viernes, 18 de mayo de 2012


CLAUDIO RODRIGUEZ







Un viento



Dejad que el viento me traspase el cuerpo
y lo ilumine. Viento sur, salino,
muy soleado y muy recién lavado
de intimidad y redención, y de
impaciencia. Entra, entra en mi lumbre,
ábreme ese camino
nunca sabido: el de la claridad.
Suena con sed de espacio,
viento de junio, tan intenso y libre
que la respiración, que ahora es deseo
me salve. Ven
conocimiento mío, a través de
tanta materia deslumbrada por tu honda
gracia.
Cuán a fondo me asaltas y me enseñas
a vivir, a olvidar,
tú, con tu clara música.
Y cómo alzas mi vida
muy silenciosamente
muy de mañana y amorosamente
con esa puerta luminosa y cierta
que se me abre serena
porque contigo no me importa nunca
que algo me nuble el alma.

CARLOS BOUSOÑO






Desde lejos



Pasa la juventud, pasa la vida,
pasa el amor, la muerte también pasa,
el viento, la amargura que traspasa
la patria densa, inmóvil y dormida.

Dormida, en sueño para siempre, olvida.
Muertos y vivos en la misma masa
duermen común destino y dicha escasa.
Patria, profundidad, piedra perdida.

Piedra perdida, hundida, vivos, muertos.
España entera duerme ya su historia.
Los campos tristes y los cielos yertos.

Sobre el papel escrita está su gloria:
querer edificar en los desiertos;
aspirar a la luz más ilusoria.

ESDRAS PARRA






Cómo encontrar de nuevo esas huellas...




Cómo encontrar de nuevo esas huellas
que me llevaron hacia la resaca
retazos de adornos de los que ya no
puedo desprenderme
signos de otros huesos enterrados en la sal
pero el orgullo se inclina siempre
hacia la izquierda y el fracaso se doblega
ante la dureza de su pulpa

¿tendré que hablar de la intensidad
de un nuevo sol para demostrar que
el abismo se acuesta boca arriba?

CARLOS BARRAL





Y tú amor mío....



Y tú amor mío, ¿agradeces conmigo
las generosas ocasiones que la mar
nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas,
casi en el tacto, como yo,
de la caricia intranquila entre dos maniobras,
del temblor de tus pechos
en la camisa abierta cara al viento?

Y de las tardes sosegadas,
cuando la vela débil como un moribundo
nos devolvía a casa muy despacio...
Éramos como huéspedes de la libertad,
tal vez demasiado hermosa.

El azul de la tarde,
las húmedas violetas que oscurecían el aire
se abrían
y volvían a cerrarse tras nosotros
como la puerta de una habitación
por la que no nos hubiéramos
atrevido a preguntar.
                                      Y casi
nos bastaba un ligero contacto,
un distraído cogerte por los hombros
y sentir tu cabeza abandonada,
mientras alrededor se hacía triste
y allá en tierra, en la penumbra
parpadeaban las primeras luces.


ROGELIO GUEDEA






Ella es yo



Porque te conozco
porque adivino a qué horas
en qué rincón

porque te descubro leyendo las cartas
     tristes que te envío
los besos al mayoreo
los regaños que firmas con tu nombre

porque entiendo que no gustas de lavar
     un calcetín
y no de salir en las mañanas a comprar
     para el almuerzo
     el pan de ausencia que habrá de consolarte

porque un botón de la camisa que me pongo
     a diario
de la única camisa de hombre bueno
     que me queda
te hace llorar hasta el fondo de mí
y me hiere

porque estás conmigo
y sé lo que tú eres
me conozco