lunes, 12 de diciembre de 2016


ALEJANDRO DUQUE AMUSCO





Aridez



Si la aridez es la caída, la belleza está en ella.
Habita entre tinieblas un lugar escondido
y en lo profundo duerme
como el oro en la ciénaga.
Si la aridez engendra, monstruo de mil cabezas,
la herida de lo hermoso,
danzando sobre esta luz de pesadilla
las palabras se ceban de despojos.
Violetas empapadas del ayer.
Residuos. Farsa quemante.
                                                        Sé que aquí
hay un rostro, en el agua estancada,
está herido y me escucha, le toco
y desaparece.

Flotan leños podridos en la charca.


De: "Donde rompe la noche"

VICENTE ALEIXANDRE

  


Unas pocas palabras



Unas pocas palabras en tu oído diría.
Poca es la fe de un hombre incierto.
Vivir mucho es oscuro, y de pronto saber no es conocerse.
Pero aún así diría. Pues mis ojos repiten lo que copian:
tu belleza, tu nombre, el son del río, el bosque,
el alma a solas.
Todo lo vio y lo tienen. Eso dicen los ojos.
A quien los ve responden. Pero nunca preguntan.
Porque si sucesivamente van tomando
de la luz el color, del oro el cieno
y de todo el sabor el pozo lúcido,
no desconocen besos, ni rumores, ni aromas;
han visto árboles grandes, murmullos silenciosos,
hogueras apagadas, ascuas, venas, ceniza,
y el mar, el mar al fondo, con sus lentas espinas,
restos de cuerpos bellos, que las playas devuelven.

Unas pocas palabras, mientras alguien callase;
las del viento en las hojas, mientras beso tus labios.
Unas claras palabras, mientras duermo en tu seno.
Suena el agua en la piedra. Mientras, quieto,
estoy muerto.
 


MARCELO DÍAZ




Koda



Todo distanciamiento es un círculo
un anillo perfecto de lo que fuimos
y no somos ni seremos como monedas
depositadas en los ojos de los muertos.



ÁLVARO GARCÍA



  
Caída    (Canto 5)



Las ráfagas de luz desfibran noche
dueña de su estación, dueña de mí
que miro en la ventana un cielo opaco,
su gravidez, la prisa del invierno
por ser él, tan de golpe, con cansancio
de sol plomo, de sol piedra de nube.
Aspiro el absoluto de estar vivo
y le hago sitio al aire de este mundo
en los pulmones y en el corazón.
Quién cuida el vino leve del vivir
y las horas sin hora de la gracia.
La llamo plenitud, la llamo mar,
o la llamo sosiego y entusiasmo
cantado sin motivo y con motivo;
euforia de decir lo que se dice.
Pero también sustancia entre dos ánimos,
y contundencia de no estar y estar
en el aroma de lo que contemplo:
un mundo matinal, sereno y frío.
Ignoro el pasadizo hacia la huida.
Nos queda el sol. Que roza nuestra piel
y que resiste cuando no resistes.
Y los colores hechos compañía,
y la amistad que suena como un río.
Será posible estar, abrir el mundo,
darle ciudadanía a su misterio
por el que cruzan bajas las gaviotas
en un acuerdo natural y único
entre ser y habitar; ser y ser más.
Quien desaloja fe cifra su estancia
en algún modo de insistir erróneo,
capaz de acomodarse a las arterias,
a una fraternidad confusa o sometida
al mar que ayuda a ser. Respiro tiempo
como si la quietud se desplegase.
Dejará de doler y será dulce. 



De: "Caída"

FRANCISCO CERVANTES

  


El desnudado brillo



El vino, el queso y una siesta
Bajo la luz de otoño esperaría
Para alcanzar la muerte en ese día:
Día del encuentro, día de fiesta.

Probar el pan, la noche y la mujer
Es la última, constante, despedida.
Mirar desde la almena allá, tu vida
Abajo, y antes de salir, beber.

Pero la muerte es un platillo
Delicado, consistente, del que vive
Con sola su sustancia y prueba y mide
La noche espesa o el desnudado brillo.



ÁNGEL COLLADO RUÍZ

  


VI



Cuánto de amor, amor, hay en la tierra
y en la sangre que adsorbe la tierra
cuánto de amor desperdiciado
Por amor se destrozan alas incipientes
descienden del vuelo primoroso
que ilumina los más hondos sentidos
cosas que ven los que sueñan
en lejanas estrellas
para que adornen madrugadas
sábanas frías recién dispuestas
preámbulo de nupcias que nunca llega
pies cubiertos de barro
trazo profundo entre suspiros
sirven de guía sinuosas brechas
desinhibidas hacen ocurrentes
horas que robadas al sueño
dibujan hacedores de fantasías
Desde el último árbol amarillo
llueven plumas de sus alas
refugio de miríadas descomponen,
amor, el triste destino del que parte