"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 12 de septiembre de 2022
DANTE GABRIEL ROSSETTI
La
noche del amor
¡Amo
de las Cortes Suspirantes,
Dónde se conjuran las formas del sueño!
¡Escuchad! Mi espíritu exhorta
Todos los poderes de tu feudo
En auxilio de mi Dama.
¿Qué respondes, oculto y altivo
Señor de las Cortes Invisibles?
Vaporosos,
inabarcables,
Las Tierras del Sueño yacen en despojos de luz,
Vacías como cáscaras de aire.
¡De mis fantasías se me permite
Elegir un sueño y guiar su vuelo!
Conozco bien (y te conozco, doncella)
Lo que tus sueños deben decirte esta noche.
Allí
los sueños son multitudes:
Algunos no esperarán hasta dormirse,
Profundo en el bosque de agosto;
Alguien mientras descansa tal vez
Caiga en el letargo del labor;
Interludios,
Algunos, con gravedad han de llorar.
Allí
residen todas las fantasías de los poetas:
Las damas élficas bailan entre alados valles,
Ahogados en ráfagas lastimeras;
Allí se percibe el perfume, allí en círculos
Gira la espuma desconcertada de los manantiales;
Sirenas,
Vientos mareados sobre sus cabellos, cantando.
Un
sólo sueño nupcial ha sido soñado en común,
Pobre éxtasis de la vigilia;
Visiones esquivas que hacen gemir
Al solitario en su cuarto natal;
Y que nosotros apenas vemos
A través de los postigos de la muerte,
Desconocidas.
Pero
en mi propio dormir, yace
En una agradable forma plácida,
Radiante en sus ojos honorables,
Lámparas de su alma traslúcida:
Su mirada es el bien más amado,
Dulce y sabia,
Dónde el amor define su centro.
Me
fue arrebatada, mis sueños persisten
En un trance pegajoso, y el cielo teme:
Cambiando senderos y caídas
En un fétido refugio cercano,
Miserables fantasmas que suspiran;
Temblando en sus cofres,
Mientras el funeral pasa de largo.
Maestro,
se dice con verdad que,
Así como los ecos de las palabras
Traicionan sus secretos en las hendiduras,
Los cuerpos de los hombres viajan
Como sombras por playas sumergidas.
¿Son la esencia o la sombra
Las que habitan en aquellos salones?
¡Ah!
Yo podría, por vuestra inmensa gracia
Que custodia la escalera del viento,
(La oscuridad y el aliento del espacio
Como aguas inciertas cubriendo todo)
Encontrar allí mi propia imagen,
Cara a cara,
Y desde allí hasta donde sea que ella esté.
No,
yo no. Pero tu, Maestro,
En tu Reino de Sombras,
Convocad mi fantasma en esta hora:
Ofrecedme el sufrimiento del encuentro,
El placer de su rostro delicado,
Y que su frente
Sienta mi aliento perdido como una brisa suave.
Dónde
se cultiva, la grácil primavera tiembla
En una silenciosa plegaria,
Íntima fuerza creciente,
El agua y la voz del viento son una,
Y comparten los ecos del sol.
Maestro, gentil como la primavera,
Dadme el canto y el lamento.
El
canto dirá cuan alegre y fuerte
Es la noche en donde ella sueña,
El lamento será la tristeza aferrada a los labios,
La pena descarnada del día:
Serán como las melodías de la marea,
Lamento y canción,
Heraldos fríos que anhelan el verano.
No
serán las plegarias de los que abandonan,
De los que eligen la pena sobre la fuente del amor,
No serán elogios por los dones del mundo,
Suspirados con exagerada ternura,
Dejad que llegue hasta ella con mi amor,
Que el dolor sea sólo mío, y en ella: recuerdo.
Donde
sea que mis sueños caigan,
En la noche o en el día (dejad que le diga)
Siempre vivirás en el reluctante círculo
De los ángeles, en las horas de la calma.
Descorazonada, sin esperanzas en tu camino,
Descansa y convócame:
En mis ojos tu mirada siempre podrá soñar.
Si,
este es mi amor vanidoso,
Vertido en una frágil canción
De esperanza y horror.
Tu eres el Amor,
Y yo sólo anhelo un acorde
Que agite tus sueños,
Busco tus ojos de acero,
Tus ojos de abismo.
Oh, Maestro, de rodillas os imploro:
¡Dejad que ella vuelva a sonreír!
CHRISTINA ROSSETTI
Un
retrato
Ella
renunció a su belleza en la tierna juventud,
Renunció a la esperanza, a los alegres modales;
Ella veló sus ojos ante la prohibida vanidad,
Y eligió lo más amargo de la verdad.
Dura consigo misma, y hacia los demás con piedad,
Sirvienta de sirvientes, pocas certezas para alabar,
Largas oraciones y ayunos en la eremita, noche y día:
Ella se instruyó sobre visiones y sonidos groseros,
Ya que con pobres debía habitar, con asolados obreros,
Hasta que lo más ínfimo de todo lo hecho
Sea satisfecho: Ella misma renunciando a su ser,
Contando los bienes terrenales con dolor.
Entonces, con la calma de su elección, cargó la cruz
Y odió al mundo por amor a Dios.
Ellos
se arrodillaron en angustioso silencio junto a su cama,
No podía llorar; pero en calma allí reposaba.
Todo el dolor la había abandonado, y el último rayo de sol
Brilló a través de ella, tiñendo de rojo las sombrías cortinas.
En su corazón, Ella dijo:
El Cielo se abre; dejo el mundo y marcho lejos,
El Novio me convoca ¿la Novia se rehusará?
Luego, sobre el pecho inclinó su cabeza.
Oh Lirio, gema de inestimable valor,
Oh paloma de paciente mirada y tierna voz,
Oh vid fecunda entre la tierra yerma,
Oh doncella llena de amor y pureza,
Inclina ante tus amigos terrenales la cabeza,
Para elevarte con los santos en el Paraíso.
RÓMULO BUSTOS
Hay
alguien que yo sé morándome
a J. Arleis
Hay
alguien que yo sé morándome
Arrastra sus alas de ángel sonámbulo
como quien busca una puerta
entre largos corredores
Triste de sí
Pulsando inútil las cuerdas más dulces
de mi alma
Quizás me existiera desde siempre
¿De qué ancho cielo habrá venido
este huésped que no conozco?
DALIA ALONSO
Mito
No
puede ser.
No puede ser que exista
este deseo bruto, tan pesado,
tan próximo.
Tal
ardor es prerrogativa
de los mitos solamente –
Ariadna doblegada
y Fedra la llena de incendios.
No
es posible tal dios.
MARÍA CODES
[Ahora
vivo en Greenwich, 11]
La
desintegración de la mitad norte
continúa hoy día en la grieta media
colisiones en curso pueden indicar
la creación de un nuevo subcontinente.
Tras la orogénesis, el reloj de cuatro patas
se desplaza hacia la cama y, de pronto,
en otra dirección, ante la mesita del desayuno
separadas masas continentales
se conectan por un solo brazo albino
terminado en garra que empuja sobre un hombro.
De rodillas, ante Marasia,
la desintegrada parte sur.
De: “Conservar
al vacío”
JUAN VICENTE PIQUERAS
Palmeras
Nacemos
de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Nuestros troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
Por
eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan
como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.
Somos
como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros
troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.
De:
“Qué hago yo aquí”
