"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 20 de julio de 2018
IVÁN TUBAU
Cuatro Rubaiyyat de Cambridge
Queremos
alcanzar el alma de la piel.
Queremos empaparnos de gozo y de sudor.
Mañana Dios dirá, si hay Dios y si se digna
decir alguna cosa. Bésame el corazón.
Queremos empaparnos de gozo y de sudor.
Mañana Dios dirá, si hay Dios y si se digna
decir alguna cosa. Bésame el corazón.
De: "Vendrán meses con erre"
GABRIELA MARI
El cuento de los espejos
Para
ser todo aquello que nos pasa
eso que somos si nos atrevemos
eso que nos auguramos en silencio
eso que nos deseamos y nos lloramos
habrá que reír un poco antes que nada
mirándonos al espejo como ajenos
descubriendo lo propio como nuevo
y aún dibujando arrugas, sonreirnos
y aún pintando canas, desbordarnos.
eso que somos si nos atrevemos
eso que nos auguramos en silencio
eso que nos deseamos y nos lloramos
habrá que reír un poco antes que nada
mirándonos al espejo como ajenos
descubriendo lo propio como nuevo
y aún dibujando arrugas, sonreirnos
y aún pintando canas, desbordarnos.
Habrá
que ser mas fieles a los mensajes
leyéndolos al revés sin hacer trampa
habrá que desnudarse como amantes
habrá que dejar las máscaras para otro día.
Habrá que saber mirarnos sin reojos
de frente, sin sigilos y sin vueltas
limpiar el espejo de las brumas
lustrar el vidrio que nos nubla el alma
o aún comprar un nuevo espejo si hace falta.
leyéndolos al revés sin hacer trampa
habrá que desnudarse como amantes
habrá que dejar las máscaras para otro día.
Habrá que saber mirarnos sin reojos
de frente, sin sigilos y sin vueltas
limpiar el espejo de las brumas
lustrar el vidrio que nos nubla el alma
o aún comprar un nuevo espejo si hace falta.
Pero si
así y todo el desconsuelo
se instala y nos reclama sus caricias
si de todos modos las batallas
las ganan los cobardes que hay adentro
no defraudemos a nuestro destino
amable compañero sin medallas
dejémolse un lugar en el espejo
aún chiquito y en el rincón mas desvalido
e intentemos nuevamente
cada día
esa batalla incierta y postergada
de sabernos asesinos de la muerte
de sabernos dueños de las alegrías
de sabernos amantes de nuestra propia locura
de saber que
de todos modos
aunque peleemos al revés
somos un cuento de lo posible.
se instala y nos reclama sus caricias
si de todos modos las batallas
las ganan los cobardes que hay adentro
no defraudemos a nuestro destino
amable compañero sin medallas
dejémolse un lugar en el espejo
aún chiquito y en el rincón mas desvalido
e intentemos nuevamente
cada día
esa batalla incierta y postergada
de sabernos asesinos de la muerte
de sabernos dueños de las alegrías
de sabernos amantes de nuestra propia locura
de saber que
de todos modos
aunque peleemos al revés
somos un cuento de lo posible.
ADRIANA TAFOYA
Animales seniles
Al cuerpo de Andrea
V
Envuelta
en el cristal
del
vítreo y quebradizo ataúd
húmeda te encuentras
para que nadie te empañe
de sus gruesas pupilas
de lascivos ancianos
de pómulos resecos
rodeas tu cuerpo
con ramilletes de encarnadas gardenias
que aroman con el perfume
de un animal negro y yerto
carne de cera
tu mano
que
curvada y elástica
te arropa
el lánguido pudor de la cara
la ceniza
pelusa en tus pestañas
indicios de la tierra
donde tus ojos fueron sepultados
pausa el tiempo
te germinan ángeles antiguos
también velludos gatos enroscados
que retorciéndose levemente
se estremecen
bajo las satinadas mantas
En este
matraz ornamental
no te
quebranta el dolor de las caricias
ni el
desgaste por el tacto
La
mordedura de la boca
carna otros labios
que develan de la muerte
su nítido e invisible significado
El derrame
de tu cabello
embadurna
de sombra
el descenso
hacia los pies
minúsculos pequeños
y atrofiados
Nacer bajo las gasas del luto
ondularse
inmune
al daño
al tedio
al espanto
y laxa al fin
no
florecer más
en los jardines
agria
seda
desvaneciéndote
MIGUEL RASH ISLA
En un ejemplar de
Para leer en la tarde
Gasté la ilusa juventud primera
esperando un amor que nunca vino,
y a la sombra de un árbol del camino,
me senté a ver morir la primavera.
¡Qué triste ocaso el que a mi vida espera!
pensaba ante el avance vespertino;
mas repentinamente hubo un divino
florecimiento en mi ánima: Ella era...
Eras tú que venías. Y este libro,
en el que a todos los anhelos vibro,
es mi ayer; es un parque abandonado
donde duermen en paz viejos
amores.
¡Pasa cantando y deshojando flores
sobre las hojas secas del pasado
¡Pasa cantando y deshojando flores
sobre las hojas secas del pasado
AMOS OZ
Es duro
Abre los ojos con las primeras luces. Las cadenas montañosas
parecen una mujer robusta y tranquila
durmiendo de lado después de una noche de amor.
Una suave brisa, satisfecha de sí misma,
mueve la tela de su tienda.
La hincha, la agita, como un vientre cálido. Sube y baja.
Con la punta de la lengua toca ahora
el hueco de la palma de su mano izquierda,
el punto más interno de la palma. Le da la sensación
de estar tocando un pezón suave, duro.
Abre los ojos con las primeras luces. Las cadenas montañosas
parecen una mujer robusta y tranquila
durmiendo de lado después de una noche de amor.
Una suave brisa, satisfecha de sí misma,
mueve la tela de su tienda.
La hincha, la agita, como un vientre cálido. Sube y baja.
Con la punta de la lengua toca ahora
el hueco de la palma de su mano izquierda,
el punto más interno de la palma. Le da la sensación
de estar tocando un pezón suave, duro.
De: "El mismo mar"
Versión de Raquel García Lozano
IRENE SÁNCHEZ CARRÓN
Ley de vida
No pudrirse:
imposible deseo de las frutas.
No pararse:
ambición y condena de las fuentes.
Los pastos van cerrando
el camino sin nombre del collado
por el que tú volvías.
Conozco bien las piedras
desde donde tus ojos oteaban
los tesoros del valle.
Subo la cuesta
y nadie va delante.
Bajo y tu sombra
no me sigue los pasos.
Mi corazón se ha vuelto
charco turbio de lluvia
donde tiembla tu rostro.
No pudrirse:
imposible deseo de las frutas.
No pararse:
ambición y condena de las fuentes.
Los pastos van cerrando
el camino sin nombre del collado
por el que tú volvías.
Conozco bien las piedras
desde donde tus ojos oteaban
los tesoros del valle.
Subo la cuesta
y nadie va delante.
Bajo y tu sombra
no me sigue los pasos.
Mi corazón se ha vuelto
charco turbio de lluvia
donde tiembla tu rostro.
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