELO DANIEL FERRER




Domingo de miembros enredados



Aún te latía en el pecho.
Soleado amanecer
Con sabor a domingo.
La noche anterior,
Vencida de amor,
De natural atuendo
Te pudo más el sueño.

Aromatizado tu cuerpo
De los efluvios ganados al éxtasis,
Te recuerdo cabalgando mi cintura.
Ahora duermes...
Relajada, nítida y pura.

Te despierto de caricias furtivas que te fascinan,
Explorar tu geografía me alucina.
Vuélveme de rigidez el roce consecuente,
Vuélvese la humedad bajo tu vientre...

Domingo de miembros enredados,
Suspiros amanecidos del sábado,
Leo en tus ojos la premura
De trepar nuevamente a mi cintura.





RAMÓN VALDEZ







Se asomó tu rostro
Entre la neblina
Que abrazaba entonces
A mi deambular.

Se asomó tu rostro
Se apartó enseguida
Pero mientras viva
No lo he de olvidar.



OTILIO VIGIL DÍAZ,




Rapsodia 
Para Guillermo González



Árboles de la villa blanca de San Carlos:
uno,
dos,
tres,
cuatro,
cinco;
cinco aortas llenas de sangre;
cinco basílicas de misteriosas sombras donde descansa mi ánimula desgarrada por las zarpas atorrantes de la hora;
cinco ánforas de perfumes que lactan las blancas y azules serpientes de mis sueños y mis quimeras;
cinco jarrones de verdes y perfumados aceites de frescura;
lámparas piadosas, jocundas a veces y a veces tristísimas;
estáticas a veces, y a veces movibles como velámenes;
a veces repujadas de oro de estrellas o de plata lunar;
¡estradivarios metafísicos, simbólicos violencelos!... al pasar el viento sus crines por la urdimbre de vuestros ramazones, he sentido el misterio de las selvas solitarias;
las arengas de Matatías, el guerrero bíblico;
  las quejas de Leopardi;
    las lágrimas de Kociusco;
      los siete sellos de Emerson y las crueldades de Marte;
Árboles de la villa blanca de San Carlos;
en la armonía pitagórica de la alta noche, he sentido los festines de Nínive y Babilonia;
he visto los estercoleros de Job y los círculos candentes del Dante;
a Mercurio y Schiarlock pesando oro;
a Moloch y Nernrod bebiendo sangre:
a Artel y el Marqués de Lafayette estribando en el pegaso alado...
Árboles de la villa blanca de San Carlos:
cipos fantásticos de mi nostálgica necrópoli ideal, yo he cincelado en vuestras cortezas y en mi alma: no hay que perder la esperanza...




JULIO FLÓREZ ROA




(III de Gotas de Ajenjo)



Oyendo está tus rumores
Allá abajo el ángel mío;
Corre y llévale estas flores
Que deshojo en tus hervores
Corre, corre, manso río.
Corre y dile que la adoro,
Que estoy pálido y sombrío,
Que por sus desdenes lloro,
Y dile que es mi tesoro;
Pero, corre, manso río.
Mas si no oye mi quebranto,
Si desdeña el amor mío,
Entonces llévale el llanto
Que estoy vertiendo hace tanto
Sobre tus ondas ¡oh, río!


JORGE DEBRAVO




Nocturno sin patria



Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.

Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.

Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.

Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire...

Que el aire no es de nadie, nadie, nadie...
Y todos tienen su parcela de aire.


MANUEL ALTOLAGUIRRE



  
Las caricias



¡Qué música del tacto
las caricias contigo!
¡Qué acordes tan profundos!
¡Qué escalas de ternuras,
de durezas, de goces!
Nuestro amor silencioso
y oscuro nos eleva
a las eternas noches
que separan altísimas
los astros más distantes.
¡Qué música del tacto
las caricias contigo!