martes, 1 de diciembre de 2020

NIKOLAI GUMILIOV

 


 

La palabra




En aquel tiempo, cuando sobre el nuevo mundo
Dios inclinó su rostro, la palabra 
Era capaz de detener el sol 
Y destruir ciudades. 

Si la palabra navegaba por los aires 
Como una llama rosa 
El águila no agitaba sus alas 
Ni las estrellas temerosas se quejaban a la luna.

Hubo días para la vida baja
La vida silvestre y cotidiana
Pues el precepto cuando es sabio abarca
Todos los matices de la razón.

El longevo profeta que ha conquistado
Para sí la maldad y la bondad
Dudando dirigirse al espíritu
Escribió la ley sobre la arena.

Hemos olvidado que de todas las zozobras humanas
Sólo la palabra se encuentra iluminada
Y que en el Evangelio de San Juan
Está escrito que la palabra es como Dios.
Los hombres le hemos impuesto fronteras
Límites indigentes y pobres
y cual abejas
Las palabras muertas huelen mal.

 

Versión de Jorge Bustamante García

 

WILLIAM BLAKE

 

 

 

Una imagen divina




La crueldad tiene corazón humano
y la envidia humano rostro;
el terror reviste divina forma humana
y el secreto lleva ropas humanas.

Las ropas humanas son de hierro forjado,
la forma humana es fragua llameante,
el rostro humano es caldera sellada
y el corazón humano, su gola hambrienta.


Versión de Antonio Restrepo

 

ANA PELAYO

 

 

 

 

A pleno sol

 



Abrir bien los ojos y ver
el malentendido en tu mirada.
Las manos tirando la tierra,
arrancando raíces
eternamente,
separando profundidades.

Las yemas de los dedos
separando la humedad
debajo de las uñas.
La piel estirando
las arrugas del mañana,
la calentura de la fuerza y la fatiga.

Ayer la brisa
era un aullido de luz.
La arena apenas polvo,
el mar un millón de escamas y gritos.
Figuras, colándose una a una,
aterrizaban en la playa
con el peso inflado
de un mediodía en moción de arrastre.

 

WILLS AMA

 

 


Ajo macho

 


Si quiere ganar la lotería frótese ajo macho en la mano
Si quiere encontrar el amor fróteselo en el corazón
Si quiere un día de descanso manténgalo en el trabajo
Si quiere que no lo descubran aplíquelo en la uña
Si quiere quitarse la tos, tómese dos
Si quiere ser feliz bébalo como perdiz,
Si el chiquillo le salió malcriado únteselo en los labios
Si quiere evitar el tranque póngalo en el aire
Si las calles se inundan disuélvalo en la basura
Si quiere cambiar el mundo, no espere mucho
Ajo macho es lo suyo.

 

 

RICARDO HERNÁNDEZ PEREIRA

 

 


 

Hijos de Caín

 

 


Nacimos y crecimos bajo el signo de la oveja negra
lapidados
bajo el nombre de los miserables más miserables del mundo
los atarantados
los flojos
los estúpidos
y nos lo creímos

Nos concibieron como la rama bastarda de los que nunca tuvieron nada
ni nada que dar
ni que decir
y así nos conocimos
así nos aceptamos en el fondo de nuestros corazones

y sonreímos

al encontrar nuestro reflejo en los ojos del homicida
al reconocer
en lo más profundo de una zanja
nuestro cuerpo mutilado
en la indiferencia de quien se nos mete en la fila
en la sonrisa vacía
que nos obsequia el intoxicado a un costado de la avenida

Y mientras nos alegramos
mientras nos reconocemos como parte de los residentes
del hospital psiquiátrico
volvemos la mirada para gritarnos: “¡burros!”, “¡burros!”
y señalar, entre risas, la imagen que hallamos en el fondo de nuestros corazones

Hijos de Caín
herederos de muchas tumbas
henos aquí
resignados
a señalarnos con los cuatro dedos que aún nos quedan
en la punta de nuestras bocas
a cultivar los sepulcros
de este enorme camposanto que llamamos patria
con el cuchillo atravesado en la mirada
y en la frente
resignados a echar raíces
en esta tierra resignada al llanto
y a la burla

 

CARLOS CAÑAS

 

 


 

En la oficina




Hay un ángel perdido en mi camisa.
¿De qué color será? ¿Blanco, gris, negro o rojo?

No. No sé cuál es su color,
pero daría lo bueno que en mi alma existe
para averiguar el color de mi ángel.

¿Blanco, gris, negro o rojo?
¿Cuál será su color?

Una nube pasa, ya lluvia,
por la ventana.

El tiempo, ahora, es gris:
gris enmarcado, duro y frío.

Luego, una voz me cae en los oídos
y me pregunta: ¿De qué color es tu ángel?
¡Mi ángel! ¡Ah, mi ángel!
No. No sé su color,
pero seguro estoy
de que un color tiene que tener.

No puedo aclarar nada.
El tiempo es gris y estoy en la oficina,
donde una sombra viene y me dice:
“Joven, ¿ya salió mi solicitud?”.

El misterio entonces se pierde
y ya no puedo pensar en el color.

¡Cómo llueve!
El tiempo es gris y pesado.
El tiempo es sordo y ciego, por dentro y por fuera.

Luego, otra palabra:
es la del jefe de la oficina, que me dice:
“¡Despierte, joven, despierte!”

Vaya, ¡qué fastidio!
Bueno, el tiempo es largo.
Y el color de mi ángel
lo tengo que saber,
en mi mañana del mañana,
siempre en hoy.

Adiós misterio, hasta pronto.
Y que tu cita, tanto para ti como para mí,
sea de fuego por siempre.

¡Ah, qué dolor el mío!
¡Ángel incoloro,
el no saberte me está doliendo!