martes, 1 de diciembre de 2020

RICARDO HERNÁNDEZ PEREIRA

 

 


 

Hijos de Caín

 

 


Nacimos y crecimos bajo el signo de la oveja negra
lapidados
bajo el nombre de los miserables más miserables del mundo
los atarantados
los flojos
los estúpidos
y nos lo creímos

Nos concibieron como la rama bastarda de los que nunca tuvieron nada
ni nada que dar
ni que decir
y así nos conocimos
así nos aceptamos en el fondo de nuestros corazones

y sonreímos

al encontrar nuestro reflejo en los ojos del homicida
al reconocer
en lo más profundo de una zanja
nuestro cuerpo mutilado
en la indiferencia de quien se nos mete en la fila
en la sonrisa vacía
que nos obsequia el intoxicado a un costado de la avenida

Y mientras nos alegramos
mientras nos reconocemos como parte de los residentes
del hospital psiquiátrico
volvemos la mirada para gritarnos: “¡burros!”, “¡burros!”
y señalar, entre risas, la imagen que hallamos en el fondo de nuestros corazones

Hijos de Caín
herederos de muchas tumbas
henos aquí
resignados
a señalarnos con los cuatro dedos que aún nos quedan
en la punta de nuestras bocas
a cultivar los sepulcros
de este enorme camposanto que llamamos patria
con el cuchillo atravesado en la mirada
y en la frente
resignados a echar raíces
en esta tierra resignada al llanto
y a la burla

 

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